Talleres de calabazas para vivir un Halloween rural


En cuanto el aire se vuelve más fresco y las hojas comienzan a caer, en la Finca Monjarama empieza a respirarse un ambiente distinto. Allí, en los límites de San Sebastián de los Reyes, los preparativos para Halloween y las calabazas ya son parte de una costumbre que combina trabajo rural y ocio familiar.
El campo se llena de color naranja, y entre las hileras de calabazas se escucha el murmullo de los visitantes que vienen a buscar la suya. Este año regresan los Talleres de Calabazas 2025, una propuesta sencilla que invita a pasar un día al aire libre, muy lejos del ruido de la ciudad. Quienes ya lo conocen repiten, y quienes llegan por primera vez descubren una forma diferente de vivir el otoño.
Dos formas de disfrutar la experiencia
El visitante puede elegir entre dos opciones. La primera, pensada para los que prefieren ir a su ritmo, permite acceder por libre al campo y recoger las calabazas directamente de la tierra. No hay guía ni horario; solo hay que elegir, pesar y pagar. El precio se fija en 4 € por kilo, y uno se lleva a casa una calabaza recién cortada, lista para decorar o cocinar.
La segunda opción, más estructurada, incluye el taller completo, con monitores y actividades para niños y adultos. Tiene un coste de 18 € por persona e incluye todo el proceso: la salida al huerto, la cosecha, el vaciado, la decoración y hasta un pequeño descanso para merendar.
Del campo al taller: un día entre risas y tierra
La jornada comienza con una breve explicación sobre las variedades de calabaza y cómo se cultivan. Luego, los grupos suben en tractor o carretilla y recorren los caminos de la finca hasta llegar al campo. Allí, cada familia elige su calabaza. A veces cuesta decidirse: hay quienes buscan la más grande, otros la más redonda, y no faltan los que se encariñan con una deforme.
Después de la cosecha, todos regresan al taller. Los niños se sientan en mesas largas, con cubos, cucharas y herramientas listas para el vaciado. Poco a poco las calabazas se convierten en caras sonrientes o terroríficas. Las manos se manchan, hay restos de pulpa por todas partes, y el ambiente se llena de risas.
En mitad de la actividad se ofrece un snack de fruta y agua. Nada sofisticado, pero suficiente para recuperar fuerzas antes de continuar con la decoración. Al final, las familias posan en el photocall, con sus obras recién terminadas, mientras los pequeños corren hacia el laberinto natural que se extiende al fondo del terreno.
Fechas, normas y recomendaciones
Los talleres se celebrarán en dos sábados: 25 de octubre y 1 de noviembre, justo cuando Halloween alcanza su punto álgido. Cada entrada incluye la participación completa y una calabaza de entre uno y dos kilos.
Los niños menores de dos años entran gratis, aunque deben ir acompañados por un adulto. En caso de lluvia se permite la cancelación, pero fuera de esa circunstancia las entradas no son reembolsables. La organización recomienda llevar calzado cerrado, gorra y ropa que pueda mancharse: el campo, al fin y al cabo, no entiende de urbanidad.
Cómo llegar y qué esperar
La Finca Monjarama se encuentra en el Camino Viejo de Barajas, número 4, en el municipio de San Sebastián de los Reyes. En coche, el acceso más directo es por la A-1, aunque también puede llegarse en transporte público, combinando tren de Cercanías hasta Alcobendas-San Sebastián de los Reyes y autobuses locales.
El recinto dispone de aparcamiento y zonas de descanso. Algunos visitantes aprovechan para pasar allí toda la mañana y luego comer en los alrededores, donde abundan los restaurantes con menú casero y productos locales.
El espíritu del campo y de la fiesta
Más que un simple taller, la experiencia tiene algo de regreso a lo esencial. Los niños descubren que las calabazas no nacen en los supermercados, y los adultos vuelven a sentir la calma de estar al aire libre, sin pantallas ni relojes. Todo sucede despacio: se escucha el ruido del tractor, el zumbido de las abejas, las voces que se mezclan en el aire.
Esa mezcla de aprendizaje y juego explica por qué cada año se agotan las plazas. Monjarama ha conseguido convertir un cultivo tradicional en una celebración familiar.
Una tradición en auge
Hay quienes los visitan por primera vez y quienes guardan ya una colección de calabazas secas en casa. Lo importante, al final, no es la forma de la calabaza, sino el rato compartido.
Mientras el sol de octubre se pone sobre los huertos, los visitantes se despiden cargando sus calabazas en brazos. Algunos se marchan en silencio, otros comentan entre risas lo torcido que les ha quedado el tallado. Y así, sin pretensiones, Halloween encuentra su lugar en el campo madrileño: sin artificios, con olor a tierra húmeda y un toque de magia cotidiana.