Columna liberal

Violencia frente a ideas en la crisis de Cataluña

Violencia frente a ideas en la crisis de Cataluña

Cuando lo extravagante se convierte en habitual; cuando lo intolerable se hace normal y cuando la violencia vence a las palabras, estamos, como diría el novel de literatura Gabriel García Márquez, ante la crónica de una muerte anunciada. Las juventudes de la plataforma de izquierda independentista Arran, afines a la CUP, han protagonizado un acto con técnicas más propias del viejo y rancio fascismo, cuando, sus camisas negras, perseguían violentamente, al contrario político; en lugar de hacer una manifestación más propia de una democracia del siglo XXI, preocupada por su futuro en lugar de por su pasado.

El lunes, un grupo de 40 personas aproximadamente, vistiendo camisetas moradas y al grito de “la organización es la clave de la independencia” y acompañados de urnas de cartón, se han agolpado a las puertas de la sede del PP en Barcelona, como si el cumplimiento de la ley y la Constitución fuera capricho únicamente del Partido Popular, y los otros grupos no tuvieran nada que ver.

Este acto no es una mera concentración en aras a la libertad de expresión. Se trata de una acción perpetrada desde el odio, la beligerancia y la hostilidad, de quienes desean romper con el orden constitucional sea como sea, al más puro estilo de Maquiavelo, justificando el fin a los medios empleados. Una escena deplorable, no sólo por sus formas, sino por su trasfondo que no es otro que el de asustar, señalar y apartar de la sociedad catalana a los que son partidarios del “PP”; un acto más propio del fanatismo radical, que de una sociedad democrática, que además no representa el verdadero contexto social de la mayoría del pueblo de Barcelona.

Los demócratas, sean de la ideología que sean, no deben de esperar en condenar este acto. Quien calla ante tal atropello, termina siendo cómplice del mismo en el silencio. Esta violencia verbal y psicológica, muestra la acción de ciertos colectivos que se creen por encima de la ley. Lo curioso es, que mientras los ciudadanos se enfrentan entre sí, los dirigentes políticos manipulan a las bases con sus eslóganes pegadizos, olvidando los verdaderos problemas cotidianos de la gente, que son similares se resida en Sevilla o en Barcelona y, sin embargo, desde el Gobierno central siguen sin ofrecer propuestas serias y de rigor que resuelvan este problema.

Los totalitarismos no entienden de derechas ni de izquierdas, sino del radicalismo por ansia de poder. El odio nunca lleva a nada, más que a la destrucción y el enfrentamiento, de aquellos que en el fondo siguen compartiendo un destino común. ¿Por qué en lugar de fortalecer nuestras instituciones, y mirar hacia el futuro juntos, para abordar con determinación los retos del siglo XXI, seguimos despertando fantasmas del pasado? Lo vivido esta semana en Barcelona no fue un acto baladí, sino una acción que debiera de ser señalada por los demócratas. Por aquellos que creen en el debate de las ideas frente a la amenazas, en los argumentos frente a la violencia, y en la civilización frente a la barbarie.

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