De extremo a extremo, sentando cátedra

De extremo a extremo, sentando cátedra
De extremo a extremo, sentando cátedra

Emiliano García-Page, que se moja el dedo y sabe de por dónde sopla el viento, lo ha expresado con exactitud matemática: “Sánchez, rompe los pactos con ERC, secesionistas y Bildu y tendrás legitimidad para pedir al PP que no acuerde nada con Vox…”. ¡De pura lógica, oiga!

El asunto, sin embargo, es más largo, denso y profundo; va más allá de la coyuntura. Este podía ser el relato objetivo de lo que acontece desde hace siete años en el enrarecido humus político de este viejo, cuarteado y desnortado país. Desde que en 2015 -tras las sucesivas crisis financieras y económicas que propició y ahondó Rodríguez Zapatero y con las que tuvo que pechar el impávido Rajoy- los españoles, hartos ya de estar hartos, decidieron repudiar el bipartidismo imperfecto que había funcionado con cierto éxito durante los últimos treinta y cinco años, abriendo la puerta a un partido en el centroderecha (Ciudadanos), otro a la derecha dura y cuasi extrema, Vox, y, finalmente, otros de ultraizquierda con ribetes comunistas ortodoxos que todavía conocemos como Unidas/Podemos (UP).

Venían los nuevos a salvar al cuitado pueblo español. A terminar con la corrupción, a invocar y practicar la cultural del mérito, a cortar cualquier mano que se metiera en la caja, a poner sordina a los desvaríos y, por decirlo todo, a devolver magnis itineribus la felicidad a los españoles que había sido robada por el PSOE y el PP, por el PP y el PSOE.

Siete años después lo único que se puede certificar a la luz del carbono es que el radicalismo ha sentado cátedra, echado raíces profundas devolviéndonos la memoria de un trágico pasado, imposibilitado un mínimo entendimiento entre unos y otros que el pueblo llano demanda mañana sí y noche también. Aquellos que llevaban el hisopo de la redención colectiva en la mano resulta que se vienen aprovechando con mucha más ansia del poder que con los anteriores. Utilizando sus resortes descaradamente. Incluso, aquellos que pregonaban, por ejemplo, la liquidación de las autonomías, ahora no abren la boca sin reclamar su parte en el bocadillo.

Sánchez, durante la moción de censura en la que birló La Moncloa a Rajoy, se presentó como el campeón de la moderación y la decencia y casi cuatro años después podemos afirmar con justeza que es el jefe de Gobierno más radical/truhan de todos los que habitaron palacio desde la restauración democrática. Un radicalismo que le ha permitido uncir su suerte a secesionistas, proetarras y comunistas. Impulsó lo ultra por doquier y ahí le tienen ahora con las manos a la cabeza ante la respuesta a sus desvaríos; dice que quiere establecer un “cordón sanitario” con los ultras del otro lado cuando con sus pronunciamientos, comportamientos y medidas no ha hecho otra cosa que inflar ese globo aerostático.

El radicalismo llama al radicalismo. Acción/reacción. Reacción/acción. Lo de siempre.

PD. Todo lo que está ocurriendo entre Génova13/Sol no produce otra cosa, además de sonrojo, que engordar a los ultras de ambos lados.

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