En defensa de la Constitución frente a los enemigos de España
España celebra hoy el Día de la Constitución, una fecha que debería ser símbolo de unidad de una nación que hace 42 años supo reencontrarse a sí misma, dejando atrás las pendencias del pasado para encarar, juntos todos, un futuro de libertad. Más de cuatro décadas después celebramos la entrada en vigor de aquella Carta Magna envueltos en las brumas de un paisaje político en el que el Gobierno se aferra al poder con el apoyo interesado de los enemigos de España: de todas aquellas formaciones que en cualquier país democrático serían vistas como una excrecencia política. La tragedia de España es que celebramos una fecha histórica bajo una amenaza tan real como el pacto sellado entre el Ejecutivo socialcomunista con golpistas y proetarras. El régimen del 78 está en peligro, porque por primera vez en nuestra historia democrática el Gobierno de España ha unido sus pasos a los de quienes no tienen otro afán que quebrar aquel pacto por las libertades consagrado en una Constitución que quieren convertir en papel mojado.
Hoy, como nunca antes, es necesario que el constitucionalismo se haga fuerte frente al desafío lanzado por un Gobierno que ha traspasado todas las líneas de la decencia y la dignidad políticas para embarcarse en un peligrosísimo viaje con unos compañeros que representan lo más abyecto y nocivo para los intereses nacionales. Esta fecha solemne debería convertirse en el dique de contención que frene las aspiraciones separatistas y totalitarias de quienes han descubierto en Pedro Sánchez un aliado por necesidad: la necesidad de mantenerse en el poder a todo costa.
No es exagerado decir que España está en peligro y que la democracia corre el riesgo de convertirse en una mera apariencia. Y es por eso que esta fecha debería servir de impulso a los partidos que defienden la Constitución para superar cualquier disputa que les aleje, y nos aleje, del objetivo común de doblegar la siniestra embestida de los adversarios de España, esa que alienta la desmedida ambición de un hombre incapaz de entender que el coste de su permanencia en el poder representa una amenaza real para la convivencia democrática.
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