La continuación del bulo sanchista de Malasaña

La continuación del bulo sanchista de Malasaña

La situación de la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González, es insostenible. No estamos hablando de incompetencia en la gestión -se da por descontado-, sino del alud de mentiras que ha vertido tras permitir la manifestación nazi por el barrio de Chueca. La delegada de Pedro Sánchez sabía 24 horas antes quiénes eran los convocantes y cuáles eran sus intenciones, porque los cabecillas estaban perfectamente identificados y, porque, además, la Policía hizo llegar los nombres de los asistentes a la manifestación antes, incluso, de que esta comenzara.

Mercedes González miente doble y triplemente, porque la ley permitía prohibir la marcha nazi por «peligro para las personas», algo que, dado el perfil de los manifestantes, hubiera justificado que no se llevara a cabo. El Gobierno miente de forma descarada, porque no es verdad que no supiera cuál era la intención de los convocantes. Miente porque la Policía le advirtió antes, durante -prácticamente en tiempo real- y después de la marcha. Por decirlo de forma aún más clara: sabía perfectamente quienes y a qué iban a Chueca, pero permitió la manifestación por dos razones: primero, para que el Gobierno socialcomunista pudiera reafirmar, utilizando la manifestación de unos nazis, su bulo del odio, ese que ya utilizó en la falsa agresión de Malasaña y que pretende vincular a Vox y al PP con los delitos de homofobia. Y segundo, para desviar la atención de las manifestaciones de apoyo convocadas por Bildu -los socios de Sánchez- en homenaje al sanguinario etarra Henry Parot.

La delegada del Gobierno lo sabía todo, pero a su jefe le interesaba desviar la atención: dejamos que se junten un grupo de nazis en el centro de Madrid, contraprogramamos las concentraciones proetarras y, de paso, le endosamos a la derecha la culpa de lo que pase en Chueca. Esa era el guión de La Moncloa, pero le salió mal -otra vez-. Mercedes González no puede seguir un minuto más en el cargo. Sánchez, por supuesto, dejará que se achicharre políticamente y, transcurrido un tiempo, le cortará la cabeza. Así son.

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