21A: un mero trámite

21A: un mero trámite

La celebración del día de la patria vasca el pasado Domingo de Resurrección mostraba la tranquilidad con la que se afrontan las elecciones del próximo día 21. Y es que lo que tiene que pasar va a pasar, con independencia de los resultados que ofrezca el recuento de los votos: el PNV, con un ligero descenso en el número de escaños, mantiene el tipo y la lehendakaritza; EH Bildu confirma su liderazgo de presente y futuro en la sociedad vasca; y el PSOE corrobora la renuncia completa a ese mismo liderazgo social que históricamente tuvo en muchas zonas del País Vasco.

La consecuencia más reconocible es que se certificará el rotundo éxito de la operación de blanqueamiento de ETA-Bildu. Y es este éxito un mérito de todos los participantes en la operación: de la izquierda radical por su identificación ideológica y por el hermanamiento que produce tener al sistema constitucional como enemigo común, y del PSOE por la aceptación de los filo-terroristas como un sumando más en la configuración aritmética de un progresismo lo suficientemente amplio para impedir la alternancia en el poder.

Pero, obviamente, es también mérito de los lobos abertzales que se han vestido tan convincentemente de corderos que han terminado por hacerse con la voluntad de todo el hatajo. Su mensaje, que sigue falto de arrepentimiento, no deja de ser rupturista y de máximos, pero ahora lo ofrecen con suavidad y blandura de Mimosín y han terminado de adormecer la supuesta reciedumbre moral del pueblo vasco; ya les cedieron la calle, ahora les están entregando el relato y en breve les elevarán al poder. Redaños de damiselas con disfraz de aizkolaris.

Las otras consecuencias son el revés de la misma moneda, porque para subir unos tienen que bajar otros. Al PNV, que se puso a mover el árbol para enfrentar la pujanza de Bildu, le han caído tantas nueces encima que han terminado por taparle y van a ser los más radicales los que las recojan. Eso sí, cuentan con los votos socialistas como si fueran suyos para instalar al inédito Imanol Pradales en Ajuria Enea. Por su lado, no se molestarán demasiado los antiguos etarras que se concentran en los presos, el relato y en sus cositas de comunistas y ecologistas; de momento no salen de la lavandería, pero en Sabin Etxea ya les sube un cosquilleo, anticipo de que empiezan a no sentir las piernas.

El PSOE, por su parte, lleva años entregando el País Vasco en pago del apoyo que recibe en la gobernación nacional, y a veces ni siquiera de eso. Pero apoyar a quien sólo opta por ser segundón no tiene ningún sex appeal, y todas aquellas masas de la margen izquierda del Nervión han ido acercándose a los vencedores o, al menos, a los que pretenden vencer.

El problema es que cuando se da ese paso hacia el nacionalismo ya no hay vuelta atrás; por ser de natural supremacista y excluyente, te atrapa como la brillante flor de una drosera diciéndote que eres más alto, más guapo y más listo. Imprime carácter, como algunos sacramentos, y de ahí no se regresa; es una fe de la que no se puede abjurar y solamente puede aumentar hasta prevalecer sobre cualquier otra condición de la persona. Se diría que primero se es nacionalista y solo después se es demócrata, se es ciudadano o hasta homo sapiens.

Con todo esto, la votación es un mero trámite estatutario y, una vez cumplido, se ratificarán las posiciones y decisiones que previamente se han tomado. Los vascos, además, son muy tradicionales y las revoluciones democráticas desde las urnas no son para ellos. Solamente una vez, atendiendo al resultado de las elecciones de 2009, los socialistas se salieron del guion y se pusieron a gobernar, pero enseguida les dio vértigo romper la deriva nacionalista y volvieron rápidamente al carril, sin que desde entonces Patxi López haya perdonado al PP el que le hicieran lehendakari.

Esta previsibilidad no es todavía la de las elecciones rusas del mes pasado ni la de las venezolanas del mes de julio, aunque tiene un cierto tufo aristocrático. Pero no son sólo las élites en el poder las que convierten las democracias en orgánicas, sino los ciudadanos que abdican mansamente de su capacidad de decidir. Y, quieran o no, el próximo lehendakari no será quien elijan los vascos el día 21, sino el que ha sido previamente designado por el contubernio sanchista.

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