Alemania recupera la mili por miedo a Putin
El gobierno de Berlín quiere ampliar su ejército, pero no para vigilar los mercadillos navideños y los trenes contra los terroristas yihadistas que han entrado en el país desde que la canciller Merkel les abriera las puertas en el fatídico año de 2015, sino para colocarlos en la frontera oriental. Vladímir Putin ha despertado a Europa de su sueño de un mundo de paz y comercio. Por miedo a los rusos, se están rompiendo los tabúes de la posguerra.
Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial ocuparon Alemania (y Austria) y disolvieron su ejército, la Werhmacht. La Guerra Fría provocó que en mayo de 1955 la República Federal Alemana (RFA) ingresase en la OTAN y fundase unas nuevas fuerzas armadas, la Bundeswehr. Ese mismo mes, la URSS y sus satélites europeos constituyeron el Pacto de Varsovia y la Alemania socialista (RDA) estableció el Ejército Popular Nacional (NVA) en 1956. Con la reunificación alemana de 1990, el NVA fue disuelto y el territorio de la RDA se incorporó a la RFA y, por tanto, a la OTAN y la UE.
De acuerdo con el sentimiento pacifista y de “fin de la historia” que reinaba entonces, el Gobierno de la canciller democristiana Angela Merkel suspendió la obligatoriedad del servicio militar y siguió reduciendo las fuerzas armadas. La larga guerra de Ucrania, que este invierno cumplirá su cuarto año de duración, y el apoyo de la OTAN a Kíev están haciendo que los países miembros, por presión de Estados Unidos, aumenten su inversión en defensa hasta alcanzar un 5% del PIB. Ese dinero se destinará, no sólo a abrir fábricas de armamento (como ya está ocurriendo en España) o a comprarlo a Estados Unidos, sino, también, a reforzar todas las fuerzas armadas europeas.
Los más adelantados en la forja de sus ejércitos son los países bálticos, los escandinavos y los polacos. Alemania, con su nuevo canciller, Friedrich Merz, no quiere quedarse rezagada y, por ello, el gobierno de coalición entre democristianos (CDU/CSU) y socialistas (SPD) ha aprobado la reanimación del servicio militar.
Ambos partidos, que han gobernado el país desde 1949, coincidían en la necesidad de aumentar el reclutamiento, aunque discutían sobre la manera de hacerlo, si con voluntarios o con forzados. Al final, el ministro de Defensa, el socialdemócrata Boris Pistorius, anunció hace unos días el recurso a los voluntarios, pero advirtió que la obligatoriedad podría regresar mediante una ley aprobada por el Parlamento.
El plan, que se pondrá en marcha en enero de 2026, pretende reclutar a 20.000 nuevos soldados, los cuales recibirán un salario bruto de 2.600 euros al mes; en España, la soldada es de 1.340 euros brutos mensuales, sin complementos. La Bundeswehr cuenta con unos 182.000 militares y la OTAN calcula que necesitará al menos 260.000 para 2035.
Además, para tratar de implicar a los jóvenes en la defensa nacional, el Gobierno convocará a todos los varones alemanes de 18 años de edad a exámenes médicos para determinar su aptitud para el servicio militar. Estos exámenes serán obligatorios y de ellos quedarán excluidos las mujeres, aunque podrán presentarse si lo desean. Para realizarlos a los 300.000 jóvenes que se prevé acudirán a la convocatoria, el Gobierno federal está tratando de reabrir las oficinas de reclutamiento militar de distrito cerradas en los años pasados u otros edificios.
Pistorius, ministro de Defensa desde enero de 2023, nombrado por el anterior canciller, el inane Olaf Scholz, ha prometido presentar al Bundestag un informe semestral sobre la marcha del reclutamiento. De no cumplirse los objetivos, el siguiente paso consistirá en un sorteo entre los mozos declarados aptos para alcanzar el número de reclutas. El ministro afirmó que el nuevo plan de servicio militar voluntario “podría servir de modelo para otros países” y añadió que otros dos miembros de la OTAN, Francia y el Reino Unido, “están atentos” a lo que hacen los alemanes. Pero no porque teman un ataque por parte de Alemania, sino para copiarlo.
Llama la atención que en este asunto del servicio militar la partitocracia alemana haya dado marcha atrás a la decisión de suspenderlo, pero, en cambio, mantenga el empecinamiento en otras claramente perjudiciales para la nación, como la renuncia a la energía nuclear y el rechazo a cerrar sus fronteras a los miles de inmigrantes asiáticos y africanos que solicitan asilo. Por otro lado, las declaraciones de diversos políticos y funcionarios en favor de la prohibición del segundo partido alemán, el identitario AfD, con el que pueden simpatizar muchos de los futuros soldados dado su patriotismo, quizás sean disuasorias para algunos de ellos: la república les considera soldados maduros para combatir y morir, pero no ciudadanos libres para votar al partido que se les antoje.
Por cierto, la oferta del reclutamiento no se dirigirá a los jóvenes inmigrantes. Éstos seguirán viviendo en el país, beneficiándose del estado de bienestar y sin devolver a la sociedad alemana nada de lo recibido de ella.