Y ahora, ¿qué hacemos con Don Juan Carlos I?

Y ahora, ¿qué hacemos con Don Juan Carlos I?
Y ahora, ¿qué hacemos con Don Juan Carlos I?
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Pura información, que el cronista no se introduce en otras honduras. Recién  archivada la causa de la supuesta cuenta corriente del Rey Juan Carlos I en Jersey porque no ha atisbado siquiera motivos de delito. Queda algún otro procedimiento, pero éste era fundamental. Ahora, en consecuencia, la pregunta insistente es ésta: ¿Qué hacemos a partir de este momento con él? Nadie contempla, y tampoco el interesado, que su obligada estancia en Dubai se prolongue sine die. Don Juan Carlos está deseando volver y, además, quiere hacerlo sin nocturnidad, con todos los atributos posibles. Si la pregunta se traslada al Gobierno de la nación, una de las partes que contribuyeron eficazmente a la salida. Algo parecido a un destierro de lujo, la respuesta es de manual, sea auténtica o no, que más bien parece lo segundo que no lo primero. Dice Moncloa: “Nosotros no intervenimos entonces y tampoco lo vamos a hacer ahora”. Es su versión que, desde la otra parte en cuestión, la Casa del Rey ha sido oficiosamente desmentida porque ya se sabe que el interés que tiene el jefe de la Casa, Jaime Alfonsín, de enfrentarse a Pedro Sánchez Castejón y su cuadrilla de vicepresidentes y ministros, es nula.

El Gobierno transmite, además, que en aquel momento fatídico en que Don Juan Carlos se alzó en un avión hacia un destino que tardó bastantes días en conocerse, se tuvo muy en cuenta la opinión del afectado que, según fuentes gubernamentales, se inclinó decididamente por salir de España. A este respecto es curioso: algunas de las personas que han visitado al monarca durante todos estos meses, sostienen lo contrario porque, con certeza, Don Juan Carlos les ha negado que su apartamiento de nuestro país fuera a consecuencia de su voluntad propia.

El Gobierno trata otra vez de quitarse el mochuelo de encima -dicho sea con el mayor de los respetos- e insiste en su explicación reiterada muchas veces en todo este tiempo, aunque bien es cierto que más o menos clandestinamente, off the record porque Sánchez y sus muchachos y muchachas han huido como de la peste de manifestar públicamente su posición.

Pero, llegado este momento, ya con la causa archivada por una Fiscalía no precisamente adepta a la Corona, alguien, como en el chiste de Miguel Gila, tendrá que mojarse. Las preguntas inaplazables son éstas: ¿Cuándo vendrá? ¿Cómo se le recibirá? ¿Cuál será su destino y su casa? La primera cuestión tiene fácil respuesta porque el Rey Padre lo ha dicho a quien ha querido escucharle: “Yo me voy de aquí en cuanto pueda, en cuanto me dejen”. La segunda no tiene contestación cierta porque nadie se atreve a pronosticar si su regreso será incógnito, como escondido de la circulación, o público, no apoteósico, desde luego, que en eso nadie piensa. Escribo que no hay contestación para una cuestión nuclear que puede representar incluso un reto de seguridad.

Y la tercera es la que posee más enjundia: ¿dónde vivirá el anterior Rey? Pues la información es veraz y anticipatoria: si se le pregunta al Gobierno de Sánchez, que alguna preocupación tendrá sobre el particular hay que creerlo así, la respuesta es tan contundente como ésta: el Gobierno no guarda el menor interés porque vuelva, ni quiere de ninguna forma que se aloje en su casa de siempre, el Palacio de la Zarzuela, ni le apetece en absoluto que su nuevo domicilio sea pagado con cargo al Estado, desde el Patrimonio Nacional.

Esta es la postura del Ejecutivo que, según queda constatado, pretende, en primer lugar, que no vuelva, en segundo, que en ningún caso se plante en La Zarzuela conviviendo además con el actual Rey Felipe VI, y con Doña Sofía, que es su esposa porque no ha habido ni separación ni divorcio. Por último Sánchez no acepta que su nueva morada le salga gratis, pagada por las cuentas públicas.

La cuestión está atascada en este punto y ello puede hacer que se demore el regreso. La noticia que recorre Madrid es que, visto lo visto, no le faltarán propietarios privados que le arrienden o le regalen una vivienda. Pero aún eso está por ver, porque algunos de los posibles mecenas o arrendadores, no van a estar por la labor de que se sepa su identidad. Es tanto el recelo e incluso la desafección que desprende actualmente Don Juan Carlos, que nadie quiere convertirse en carne del debate público. Y eso por escribirlo de forma generosa, porque si se prevén otras conductas menos afectuosas, lo probable es que cualquier amigo del Monarca, le diga “Cuánto le quiero, Señor, pero aparte de mí este cáliz”.

Los rumores que a veces representan un simple canallada y otras, como decía noche tras noche García, son “la antesala de la noticia”, apuntan, a mayor abundamiento, a que desde la Casa del Rey o más precisamente desde la Casa (Familia) Real, que ya se sabe que no son la misma cosa, se coincide con el Gobierno socialcomunista en las pocas ganas de que la vuelta se produzca y menos todavía de que se produzca cuanto antes. La discreción en todos los protagonistas de este sainete Real abunda en la impresión generalizada de que, según resulta, aquí en España muy pocos albergan deseo alguno del regreso.

El único que lo pretende y anhela es el propio Rey Juan Carlos al que, por otra parte, sólo escuchan los partidarios que han departido con él en su retiro, o los muchos que piensan desde dentro de España que es una arbitrariedad, una injusticia, mantenerle a tantísimos kilómetros del que fue su país. En apenas, horas todas estas cuestiones tendrán que ser debatidas en nuestra nación. En nuestra Historia ya hemos tenido demasiados reyes exiliados.

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