Felipe&Guerra sí pueden parar la deriva

Felipe&Guerra sí pueden parar la deriva
  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

El título del post podría parecer a algunos lectores un tanto exagerado. Me explicaré. Conocí a Felipe González y a Alfonso Guerra en los albores de la Transición. Debo escribir y escribo que jamás había visto al que fuera dios socialista tan cabreado. Tiene su lógica. Su sucesor al frente del PSOE está decidido a arrasar con toda su obra que en muchos aspectos (con errores, naturalmente) fue ingente. Tras muchos años de desdén entre Felipe y Guerra, han concluido que este es el momento de aunar voluntades y tratar de poner coto al leviatán.

Aunque les desprecien desde Ferraz -«están mayores»- lo cierto y verdad es que en ese eje con Moncloa están asustados, porque nunca habían visto a los ex lideres socialistas tan encorajinados. Tratarán de echar agua al fuego, pero siempre quedarán los rescoldos entre millones de felipistas que callan ante lo que perpetra Pedro Sánchez.

No tienen poder orgánico, ni fáctico, pero sí autoridad moral y raíces socialdemócratas. En esos ambientes se especulaba al final de la semana que agoniza con la posibilidad de que felipistas y guerristas de nuevo cuño pudieran responder al sátrapa monclovita, que los desprecia, con hechos. ¿Qué hechos? Lo que asusta al poder socialista constituido es que se abra la posibilidad de crear desde la esencia una nueva formación que sería letal para Sánchez. No hay otra posibilidad porque este último tiene el poder en sus manos.

Una nueva formación del PSOE auténtico contaría con millones de votos que pondrían a la actual dirección en un camino sin posibilidad de retorno. González siempre se ha negado a levantar la bandera contra una organización más que centenaria. Pero se han traspasado todas las líneas rojas. A Felipe más que el PSOE le importa España, y Guerra odia visceralmente a los señoritos nacionalistas en sus permanentes vuelos gallináceos. El otoño político español promete. No en el reparto de trigo -que no lo hay-, pero sí en emociones fuertes.

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