Sánchez: un error detrás de otro

Sánchez: un error detrás de otro

Sánchez se esfuerza en elegir las medidas de política económica que más perjudican a nuestra economía, a la actividad y al empleo, y, por tanto, a la prosperidad de todos los ciudadanos. No me refiero sólo a los errores en otros ámbitos de la política, como la inseguridad que produjo por aceptar llegar a La Moncloa con sólo 84 diputados y el apoyo de los independentistas catalanes, Bildu, PNV y la extrema izquierda que es Podemos, ni tampoco a su empecinamiento en no convocar elecciones cuando claramente no puede gobernar y está deteriorando al país, ni a su inexistente firmeza con los separatistas. No, todos esos errores son muy graves, especialmente el no actuar contra los independentistas, pero quería enumerar hoy sus errores económicos.

Su primera medida absurda fue modificar los objetivos de déficit y deuda tanto para este año como para los dos siguientes, con el consiguiente incremento de gasto, déficit y deuda. Ese medio punto más de PIB de déficit supone 5.000 millones de euros más con los que se incrementará la deuda española, situada en el 98,3% del PIB, con la tendencia descendente de este cociente rota, pues desde 2014 iba descendiendo, aunque muy lentamente, y desde que gobierna Sánchez, con sus medidas de gasto, se ha dado la vuelta y crece de nuevo. No contento con ello, pacta con Podemos unos Presupuestos peligrosísimos, pues pretenden incrementar mucho más el gasto público, que llevará la deuda más allá del 100% del PIB, además de decidir subir el salario mínimo un 20%, que expulsará del mercado de trabajo a muchas personas, especialmente a las menos cualificadas, e incentivará la economía sumergida: menos actividad económica, menos empleo, menos recaudación y más gasto por prestaciones por desempleo; en definitiva, más déficit y más deuda adicional.

Y ahora decide incrementar sus errores económicos con dos medidas contraproducentes. La primera, llevar a cabo una especie de contrarreforma de la reforma laboral de 2012, que es la más ambiciosa que ha habido nunca y que, pese a que podía haber sido incluso más profunda, agilizó el mercado de trabajo y los agentes económicos pudieron tener un entorno más favorable para la creación de empleo. Ahora, quiere pactar sólo con los sindicatos, sin los empresarios, la derogación de ciertas partes de la reforma —veremos de qué magnitud son los cambios propuestos—. Si hace eso, el mercado de trabajo español volverá a oxidarse, de manera que las ganancias que se han producido en productividad, siempre el gran problema de la economía española, se perderán, la actividad económica se desacelerará y el empleo comenzará a destruirse. Si hay que hacer algo con la reforma laboral de 2012 es aumentar su flexibilidad para que se pueda contratar más y mejor, no para volver a poner obstáculos al empleo como pretende ahora el Gobierno.

Y el último despropósito económico, de momento, es la propuesta de subir un 10% las bases de cotización máximas, de manera que va a convertir nuestro sistema de pensiones en asistencial, cuando es contributivo, y va a encarecer la contratación y a perjudicar notablemente a los trabajadores con base máxima, que son los que más contribuyen al sistema y los que, por tanto, mejor lo sostienen. Error económico tras error económico, a los que se unen los sucesivos errores en el resto de ámbitos de la política, siendo especialmente grave, como he dicho, la pasividad frente a los atropellos que cometen todos los días los independentistas. Ése también tiene una consecuencia económica, que es la inseguridad jurídica que espanta inversiones, actividad, empleo y prosperidad.

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