Aragonès, vosotros no sois Cataluña

Aragonès, vosotros no sois Cataluña

También podría haber titulado este artículo de forma más visceral. Es verdad, cuando les oigo hablar de «la voluntad de los catalanes” sacaría un espetec (Tarradellas o no) y una botella de Ratafía de cualquier marca y se lo tiraría a la cabeza. Como salir de alma escribiría algo tipo: “Aragonès, vete a cagxx a la era”. Pero hay que fastidiarse y no caer en excesos de mal gusto.

«Si no se encarrila políticamente el conflicto político entre Cataluña y el Estado, la voluntad de los catalanes de ser un estado independiente no desaparecerá, y si no hay respuesta por parte del Estado, no sé si será esta mayoría parlamentaria u otra, mi generación u otra, pero volverá a haber momentos de dificultad y de choque», dijo el presidente de la Generalitat en una entrevista con la Agencia Catalana de Noticias (ACN). Le importa un pimiento que la mitad de los catalanes rechacen la independencia. Y son datos del CEO.

No, la mitad de los catalanes, y bastantes más que ya van bajando del guindo, no tenemos el menor interés en ser un estado independiente. Más bien lo contrario: es una posibilidad que nos pone los pelos de punta, entre otros motivos porque ya no nos sacábamos a esos mediocres paranoicos nunca más de encima. Otra cosa es que seamos unos sufridores a los que van a bombardear de forma inclemente con las puxxx “mesas de diálogo” y todas sus absurdas negociaciones.

Ellos están también muy hartos. Seguro. No les arriendo la ganancia. En imposible que todos en ERC y el PdCat sigan creyéndose de verdad ese sinsentido. Hasta Ada Colau ha descubierto que no todos los catalanes estamos por la independencia. Lo ha reconocido entre lloros ante el machito “Alpha” Cuixart, que la defendía de los abucheos de los feligreses “enganchados” que se desahogan este verano en fiestas ¿populares? como las de Gracia (no se les ocurra poner los pies ahí).

Es una pura lucha por el poder, pero a ver ahora cómo arreglan el desaguisado. El secesionismo más ultra representado por la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, Elisenda Paluzie, abogaba de nuevo por una ruptura unilateral que con todo el morro anunciaba que se saldaría con poco daño. «Unas semanas o unos meses de un determinado caos, un conflicto de autoridades», decía en plan pitonisa obviando la experiencia reciente. Como si no hubieran sufrido el revolcón de las penas de cárcel y els presuspulítics. «De alguna manera debes de estar dispuesto a correr un riesgo» y a «tener una transición dificultosa», insistía Paluzie. “Dificultosa”. Que le pregunten a Carmen Forcadell.

Aragonès se irrita y anima a Junts y la CUP a poner sobre la mesa cualquier otra propuesta estratégica «si alguien tiene una alternativa aplicable a corto plazo”. “Los grandes cambios de fondo requieren pensar a largo plazo para empezar a poner las primeras piedras, hoy, de una nueva Cataluña mejor para que sea una realidad mañana». Y proyecta el tema entre “diez y veinte años vista”. Vamos, que nos ponemos a mediados de siglo.

Ante ese panorama, las palabras de Paluzie, aunque falsas, reconfortan a una masa que pide con desespero nuevos chutes de lo suyo. En Cataluña algunos se han comportado como capos de una droga “ideológica” que no es toda de diseño. Les han dado a probar las mieles de la comunión identitaria, del fervor compartido, de la ilusión xenófoba y del odio auto afirmante. Les han dado emoción de la buena a sus vidas sin problemas de verdad. Y no les sabe a nada la Metadona que les dispensan los partidos de gobierno. ¡Puaj!

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