El ERE machista de Podemos
Este lunes Podemos ha cerrado un acuerdo con los trabajadores a los que ha despedido mediante el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que inició a principios de agosto, tras los nefastos resultados electorales obtenidos en las generales del 23J y en las autonómicas y municipales del 28M. La formación morada perdió en mayo más de dos tercios de sus representantes autonómicos, pasando de 47 diputados regionales a 15 y desapareciendo de 5 de las 12 comunidades donde se celebraron los comicios.
Y en julio pasaron de tener 35 diputados a sólo 5 que además estarán dentro del partido liderado por Yolanda Díaz. Esta debacle les ha hecho perder más del 90% de sus ingresos a nivel autonómico y el 70% a nivel nacional, lo que, según ellos, les ha obligado a cerrar ocho sedes territoriales, con el despido de sus trabajadores en Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla-La Mancha, Galicia, Madrid y Valencia, además de afectar a su sede central.
Aunque Podemos ha declarado en numerosas ocasiones que en España las indemnizaciones por despido son demasiado bajas y en febrero votó a favor de una moción de ERC para recuperar la indemnización de 45 días por año trabajado en caso de despido improcedente, en esta ocasión ha acordado con los trabajadores a los que ha despedido una indemnización menor, de sólo 38 días por año de antigüedad. «Ha sido como negociar con El Corte Inglés», son las palabras con las que desde el comité de empresa describen la dura negociación que han sufrido con su empresario, que no es otro que Unidas Podemos.
Pero más allá de la racanería demostrada, lo que más llama la atención es el aparente machismo demostrado por el partido de Irene Montero y Ione Belarra a la hora de decidir quiénes son los trabajadores que se marchan y con quienes van a seguir contando. Finalmente, Podemos despide al 70% de su plantilla, pero el ERE afecta al doble de mujeres que de hombres.
El 78% de las trabajadoras de su sede central salen de la organización, donde sólo seguirán contando con 28 empleados, de los cuales sólo siete van a ser mujeres frente a 21 hombres que supondrán el 75% de su nueva plantilla, tras pactar la salida de los 44 trabajadores de las distintas sedes autonómicas afectadas y de 33 de los 61 con que contaban en los servicios centrales ubicados en Madrid. De esta forma, Podemos incumple manifiestamente el Plan de Igualdad de sus estatutos, saltándose descaradamente la paridad que exige al resto de empresarios.
No es cierto, como se dice, que dato mata relato. El comportamiento aparentemente machista de Podemos en este ERE no convierte inmediatamente al partido en una institución machista y patriarcal. Puede haber razones que justifiquen que en su sede central hayan despedido a la mayoría de las mujeres, quizá porque ocupaban puestos menos importantes o duplicados, o porque diera la casualidad de que resultasen menos productivas e imprescindibles que los 21 hombres con los que van a seguir contando. Para poder sentenciarlo deberíamos tener muchos más datos e información. Lo que es indudable es que, si les aplicamos a ellos el mismo criterio moral por el que ellos miden a los demás, es imposible que salgan bien parados.
Si a Inditex o a Mercadona, por ejemplo, se les ocurriera hacer un ERE en las mismas condiciones que lo han hecho ellos, todos sabemos ya las bilis que estarían ahora vertiendo Montero, Belarra, Echenique, Verstrynge y el mismo Pablo Iglesias; ese que «azotaría a Mariló Montero hasta que sangrase», manda a callar a Irene Montero tapándole la boca con su mano, y se insinuaba con sus alumnas diciéndoles «voy al baño a refrescarme, te espero ahí». Podemos es un partido machista como fiel imagen de su líder y fundador, el macho alfa de la manada podemita y este ERE no hace otra cosa que confirmarlo.