Trump y el Pentágono coordinaron un «plan de engaño» contra Irán para aniquilar su amenaza nuclear
La Casa Blanca conllevó a la dictadura de los ayatolás con "diálogo" mientras disponía el ataque a las bases nucleares


«Apostamos por una solución diplomática». La frase fue repicada en varias ocasiones por la Casa Blanca justo dos días antes de que lanzara la Operación Martillo contra Irán que ha descabezado el programa nuclear del Ejército de los ayatolás. A la par, el enviado especial de Trump para Oriente Medio, Steve Witkoff, mantuvo contactos directos con la cúpula del régimen de los ayatolás para trasladar a Jamenei mensajes en el mismo sentido, una suerte de mano tendida en busca de una rendición y del completo cese del programa nuclear iraní de forma pactada. Los hechos han confirmado que eso ha formado parte de una «estrategia de engaño» para distraer a la dictadura iraní y pillarla noqueada ante el ataque que ya estaba decidido asestar de forma inminente.
«Una operación militar de tan gran calibre, con tal despliegue de efectivos, tecnología, eficacia quirúrgica y sin bajas por parte de Estados Unidos es imposible diseñarla en horas, ni siquiera en días e incluso ni siquiera en pocas semanas», explica a OKDIARIO un militar español retirado experto en estrategia. Dicho de otra forma: EEUU lo tenía todo planificado al detalle, la decisión la tenía tomada, el momento también, pero optó por recurrir a otra de las viejas armas de la estrategia militar, la distracción ante el enemigo. «Ha habido un eficaz plan de engaño», indica.
La Casa Blanca y el Pentágono se sincronizaron de forma tan hermética como eficiente. Ni una sola filtración. Nadie anticipó el inminente ataque que se iba a asestar. Y los hay que dudan incluso de que Israel lo supiera hasta pocas horas antes de que Trump activara la orden definitiva. O eso, o –algo tampoco descartable– los israelíes han teatralizado también uno de los grandes papeles de la historia de la interpretación, porque el jueves el Gobierno de Netanyahu hizo pública su incomodidad tras haber dicho Donald Trump que se iba a tomar dos semanas de plazo para tomar una decisión sobre si intervenir militarmente o no contra Irán. El viernes por la mañana, el Gobierno hebreo insistía en la misma incomodidad e incluso advertía a Washington que ellos actuarían por su cuenta si EEUU mantenía ese plazo de dos semanas. Lo cierto era que la operación ya estaba preparada de forma coordinada y en secreto entre la Casa Blanca y el Pentágono.
Eso sí, las operaciones aéreas que había ido llevando a cabo Israel contra Irán en la última semana han ayudado muy considerablemente el éxito del golpe asestado por EEUU. Israel se ha centrado en aniquilar las lanzaderas de misiles iraníes, hasta el punto de anular las dos terceras partes de esos equipos. Esto ha reducido drásticamente la capacidad defensiva de Irán ante ataques aéreos sobre su territorio, como el llevado a cabo con éxito por EEUU sin sufrir una sola baja.
«Una operación como la llevada a cabo por la maquinaria militar estadounidense exige de una preparación al milímetro, con una muy certera información previa de los servicios de inteligencia, un análisis tremendamente preciso de los objetivos que hay que erradicar, que en este caso eran extremadamente complejos por tratarse de instalaciones nucleares blindadas de forma subterránea en zonas montañesas complicadas», indica a OKDIARIO la misma fuente. De ahí que es inconcebible que en un puñado de días, y mucho menos de horas, se pueda diseñar, aprobar y activar una operación de este tipo, que además exige de una medición muy calibrada de las consecuencias que puede desencadenar un ataque de esta envergadura.
El arte de la distracción desplegado por Trump junto a sus expertos de la Casa Blanca y la cúpula militar del Pentágono ha pillado noqueados a los ayatolás que gobiernan dictatorialmente Irán con mano de hierro. Les ha pillado sin capacidad efectiva de respuesta. Y eso, en sí mismo, es otra de las patas necesarias para tomar la delantera decisiva en una ofensiva de este tipo.
Irán no descartaba un ataque, en absoluto. Pero no lo esperaba en el momento en el que se produjo y con la inmediatez que les llegó, escasas horas después de que el propio Trump hablara de buscar una solución «diplomática» y de que su enviado especial para Oriente Medio mantuviera puentes tendidos directamente con la cúpula del líder supremo iraní, Jamenei. Todo ello mientras, como es habitual también en estos casos, Washington también tenía abiertas con Irán vías de diálogo de segundo nivel –no menos importantes por su valor estratégico–, las que habitualmente entablan los servicios de inteligencia de ambos lados.
Entre otras cosas, esa eficaz estrategia de distracción ha ralentizado la capacidad de Irán de tejer un frente con sus grandes aliados potenciales, Rusia y China. No le ha dado tiempo de establecer un muro diplomático previo con rusos y chinos para intentar frenar un ataque que ya se ha consumado y que coloca a los ayatolás, muy debilitados, muy a rebufo de EEUU en el plano internacional.