Cainismo comunista: el poder es lo que cuenta

Cainismo comunista: el poder es lo que cuenta
Cainismo comunista: el poder es lo que cuenta

No ha sido una buena semana para Pablo Iglesias, salvo que se ha confirmado que es el que dirige fácticamente en el espectro de extrema izquierda y que, además, jamás tuvo intención alguna de abandonar la vida política en activo.

Una fiscal de Zamora, la única capital de provincia en la que, incomprensiblemente, mandan los suyos desde hace lustros, ha pedido archivar la denuncia de su padre contra la diputada Álvarez de Toledo; recordarán que ésta, harta de que el entonces vicepresidente del Gobierno la intentara zaherir con el epíteto de «marquesa», le espetó a su cara aquello de «es usted el hijo de un terrorista…». Se molestó mucho, pero si la petición fiscal es recogida por el juez en su sentencia, habrán hecho padre e hijo un pan como unas hostias. A partir de ahí, llamarle «hijo de terrorista» saldrá barato. La ley natural sostiene que los presuntos delitos de los progenitores no pueden ser atribuidos a los descendientes, pero claro, cuando se va a vendimiar se corre el riesgo de ser vendimiado.

No es lo anterior lo que interesa a este post. Lo realmente sustantivo es que tras su feroz ataque a la vicepresidenta Díaz («Te hemos (te hice es lo que pensaba) hecho ministra… Respétanos…»), como punto seguido a otros jueguecitos conspirativos internos de los últimos tiempos, queda claro que los neocomunistas vuelven a las andadas en una cruenta lucha por el poder. No les separa la ideología, las tácticas ni las estrategias. ¡Que no! Lo que ambas facciones persiguen es el poder, los altos cargos y los dineros y privilegios que de ellos emanan. Los de las «iglesia ateas» están convencidos de que aquella ignota ferrolana que llegó a Madrid sin más bagaje que el largo dedo de don Pablo se ha conjurado para deshacerse de ellos y, si fuera posible, dejarlos a la intemperie. ¡Hasta ahí llegó el agua!

Lo primero es subrayar que en esto no se le puede restar razón al fundador de Podemos, expresado, eso sí, en su estilo más brutal y descarnado. Yolanda Díaz es la que es porque él quiso. Punto. Decidió nombrarla ministra de Trabajo cuando pudo y quiso tras su pacto con Sánchez a finales de 2019. Las cosas como fueron.

En los temas ideológicos nada les separa. Son lo mismo y exhiben fervor por idénticos nombres y personajes: Marx, Lenin, (algunos como Garzón y  Santiago, incluso Stalin), Fidel Castro, Hugo Chávez, Maduro y Xi Jinping.

Lo que les separa son valores y presupuestos ad hominem. Liderazgos y nomenklatura. Es decir, lo de siempre. Son jóvenes y a la vez muy antiguos; ambos añejos en conservar los antiguos demonios familiares de sus ancestros políticos y timoneles. La Historia siempre vuelve.

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