¿Es catalán y de Vox? Póngase casco

¿Es catalán y de Vox? Póngase casco

Cataluña es tierra de tradiciones ancestrales: el vino en porrón, la butifarra con judías, los castillos humanos, la sardana, el ‘caganer’ en el belén, los presidentes del Barça condenados o con problemas judiciales y el apaleamiento moral o físico por parte de radicales secesionistas a los dirigentes políticos catalanes que se oponen a las tesis independentistas. Esta última costumbre ha cogido tanta fuerza, que ha superado incluso a otra de las prácticas más estimadas por el buen separatista: insultar y pedir que despidan a cualquier camarero o dependiente que ose contestarles en español. Que Cataluña siga siendo España no les detiene a la hora de pedir la cabeza de cualquier trabajador que decida ejercer su derecho a usar la lengua oficial de nuestro país.

Pero vayamos al deporte de moda en estos días. Los separatistas radicales, acostumbrados como están a que los Mossos d’Esquadra no les detengan cuando amedrentan, insultan o tiran piedras a cualquier político que no les guste, han decidido que Vox no tiene derecho a hacer campaña electoral en Cataluña. También Ciudadanos, PSC y PP ven atacadas sus sedes, y sus dirigentes son acosados en las redes sociales, pero lo que están sufriendo los de Abascal roza lo obsesivo. No hay acto de Ignacio Garriga, Javier Ortega Smith, Rocío Monasterio o cualquier otro líder de esta formación que no cuente con un comité de recepción independentista bien pertrechado de odio y de objetos listos para ser arrojados.

La geografía del odio secesionista hacia Vox se extiende por todo el mapa de Cataluña: Barcelona, Reus, Gerona, Lérida y Sabadell, y eso que aún no hemos llegado al meridiano de la campaña electoral. Así que, si usted es simpatizante o dirigente de Vox, vaya preparando el casco, porque lo que sí ha quedado claro es que Ignacio Garriga no se arruga y no va a dejar que estos radicales le impidan trasladar su mensaje. La violencia secesionista no sorprende, ya hemos dicho que es una tradición que han sufrido, y siguen padeciendo a diario, los dirigentes de PP, Cs y PSC, en mayor o menor grado. A lo largo del ‘procés’, Xavier García Albiol, el actual alcalde de Badalona, ha sufrido incluso ataques verbales en presencia de su hija; a Alejandro Fernández le han destrozado su vehículo en su garaje; han desinfectado calles con lejía tras haber pasado por ellas Inés Arrimadas y a Miquel Iceta le han propinado tantos insultos homófobos que podría escribir una enciclopedia de la injuria.

El precio de no ser separatista, y defender la Constitución y el Estado de derecho en Cataluña, es sufrir cada día todo tipo de ataques e insultos. Algunos son muy molestos, como los de las redes sociales, pero que no dejan de ser ladridos que casi siempre no van más allá. Pero es muy fácil para esta panda de fanáticos cruzar la frontera y pasar a la acción directa de señalar domicilios, destrozar coches, llenar las calles con carteles con tu foto insultándote, lanzar objetos, intentar golpear… Recuerdo que hace unos meses, en L’Hospitalet de Llobregat, una panda de radicales independentistas se dedicaron a lanzar cohetes de pirotecnia a unos simpatizantes de Vox que habían organizado una barbacoa en un campo de fútbol. Así las gastan.

Los separatistas juegan con ventaja cada vez que llega una campaña electoral. Además de tener los medios de comunicación catalanes públicos, y la gran mayoría de los privados, a favor, pueden difundir su mensaje tranquilamente en la vía pública. Los líderes no independentistas son objetos de escraches, las carpas de sus partidos son atacadas y sus vallas publicitarias vandalizadas. Y en tiempo de pandemia, cuando la mayoría de los actos públicos son telemáticos, los partidos secesionistas no tienen ningún problema en violar todas las normativas sanitarias para ovacionar a los presos golpistas. Esta es la “democracia” de Junqueras, Puigdemont, Rufián y Borràs.

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