Ese muchacho que une a España (y no va de nada)

Rafa Nadal

Debo escribir y escribo que, a lo largo de mi ya larga existencia, que pienso prolongar, jamás había contemplado un espectáculo deportivo donde una inmensísima mayoría de españoles se reunieran desde primera hora de la mañana de un domingo a contemplar -como si de su propia suerte se tratase- al muchacho de Manacor desafiando a los elementos.

¿Por qué? Rafael Nadal es más que un tenista repartiendo mandobles a una bola. Ha terminado por convertirse en icono mundial de una serie de valores, cuasi en extinción. Esa es la clave. Acepta la derrota cuando pierde y exhibe una humildad digna de mejor causa cuando gana. Es el ejemplo terrenal de los millones y millones de seres humanos que padecen situaciones adversas, que tienen que levantarse cada día en medio de dificultades sin cuento.

Nunca vi por estos lares al grueso de una nación mimetizarse con un deportista -que compite en solitario- de la forma y manera que lo hace con Nadal. Las madres, como el hijo que le hubieran gustado tener; los padres porque han soñado con tener un vástago con triunfos cósmicos. Los amantes del deporte limpio porque difícilmente han podido contemplar gestas sobreponiéndose al rugir del cierzo.

Nadal nunca se ha escondido respecto a nada. Se conduce con su propio paso, lo adoba con ingredientes de sentido común y realismo. Resultan desternillantes en este contexto los peros que le adjuntan al campeón desde posiciones marginales del secesionismo y aún más desde envidiosos corolarios que nunca hicieron nada, ni personalmente, ni desde las ideologías que dicen defender que están más caducas que las acelgas con escarcha. Siempre hubo y siempre habrá pronunciamientos de esa calaña.

Son los mismos que desprecian el esfuerzo, la lucha por la supervivencia, la existencia del otro y se revuelven contra todo lo contrario. Tengo para mí que más allá de los 21 Grand Slam, Nadal quedará, espero que por mucho tiempo, como la referencia básica de un elenco de valores que no caducan nunca mientras el hombre y la mujer continúen siendo seres humanos.

Hoy por hoy es el español que más une y enorgullece a sus patriotas moderados precisamente en su patriotismo; un triunfador sin ambages que no ha olvidado que sólo es un hombre.

Definitivamente, a estas generaciones de ciudadanos libres del sur de Europa, siempre nos quedará Rafa Nadal, sin olvidar, of course, que el tiempo todo lo puede.

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