El fútbol modesto, en el olvido
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La Real Federación Española de Fútbol sigue la línea heredada de Luis Rubiales, pero sin beso ni manos a la entrepierna. No puede ser diferente cuando quienes han sucedido al que también fuera presidente de la AFE, rara coincidencia curricular. No puede ser distinta si sus sucesores estaban en el mitin del aplauso generalizado. «No dimitiré», pero lo hizo. Los demás, no.
Aparte de la anécdota de que Miguel Angel Nadal vaya a ejercer las funciones que ejercieron predecesores como Antonio Borrás del Barrio o aquel presidente del Valencia, Pedro Cortés, se nos antoja totalmente imposible que Rafael Louzán sea capaz de remozar, de renovar ni hablamos, las atávicas estructuras y modelo de una institución cuyo vicepresidente es el máximo ejecutivo de la Liga de Fútbol Profesional. Un contrasentido sin causa lógica. Se deduce que le Federación dejará de oponerse a los partidos en viernes o lunes por la noche, toda vez que su prometida reforma ni siquiera ha dado para cumplir su primer mandamiento: el cese del presidente del CTA y una profunda renovación del sistema arbitral.
Pero lo peor no afecta a las competiciones profesionales, sino a las inferiores. El espantoso invento de convertir la Segunda B en Primera Federación, la Tercera en Segunda Federación y demás panoplias, ha arruinado a los clubs más modestos con un engaño para niños de párvulos para hacerles creer que militan en una categoría superior a la de su nivel y añadir gastos de desplazamientos y obligaciones de arbitrajes e instalaciones para los que ni están preparados, ni pueden asumir. Ya la pretensión de que alguna televisión pagara por transmitir estos partidos ha sido la tomadura de pelo definitiva. También nuestro ínclito Miquel Bestard, valedor de Pep Sansó, defenestrado en Las Rozas y apoderado en Son Malferit, trató de convencer a la autonómica IB3 para ofrecer la liga del grupo balear de tercera división. Otro fiasco para redondear la faena.
Tiene mucho trabajo Rafael Louzán aparte de su dedicación a los patrocinios árabes y al Mundial 2030, para merecer un asomo de credibilidad. El fútbol profesional no es o no debería ser de su competencia aun con el chollo de la Selección a su cargo, otra anticualla. Por el contrario su verdadera responsabilidad, el otro fútbol, sobrevive entre la indigencia y el abandono.