Europa sí, pero no así

Europa sí, pero no así
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La Europa floreciente que se nos ha vendido, esa Europa unida, crisol de culturas, de progreso y de libertades, nuevamente ha quedado en entredicho. No es esta la Europa cooperadora que especialmente a los españoles se nos mostró como si la vieja piel de toro se hubiera integrado en el Viejo Continente desde hace escasas décadas. No quiero ser “políticamente correcto” y por ello manifiesto para quien quiera escucharlo, que Europa no nació con la Unión Europea, que la Europa “de los mercaderes” es exigua comparada con los más de veinte siglos de identidad común y que no tuvieron que llegar los “prebostes del europeísmo” para que fuéramos la cultura más fuerte y desarrollada de la historia.

Es en esta Europa desde donde se nos ultraja como Estado, como Nación y como sociedad. La resolución alemana es sin duda un revés para el interés inmediato de España en su legal y legítimo derecho de someter a juicio a Puigdemont y compañía a nuestras leyes, a nuestra justicia soberana, hasta el punto de qué si España aceptara su entrega sometida a las condiciones germanas, sólo podría ser juzgado por los hechos que el país donde se encuentra considere delito. Que burda y vejatoria decisión la tomada por las “huestes merkelianas”. Que pretensión la de constituir nuevos procesos de colonialismo donde en muchos casos la propia colonia es incapaz, por cobarde y meliflua, de dar un puñetazo sobre la mesa. Es obligatorio afirmar, incluso bramar, que la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein no tiene competencias sobre el Reino de España ni sobre sus normas. Que por muy alemanes que sean, España es una nación soberana donde prevalece el “Imperio de la Ley” y donde nuestros jueces, en la mayoría de los casos, actúan en defensa de la más absoluta legalidad. Debemos exigir respeto. Respeto para una justicia independiente. No cabe una Europa donde el magisterio de la ley quede en manos de ciertos “poderosos”. La denominada “euroorden” fue creada sobre el principio de confianza y nadie puede poner en duda el ordenamiento jurídico de ninguno de los países miembros y el respeto a los derechos y libertades de los ciudadanos. No solo ha quedado palmario el hecho de la falta de reconocimiento mutuo de resoluciones judiciales entre estados miembros “de la Unión” y la existencia de una notoria desconfianza. Es mucho más grave. Es pretender que se juzgue conforme a las normas del “poderoso”.

Si el proyecto de Unión Europea se debe basar en la solidaridad y la colaboración entre las distintas naciones que lo conforman, hoy se asienta sobre la extinción de estas, la pérdida de identidad, el ficticio multiculturalismo y la aparición de una nueva “religión oficial” elevando a categoría de dogma un falso hecho que solo esconde los intereses de unos pocos. De esta farisaica Europa, de la que se van alejando los ciudadanos, no son culpables ni el Brexit, ni Le Pen, ni Orban ni Trump. Culpable es una “Unión Europea” que pone en jaque el histórico camino de una comunidad de naciones libres y hermanas. Y junto a ello, asumamos nuestra cuota parte de culpa. No se ha sabido contrarrestar el cansino y fatigoso mensaje independentista amplificado en gran parte de esta “Europa de los mercaderes”. Se ha dejado que se publicite como mensaje lastimero, mensaje que está calando y que ha pesado en la apreciación de los juzgadores teutones.

En esta Europa nos encontramos los españoles con insultantes desprecios y vilipendios. Es la hora de los valientes. Aunque nos quedemos solos. Porque como bien afirmó Jules d’Aurevilly, novelista y crítico francés: “Siempre habrá soledad para aquellos que son dignos”.

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