Opinión

Casado-Ayuso: ¡Se sienten, coño!

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Así: imperativo. Más educadamente que el grito gutural del espadón Tejero en el golpe de 1981, pero con similar firmeza: ¡Se sienten, coño! Porque éste es el panorama del país: crisis de suministros; inflación que recorre el mismo camino que el IPC de la Transición; costes inabordables de la energía que amenazan con dejarnos sin calefacción; gas a todo gas, más caro que nunca y en menor cantidad que nunca; reforma laboral que seguirá enfrentando, pacten lo que pacten, a dos conmilitones del Gobierno que se pelean a dentelladas; mentiras y más mentiras difundidas desde un Gobierno que ni siquiera respeta la división de poderes; ataque sin precedentes al Supremo y al Constitución que barrena los más elementales principios democráticos; pactos con los independentistas e incluso con los herederos de la banda asesina ETA; supresión práctica de la libertad de expresión por la vía del aherrojamiento de los medios informativos independientes y el control total de los altavoces estalinistas del poder político; declaración de ilegalidad de dos estados de alarma, incomparecencia en las Cortes del presidente para explicar el auténtico Estado de la Nación… ¿Hay quién dé más? La relación no es exhaustiva, pero sí auténtica, radical, por eso, ante este dramático panorama la pregunta es inevitable: ¿cómo es posible que la oposición se enrede en batallas pueriles internas y se desgaste en riñas con los cercanos, con los que, si las cosas terminan como parece, tendrá inevitablemente que entenderse?

¿Qué hacen Casado y Ayuso dejando que sus acólitos más irredentos se larguen a diario cuchilladas? Si en ambos lados te puede la curiosidad y preguntas: ¿Es cierto que “casi” no se hablan? Te puedes encontrar con la respuesta gestual de unos interlocutores que se encogen de hombros como transmitiendo que “yo que sé?”. Es cierto que cuando alguien se calla, no otorga, simplemente no dice nada, pero esa no es la impresión que queda tras una conversación de este jaez. Parece que los encargados de relatar el momento de las relaciones entre Casado y Ayuso en vez de negar las discordias, se limitan a entrever que las cosas están francamente mal. En esta situación, todo el centroderecha del país exhorta al entendimiento, y más aún, a que ambos se junten como en los tiempos en que el primero propulsaba a la segunda y ésta, a su vez, prometía convertirse en su más fiel escudera. Militantes, simpatizantes y hasta votantes a la fuerza porque detestan al Frente Popular, no entienden de ninguna forma que no se sienten al alimón, que no se digan lo que quieran, y salgan, tras largas o cortas horas de reunión, con un acuerdo irreversible. Porque ¿no es estúpido el motivo conocido, el que se basa en que un Congreso regional se convoque para un mes cierto o dos después? ¿De qué estamos hablando?

Estas divergencias en la realidad vital terminan con un gráfico: “Yo me voy por dónde quiero y tú debes hacer lo mismo”. Suele ocurrir algo como esto en las relaciones personales mientras algún pendejo que espera la ruptura, se tuerce la barriga de risa y va contando las miserias para que cada quien se convierta en vocero mayor del Reino. “No le cuentes tus males a tus amigos, que les divierta su p… madre”, dejó escrito el genial Agustín de Foxá. Pues eso. En la política de ahora mismo todo debería transcurrir de otra manera, como en los vestuarios del fútbol donde se perpetran y se chillan las mayores abyecciones, pero al cuarto de hora, ya en el césped, cada quien se abraza, de buena o mala gana que esa ya es otra cuestión, con su mayor enemigo, el que le pretende sisarle el puesto. Pero, ¡ca! en este proceloso rifirrafe entre Casado y Ayuso, primero opinan los peores de la clase, los que según parece trabajan para el enemigo; no les calla ni el bramido de las grúas del Bernabéu. Un horror. Los barandas o permanecen en silencio o, peor aún, realizan declaraciones medidamente ambiguas que ensucian todavía más el campo de juego. Siendo tan listos/as, tan capaces, ¿por qué se comportan como imbéciles de cotolengo?

¡Se sienten, coño, se sienten! Y eso sí: no vayan por España proclamando sus victorias parciales que también encharcan el terreno. Que si “ésta” se ha tenido tragar que el Congreso será cuando nos dé la gana a nosotros, que si a “este” no le han dejado formar gestoras en pueblos incluso desconocidos, que si el secretario general se ha negado a asistir a la Junta porque no quiso soportar los aplausos a la presidenta de Madrid, que si los próximos a Ayuso sabían de la razón personal de Egea (el internamiento de su hijo recién nacido) y sin embargo han dejaron correr la especie del plantón… Escoceduras colegiales, pero malintencionadas que están deteriorando una imagen de unidad que es la condición básica en la que se fundamentan los votos de los electores del centroderecha. Hay que insistir: ¿se puede ser más bodoque?  Y se debe repetir: ¡se sienten, coño! Se sienten sin más amigos que una pluma estilográfica, para evitar, entre otras cosas, que los inevitables largones se precipiten a sus periódicos de cabecera a narrar lo que ha sucedido en el encuentro. Todo menos contemplar al irritante viajero Sánchez partirse la médula observando cómo el centroderecha se despelleja como los pavos en Navidad. Como ese sujeto continúe en el machito, España en dos años será sólo un recuerdo, asesinada únicamente en cuatro años de “historicidio” criminal. ¡Se sienten, coño! salgan a la palestra juntos otra vez, como en la escena del balcón del 4 de mayo, victoria por cierto de Isabel Díaz Ayuso. ¿O es que también vamos a lamentar eso?