El antónimo de “concordia” es “discordia”, Sánchez

El antónimo de “concordia” es “discordia”, Sánchez

Estamos haciendo un gran sacrificio. Después de 40 años de soportar a los nacionalistas, ahora les damos la razón. Y todo ello por la “concordia”. ¡La gran medicina! ¿Por qué algunos no sentimos sus salutíferos efectos? Ese bálsamo no está pensado para nosotros. Quizá porque esa supuesta “utilidad pública” que produce se parece al autoindulto y es privada. Lo que experimentamos en cambio es su antónimo, “discordia”.

Lo chungo es que de golpe aparecen políticos, intelectuales, periodistas o civiles varios dispuestos a creerse que va a funcionar. Desesperados porque sea la solución. Como dice Xavier Rius : ”Yo, que he visto tantas burbujas mediáticas con el proceso, compruebo que La Moncloa ha conseguido crear otra con los indultos”. Civiles como Javier Godó vuelven a deleitarnos con hipocresías como invitar a los separatistas a “construir unidos un nuevo proyecto de país”. Teniendo en cuenta que su proyecto es destruir España o, por lo menos, vivir a costa de odiarla, es un escarnio más por su parte. Porque la procesión quizá vaya por dentro, pero, por fuera, están los nueve de Lledoners envalentonados. No dejan de decir que lo volverán a intentar. Y Aragonés urgía hace unos días al gobierno a avalar ya un nuevo referéndum. ¿De dónde sacan los creyentes en el indulto toda esa confianza?  Como dice Santiago Navajas: “No son como Keynes, que cambiaba de opinión cuando cambiaban los hechos. Al revés: creen que cambiar de opinión llevará a cambiar los hechos”. No es la primera vez que vemos cómo la política se basa en la más pura superstición. Ahora los indultos son una especie de sortilegio. Todo-irá-bien por el poder de la magia. “Magia Borràs”, y nunca mejor dicho.

Sí. Nos dicen que lo hacen por nuestro bien. A pesar de ver cómo salen los insensatamente indultados de la cárcel: exultantes y con las pinturas de guerra. Despedidos cómo héroes por una parte del personal de la prisión y recibidos como lo mismo por amigos, familiares y hooligans. Como si hubieran estado injustamente encerrados y, al fin, se les hubiera reconocido. Como si declarar nula la legislación vigente y proclamar desde las instituciones del estado las leyes de Transitoriedad y convocar (¡otra vez!) un segundo referéndum ilegal hubiera sido, no una ensoñación, si no algo justo y encomiable que por fin se aprecia. Como si fueran víctimas de un Estado criminal que, como exclamó Cuixart “no ha podido mantenernos más tiempo dentro de la cárcel”.

Dice Sánchez que “concordia” viene de “corazón”. Y a media Cataluña se nos hiela, nos guarde Dios. No es “concordia” lo que se respira. Es “discordia”. Seguimos aquí, frustrados, enfadados e incrédulos. Sobre todo, quienes formaron la primera línea de defensa del Estado en Cataluña: policías, jueces, fiscales, interventores… Recordemos al miembro de la Unidad de Intervención Policial (UIP) que resultó gravemente herido en la plaza de Urquinaona.

También seguimos inquietos y con la mosca tras la oreja. Sabemos que la revolució dels somriures nunca existió.  Y que no son gent pacífica. Ya vimos suficientes aeropuertos invadidos, autopistas cortadas, fronteras bloqueadas, Aves boicoteados, contenedores quemados…  Hay mucho malestar. Las heridas que nos han infligido son profundas y ahora nos abandonan. Vergüenza del PSC estos días, con Salvador Illa, su candidato a la presidencia de la Generalitat, missing total.  De concordia nada. Lo que se ha sembrado es una vuelta de tuerca más en la discordia. No sólo en mi mundo constitucionalista. ¡Ni siquiera en el independentista, que van mordiendo la mano del indulto! Han hecho un pan como unas tortas.

 

 

 

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