Secuela de la columna publicada el 29-F

Las cloacas eran Iglesias y sus periodistas de cámara

Las cloacas eran Iglesias y sus periodistas de cámara

“Fue a por lana y salió trasquilado”. “A todo cerdo le llega su San Martín”. “No ofende quien quiere sino quien puede”. “Consejos vendo que para mí no tengo”. “Cree el ladrón que todos son de su condición”. “Esto es pan para hoy y hambre para mañana”. “Quien a hierro mata, a hierro muere”. “El cazador, cazado”. Así, a vuela pluma, se me ocurren estos adagios para describir la situación procesal, mediática y ética en la que ha quedado el vicepresidente del Gobierno tras descubrir la Fiscalía Anticorrupción y el juez García-Castellón sus trampas en un caso Dina que ha acabado convertido en el caso Iglesias.

Todo comenzó en julio de 2016, por cierto mientras yo me encontraba en Estados Unidos de vacaciones, cuando una fuente llamó al periódico y facilitó a Miguel Ángel Ruiz Coll pantallazos del chat interno de Telegram de la cúpula de Podemos. Entre otras lindezas, el macho alfalfa, que no alfa, aseguraba que era “un marxista devenido en psicópata”. Una verdad incontestable. Me llamó la atención tamaña sinceridad en un mentiroso y cínico patológico. Pero por primera vez en mucho tiempo, y sin que sirva de precedente, no faltó a la verdad. Es tan violentamente machista como mentalmente psicopático.

La segunda barrabasada haría las delicias del mismísimo jefe del Estado Islámico. “Azotaría a Mariló Montero hasta que sangrase”, apuntó, entre el silencio cómplice o pelota y las carcajadas del resto de integrantes del foro podemita en el cual había, por cierto, bastantes mujeres. Lo publicamos y fue un auténtico terremoto. Eso sí: ninguna dirigente podemita, socialista o feminista dijo ni mu. Quien sí puso en su sitio a este cavernícola fue el Instituto de la Mujer, que reprobó en tiempo y forma las australopitecas aseveraciones.

La polémica no fue más allá porque el acomplejado PP le tiene más miedo que a un nublado. También callaron como mierdas cuando, desde la tribuna de la Carrera de San Jerónimo, el machaca de Nicolás Maduro aseguró que Andrea Levy se “calienta” con el podemita Miguel Vila. Idéntica cobardía exhibieron cuando se mostró dispuesto a prestarle el “despacho” a la popular para que “se entienda con él”. Imagínense la que se hubiera montado, y con razón, si la mala bestia que vomita estas palabras es un dirigente del PP, un gerifalte de Vox o un mandamás de Ciudadanos. Sin ningún género de dudas, se hubiera tenido que exiliar en la Estación Espacial Internacional. Es menester recordar, porque si no la radiografía de Al Baghdadi Iglesias queda incompleta, lo que este pájaro espetó en una rueda de prensa a una periodista que le hizo una pregunta incómoda: “Bonito abrigo de piel lleva”.

La cosa quedó ahí porque a este sin vergüenza le sale todo gratis. Es como el matón del cole al que nadie se atreve a responder por miedo a que le linche su banda. Pero hete aquí que cuando se detuvo y se registró el domicilio del ex comisario Villarejo aparecieron en su poder copias de la tarjeta sim de la ayudante de Iglesias, Dina Bousselham, en las cuales aparecían obviamente estos pasajes. Básicamente porque ella era una de las participantes que le reía las nada graciosas ocurrencias machistoides.

Las mentiras tienen las patas muy cortas pero ésta, en concreto, tenía el tamaño de las de una rata de cloaca

Como quiera que lo habíamos publicado nosotros, esta chusma trazó un silogismo muy sencillo: los chats los robó el comisario y se los entregó a OKDIARIO y ambas partes forman parte de una trama delictiva. “Las cloacas”, apuntaron en una suerte de pistoletazo de salida al apaleamiento de los profesionales de este diario y de un servidor. Iglesias sabía perfectamente que era una calumnia como la copa de un pino. Y la tal Dina tres cuartos de lo mismo. Pero continuó erre que erre tejiendo en torno a esta mentira el principal relato argumental de una campaña, la de las generales de abril de 2019, en las cuales debió pronunciar las palabras “Inda” y “OKDIARIO” no menos de 500 veces. Todos los días era la misma cantinela.

A la par, medios de comunicación de estricta obediencia podemita como El Plural, Infolibre y ese libelo de Roures llamado Público nos dijeron de todo y por su orden. Similar rol jugó el socialpodemita El Diario. También entró en el diabólico y no menos rastrero juego el antaño sorayista, hoy sanchista, y siempre gubernamental, El País. Por supuesto, no pusieron en duda la tesis de Iglesias… ¡¡¡hasta ahí podíamos llegar!!! Les daba igual que su teoría fuera verdad, mentira o mediopensionista, el caso era seguir los dictados de su caudillo. Entre tanto, los abogados del líder comunista reclamaban al juez mi imputación y la entrada y registro en el periódico y en mi domicilio.

Las mentiras tienen las patas muy cortas pero ésta, en concreto, tenía el tamaño de las de una rata de cloaca. A los pocos días se supo que quien había recibido la tarjeta sim de marras, que según la tal Dina le habían sustraído, era el Grupo Zeta y, a más a más, que quien se la había entregado al comisario encarcelado habían sido los periodistas Alberto Pozas y Luis Rendueles. Las risas maléficas de la redacción de OKDIARIO se escucharon en Sebastopol. La revista Interviú, que ambos dirigían, había comprado la tarjeta sim del teléfono de la tal Dina para publicar imágenes íntimas de la asistente de Pablo Iglesias. Esa versión no es incompatible con la tesis que sostiene que ella estaba detrás de todo y deseaba contar al mundo entero cual venganza servida en plato helado la catadura machista del führer de Podemos.

El orgasmo profesional sobrevino cuando desvelamos que Pozas, cuyo nombre es anodino para el gran público, era el número 2 de Comunicación de Pedro Sánchez en Moncloa. Acabó imputado por revelación de secretos y tuvo que coger los bártulos y pirárselas de Palacio. A día de hoy mantiene esta condición penal. Los medios podemitas informaron a regañadientes y de tapadillo de este inconveniente en forma de realidad que estropeaba sus titulares.

La bomba procesal estalló hace 10 días al hacerse público un durísimo informe de la Fiscalía Anticorrupción

La vida siguió igual con Iglesias instalado en la patraña y la calumnia todo el verano y el otoño de 2019. Las cosas empezaron a complicarse para él y para la tal Dina a medida que fue avanzando la investigación en ese invierno a caballo de dos décadas que tan peligrosamente hemos vivido por culpa del maldito coronavirus. La bomba procesal estalló hace 10 días al hacerse público un informe de la Fiscalía Anticorrupción, durísimo en el fondo y en las formas pese a haber sido limado por la fiscal general de Pedro Sánchez, Dolores Delgado. En él se sugería que Iglesias podría haber cometido un delito de revelación de secretos, castigado con hasta 5 años de cárcel, y otro de obstrucción a la Justicia-daños informáticos, penado con un máximo de 3.

¿Por qué este giro de 180 grados? Primero porque Iglesias vio el contenido de la tarjeta sim de la tal Dina, en la cual había fotos íntimas de ella. En segundo lugar porque cuando se la dio a su ex asistente, ¡¡¡seis meses después de que el vicedircom de Sánchez se la entregase!!!, estaba destrozada. Vamos, que la debió romper al más puro estilo de los discos duros de Bárcenas: a martillazos. ¿Por qué la destruyó? El sentido común, que en contra de lo que se infiere del aforismo, es el más común de los sentidos, indica que quería deshacerse de cualquier rastro que hubiera en su contra, penal o no penal. Material comprometedor, en resumidas cuentas. Ni más ni menos, ni menos ni más.

El titular del Juzgado de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional ha retirado a Iglesias la condición de perjudicado. Y, para más inri, la ex asistente personal dice ahora en un escrito enviado a mitad de semana a la Audiencia Nacional que el líder de Podemos no le facilitó la tarjeta de su teléfono destruida y que ella misma hizo pantallazos de las afirmaciones machistas de su íntimo amiguete. Y la muy caradura lo hace tras haber afirmado lo contrario anteriormente en tres ocasiones. Su misión es obvia: salvar el cuello al jefe. El problema es que es perjurio sobre perjurio. Lo que ha conseguido con esta treta jurídica es enmerdar más, si cabe, el camino tanto a ella misma como a su compañero de viaje. Ahora se enfrentan a una más que posible imputación no sólo por revelación de secretos y obstrucción a la Justicia sino también por fraude procesal, amén de una segura querella de esta casa por habernos metido en una “trama” que sólo existía en sus enfermas mentes.

Lo más grave de todo es que la mayor parte de los medios que nos sometieron a su particular Ley de Lynch no han pedido perdón, tampoco han publicado las novedades concernientes a OKDIARIO, menos aún han enfatizado el hecho de que su señoría confirma que nosotros nos limitamos a ejercer nuestro derecho a la información y el de nuestros lectores a saber cómo son sus gobernantes. ¿O acaso no tenía interés informativo publicar las aberraciones que escupió Pablo Iglesias, que constituyen una incitación en toda regla a la violencia machista? Sólo El Diario de Escolar y El País —cuyo maravilloso Libro de Estilo es últimamente papel mojado— han dado cuenta de este pequeño gran detalle. Eso sí, entre líneas para que no se note mucho su previa puñalada deontológica. La mítica frase del mejor presidente de la historia de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, tan de moda estos días, sirve de perfecta metáfora para poner punto y final a esta columna semanal: “Se puede engañar a todos un poco de tiempo, a unos pocos todo el tiempo, pero es imposible engañar a todos todo el tiempo”. El pensamiento único es paticortísimo.

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