El expolio catalanista de los reyes de Mallorca (y 3)

El expolio catalanista de los reyes de Mallorca (y 3)
El expolio catalanista de los reyes de Mallorca (y 3)

Jaime III es el rey mallorquín más denostado por el catalanismo, quizás porqué murió luchando por su Reino, quizás porqué en el siglo XIX fue loado por historiadores y por los poetas de la “Escuela Mallorquina”, quizás porqué en el siglo XX sus restos retornaron a Mallorca, quizás porque en el siglo XX se levantaron estatuas en su honor, quizás porqué también se abrieron calles con su nombre y de sus partidarios…

El último rey de la dinastía privativa siguió potenciando y reafirmando la independencia mallorquina. Hay que destacar que amplió el comercio mallorquín con su llegada al Atlántico, a Inglaterra y a Flandes. Incluso un año antes de la pérdida del reino insular intentó, con una potente flota de cinco naves, la conquista de las Islas Canarias. Durante su reinado creó el “Consulado de Mar” para entender y resolver aquellas causas derivadas del comercio marítimo entre propietarios de buques, patronos, marineros y mercaderes. También promulgó las “Leyes Palatinas”, que comprendían todas las disposiciones que regulaban la Casa real mallorquina. La originalidad de la recopilación total que hizo de las disposiciones y cargos de la Corte ocasionó que después de la invasión aragonesa de 1343 Pedro IV de Aragón las plagiase para crear las “Ordenanzas Aragonesas”.

La tirantez entre la Casa de Mallorca y la Casa de Aragón fue una constante durante casi un siglo de historia de la dinastía privativa. La falsa acusación de que Jaime III falsificaba moneda barcelonesa en Perpiñán fue la excusa que Pedro IV de Aragón invocó para la invasión de Mallorca de 1343. Para más inri, hay que recordar que el rey aragonés era conocido en toda Europa como un falsificador habitual de las monedas de los reinos vecinos de Francia y de Castilla.

El conservador del Gabinete Numismático de Cataluña, Alberto Estrada-Rius, afirmaba en el año 2013 en “La Vanguardia” que «Pedro el Ceremonioso fue un gran falsificador de moneda» para añadir que “Barcelona ha sido históricamente una de las ciudades europeas más importantes en el falseo de dinero”.

Si sólo fuese de dinero… tenemos la tergiversación de la historia para adaptarla a la ideología catalanista, el invento de la lengua catalana independiente de la lengua de oc, la usurpación del blasón de los reyes de Aragón como bandera de Cataluña, el expolio de la cultura y lengua de Baleares y de Valencia, en fin.

El catalanismo oculta de nuevo la oposición de los mallorquines a la invasión de 1343, ya que considera el Reino de Mallorca como una prolongación de Cataluña. Lo cierto, es que había pasado más de un siglo desde la conquista de Jaime I de Aragón. Durante estos más de cien años los reyes privativos mallorquines habían ido consolidando las bases político-administrativas del nuevo reino cristiano de Mallorca plantadas por Jaime I.

A pesar de la constante injerencia de los siguientes reyes de Aragón, entre la población mallorquina de origen muy diverso (descendientes de colonos y conquistadores catalanes, aragoneses, roselloneses, provenzales y languedocianos y descendientes de pobladores mozárabes y sarracenos cristianizados) se había fraguado una identidad propia y diferenciada y que quería ser conservada, y que en esos momentos la representaba la figura de Jaime III. Después de más de un siglo, las nuevas generaciones de mallorquines ya no se distinguían por su origen cristiano o sarraceno, eran súbditos del rey de Mallorca. Se sentían mallorquines, tenían unas instituciones propias, unos reyes propios, una bandera e insignias propias y, además, empezaban a denominar a su habla propia como mallorquina: “G. Revulli est de Maioricis vel moratur in Maioricis et loquitur ad modum maioricencem”.

Esa voluntad de ser mallorquines fortaleció aún más la resistencia armada generalizada en toda la isla ante la invasión. Y sobre todo, la protagonizada y encabezada por las familias de la primera nobleza mallorquina (Tornamira, Oms, Puigdorfila, Buadella, Santacilia, Sanjuan, Sellambe, Durán…), que posteriormente fueron ejecutados por el nuevo gobernador Gilberto de Centellas (¿cuándo se le quitará a Centellas la calle que tiene en Palma?). También hubo una importante oposición en los castillos roqueros de Alaró, Santueri y, sobre todo, en Pollensa, y como no, en la capital, concretamente en la fortaleza del Temple de la mano del lugarteniente de Jaime III. Pero a pesar de la firme resistencia mallorquina, el ejército aragonés venció a los isleños. Además de las ejecuciones también hubo deportaciones y destierros a otros lugares de la Corona. La derrota y sumisión del reino insular debía de ser total.

Pero los mallorquines no se conformaban. El uniformizador pancatalanismo esconde la embajada de los Jurados del Reino enviada al rey de Aragón Pedro IV para expresarle su protesta por la invasión: “que el Reino extrañaba que el Sr. Rey de Aragón viniese del modo que venía a esta isla, pues no habían cometido cosa por lo cual S.M. les debiese oprimir de aquel modo”. El “Cronicón Mayoricense” termina la cita indicando que “le dijeron que el Rey de Mallorca era su señor natural”. Como también oculta la actitud de protesta permanente a la invasión, que se mantuvo en los años sucesivos. Durante las celebraciones de la “Fiesta del Estandarte”, tal como relata el historiador José Segura “el Rey intruso, Pedro de Aragón, confiesa que los nobles de Ciudad hacia algunos años que se negaban a llevar la insignia de las cuatro barras en tan memorable jornada”.

Quien tampoco se conformaba era Jaime III. Seis años después de la invasión desembarcó en Mallorca para recuperar su Reino. Pero los días del último rey mallorquín terminaron el 25 de octubre de 1349 con su muerte en la llanura de Llucmajor. A pesar de que eran pocos los partidarios de Jaime III, a causa de las ejecuciones, deportaciones y destierros, previamente al desembarco, el gobernador Centellas, para evitar el apoyo de los mallorquines a Jaime III, hizo confinar a toda la población de Mallorca en la capital de la isla, en la villa de Inca y en los castillos roqueros.

Después de la muerte de Jaime III en Llucmajor, los invasores seguían sin tenerlas todas consigo. Por ello, a pesar de la represión llevada a cabo por Centellas, no quedó más remedio que trasladar el cuerpo del monarca a Valencia para evitar cualquier tipo de veneración popular del rey mártir.
Pero a diferencia del boicot catalanista de la estatua de Jaime II en Sineu, nos queda la ingente labor del célebre arquitecto y urbanista Gabriel Alomar de recuerdo y homenaje a la figura de Jaime III.

Un ejemplo lo tenemos en el callejero de Palma. Durante la aplicación del Plan de ordenación urbanística de 1941, el Plan Alomar, entre otras acciones, se abrió en Palma la avenida dedicada a Jaime III, a la vez, que sus calles adyacentes recibieron el nombre de los partidarios ejecutados por Centellas: Berenguer de Tornamira, Bernardo de Buadella, Jaime de Santacilia, Pedro de Fraga, Berenguer de San Juan, Gregorio Sellambe, Juan de Cremona…

El medio pancatalanista balear subvencionado por la Generalidad de Cataluña “Ara Balears” (www.arabalears.cat) ajusta los hechos a su falsa realidad uniformizada pancatalanista: “los isleños no movieron ni un dedo en lo que era una pelea entre parientes”. También se burla de los historiadores que en el siglo XIX (Bover, Piferrer, Quadrado, Peña) ensalzaron su figura: “es un monarca, idealizado por la literatura y la  historiografía del siglo XIX, que prácticamente nunca estaba en Mallorca y que prefería más estar en la corte continental de Perpiñán”.

Además, como no, tenemos otros historiadores (catalanizados) que no escatiman en epítetos descalificativos para Jaime III: “caprichoso, orgulloso, impulsivo y un poco ingenuo” lo califica Miguel A. Casasnovas y “orgulloso, siempre irreflexivo, imprudente, de una intransigencia temeraria e iluso” según J. Ernesto Martínez Ferrando.

En cuanto a la Batalla de Llucmajor, AraBalears.cat nos recuerda la burla del historiador Gabriel Enseñat, “ha sido el principal pretexto usado por los poetas parar enaltecer la figura de Jaime III, que había hallado una muerte gloriosa en la defensa de la corona”. Enseñat se refiere a la poetisa Maria Antonia Salvá que le dedicó estos magníficos versos: “Quina horror la d’aquell dia, noble rei jaume tercer, quanta sang envermellia el terreny llucmajorer!”. Como colofón AraBalears.cat equipara la celebración de la muerte de Jaime III a un acto franquista, “el Ayuntamiento, aún franquista, de Palma había acordado conmemorar la batalla de Llucmajor en 1974”.

Pero, para desgracia de Pedro IV, la lucha de los reyes de Mallorca contra Aragón siguió de la mano del hijo de Jaime III, el infante Jaime (el no jurado como Jaime IV de Mallorca), capturado en Llucmajor, que después de huir del largo cautiverio en una jaula barcelonesa se refugió en Aviñón bajo la protección del papa Inocencio VI. En 1363 se casó con Juana de Nápoles, de la Casa de Anjou. En su afán de recuperar el reino de su padre se unió con sus tropas a los aliados Pedro de Castilla y Eduardo de Gales en lucha contra Enrique de Trastámara y Pedro de Aragón, a quienes derrotaron en 1367 en la batalla de Nájera.

Años más tarde, con la ayuda de Luis de Anjou armó un ejército de 6.000 hombres con el que entró en Cataluña desde el Rosellón (donde fue recibido y aclamado por los antiguos vasallos de su padre). Al cabo de más de un año de incursiones y ocupaciones de diversas villas catalanas se plantó ante las puertas de Barcelona, tal como lo describía el mismísimo Ceremonioso en su crónica, “entrà a Catalunya enemigament amb dos milia homens darmes e vench fins davant Barcelona”. Pero ante la imposibilidad de tomar Barcelona decidió retirarse hacia las fronteras castellanas. A principios de enero de 1375, enfermo y herido, murió en Soria.

A diferencia de las subordinadas mentes de las actuales autoridades catalanistas baleáricas, en el siglo pasado, hubo otras importantes acciones para preservar la memoria de los reyes de Mallorca. En 1905, el obispo Juan Campins trajo los restos mortales de Jaime III desde Valencia. Años más tarde, en 1946, nuevamente el arquitecto Gabriel Alomar encargó al escultor Federico Marés la realización de los sepulcros de Jaime II y Jaime III para colocarlos en la Capilla de la Trinidad de la Catedral de Mallorca (ordenada construir por el mismo Jaime II). Además Alomar también le encargó el sarcófago de Sancho I de Mallorca para la Catedral de Perpiñán, donde estaba enterrado el rey mallorquín (la catedral que el mismo mando construir).

También Alomar fue el encargado de promover, en el 600 aniversario de la muerte de Jaime III en Llucmajor, la erección en el lugar de la derrota mallorquina, conocido como “el campo de la batalla” de una cruz en la que se grabó la leyenda “tui memores tui”.

Jaime II llevaba enterrado en la Capilla de la Trinidad más de seis siglos. La remodelación de Alomar culminó la labor de preservación de los restos reales llevada a cabo durante esos siglos por todos los reyes aragoneses y españoles. El cronista oficial de Palma, Bartolomé Bestard, recuerda el respeto mantenido entre monarcas: “en 1389, se tuvo que hacer un ataúd nuevo: ‘una caxa de fusta de Valencia’ (…) en 1588, Felipe II ordenó que fuese (…) construida ‘una rexa de yerro alrededor de la dicha sepultura’ (…) en 1779, Carlos III ordenó se construyera un sepulcro de piedra para conservar con dignidad y decoro los restos de Jaime II”.

Años antes, en 1927, se levantó en la localidad de Llucmajor un conjunto escultórico, obra del artista José Maria Camps Arnau, que representa al infante Jaime sosteniendo el cuerpo sin vida de su padre, Jaime III, y una bandera del antiguo Reino de Mallorca. Ese mismo año se inauguró en lo que hoy es la plaza de España de Palma una estatua en honor al Conquistador, Jaime I de Aragón, obra del escultor Enrique Clarasó. Dos años más tarde, en el setecientos aniversario de la toma de Palma por Jaime I de Aragón también se levantó una estatua en honor del monarca aragonés en la villa de Sineu.

Qué diferencia tan abismal entre los políticos mallorquines de hace un siglo a los que actualmente padecemos en Baleares. La memoria de nuestros reyes hoy día estaría totalmente desaparecida sin las imponentes figuras del obispo Campins y del arquitecto Gabriel Alomar y de los políticos mallorquines de esa época que apoyaron estas importantes iniciativas. La estatua de Jaime II ya la quitaron del lugar que le correspondía. A ver qué harán con la de Jaime III…

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