Disfrutar lo votado
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Seguro que han leído o escuchado en numerosas ocasiones esa frase que titula el artículo y que resume a la perfección el estado político en el que se encuentra la España actual. A cada información sobre una medida política o económica del Gobierno que afecta negativamente a un colectivo, un territorio o un segmento poblacional, le acompaña, en redes, pero también en la barra de bar, el espacio más costumbrista que tenemos, el institucionalizado y lacónico, con un punto de sorna «a disfrutar de lo votado». Una sentencia que viene a responsabilizar al votante de que tengamos un gobierno Frankenstein culpable de lo que está sucediendo en España con los numerosos problemas que nos crea su falta de gestión, preparación y criterio. Pero si tenemos los gobernantes que merecemos, mediocres e inútiles, y estos se parecen a la ciudadanía que les vota, habrá que empezar a responsabilizar a aquélla de las decisiones que toma cuando deposita su elección en unas urnas llamadas a ocultar la falta de democracia en todo lo demás.
Julio Anguita lo definía bien cuando repetía aquello de «no me quiera usted tanto y vóteme más», que en la modernidad de la política excel se traduce por «los españoles votan mal». Pero es que los españoles están votando mal, a tenor de los últimos resultados electorales y su percepción sobre la situación que vive el país. Y esta realidad no esconde el sentido autocrítico que todo el que ostente representación pública debe hacer ante un revés electoral o un cataclismo de apoyo sociológico puntual. Sin embargo, llega un momento en que hay que virar el foco hacia el ciudadano, que toma decisiones libres respecto a quien quiere que decida el destino de sus vidas, y no sólo de su dinero.
El concepto responsabilidad nace paralelo a la Revolución Industrial inglesa y a la revolución de guillotina y directorio en Francia. En España aparece ya en el XIX y aduce a comportamientos propios de quien dimite de sus acciones. La responsabilidad acompaña al ejercicio de libertad como elemento inseparable, lo que obliga al defensor acérrimo de lo primero a asumir las consecuencias de los actos que evoca y provoca. Empero, la responsabilidad, a diferencia de la culpa, exige de una contraparte que solicite aclaración e interpele con reclamaciones nuestra actitud o acción determinada. Y es por eso por lo que se suele considerar exentos de responsabilidad a los ciudadanos que eligen a los gobernantes, cuando de ellos depende su continuidad en el cargo.
Sucede que uno lleva la responsabilidad al extremo cuando se vota, por ejemplo, al PSOE en Tacoronte (Tenerife), municipio canario que sufre la inmigración ilegal desatada que el Gobierno de Sánchez ha provocado con sus decisiones ejecutivas y legislativas. La población de ese pequeño pueblo, a tenor de los últimos sucesos y manifestaciones, está cansada de los robos, violaciones, agresiones e intimidaciones que los hijos magrebíes de Mohamed (quien vacía sus cárceles de delincuentes para entregarlos generosamente a España) perpetran a diario por sus calles y plazas. Tuvieron oportunidad de cambiarlo, pero decidieron seguir votando socialismo.
Por su parte, Almaraz es una pequeña localidad cacereña conocida por albergar en sus inmediaciones una central nuclear. El PSOE, partido mayoritario elegido por los vecinos de Almaraz, ha votado a favor del cierre de la central -siguiendo al Gobierno sanchista- que daba de comer a más de media comarca. Cuando en poco tiempo se vean las consecuencias de su inconsecuencia, empezarán a pedir al Estado que les ayude a sobrevivir. Pero votaron de manera compulsiva y satisfecha a quien les está llevando a la ruina. Una ruina ecológica y sostenible, eso sí.
De igual manera, podemos catalogar de merecido lo que sufren cada día en San Sebastián, Bilbao o en la reina de todas las irresponsabilidades sociológicas, Barcelona. Votaron a partidos que les metió la delincuencia en casa, sin dejar el sofá, mientras luchaban en bata contra la inexistente ultraderecha. La misma inconsecuencia de quienes eligen separatismo pagado por aquellos a los que odian, sufriendo su extrema responsabilidad y disfrutando con miedo e incertidumbre dicho voto en conciencia. Se siente. Porque si Sánchez gobierna, si Feijóo y Abascal opositan, y si Rufián y Nogueras parasitan, no es porque ellos lo hayan elegido, que también, sino, sobre todo, porque los ciudadanos así lo han votado. Ahora que los disfruten y no se quejen.