La represión gubernamental y la sombra iraní no detienen las protestas en Irak
Resurgen con fuerza las protestas sociales en Irak contra la falta de empleo y de servicios básicos y contra la corrupción administrativa a pesar de los intentos de reprimirlas por parte del Gobierno y de la alargada sombra iraní que se cierne sobre el país.
Prosiguen de esta forma las algaradas callejeras, iniciadas ya a principios de octubre, debido al malestar existente en la sociedad iraquí por los problemas derivados de la falta de oportunidades, los problemas de empleo, la degradación de los servicios básicos y, también, por los problemas de corrupción en el seno del Estado de este país del Golfo.
Los ciudadanos iraquíes responsabilizan en este sentido a la desidia e inoperancia del Estado y a la actitud de lo que consideran sus ‘jefes’, en este caso Estados Unidos y, sobre todo, Irán.
El pueblo iraquí ha llegado hasta el hartazgo más absoluto al considerar que tanto estadounidenses como iraníes utilizan a su conveniencia a Irak, única y exclusivamente en beneficio de sus intereses regionales en Oriente Medio, y que el Gobierno se muestra servil ante estos sin que nadie preste atención a las necesidades sociales corrientes que padece la población.
Los grandes protagonistas de las manifestaciones en las últimas horas han sido los estudiantes, tanto de secundaria como universitarios, que se citaron a través de las redes sociales espontáneamente para protestar por todas las citadas vicisitudes que afectan a la nación. Los jóvenes iraquís exigieron directamente la mejora de los servicios básicos, más empleo y un cambio de Gobierno.
Al grito de “todos son ladrones”, “te damos nuestra vida y sangre, Irak” o “los hermanos suníes y chiíes jamás vamos a vender la patria”, centenares de manifestantes se llegaron a concentrar este fin de semana en la conocida plaza Tahrir de la capital Bagdad, y también en las plazas de Tayarán y Al-Julani.
La decisión del Ejecutivo de Adel Abdul-Mahdi de desplegar fuerzas especiales del Ejército no ha disuadido a los miles de manifestantes congregados principalmente en la Plaza Tahrir de Bagdad. El primer ministro iraquí llegó a dar la orden de disolver las protestas por “los medios que sean necesarios”.
Tras los choques vividos y la represión de la Policía y Fuerzas de Seguridad iraquíes se llegó en las últimas horas a la cifra de más de 70 muertos en el marco de las protestas callejeras, con casi 3.000 heridos, según cifras de la Comisión de Derechos Humanos de Irak.
Este último brote contestatario ha llegado tras las pasadas fuertes muestras de hastío social plasmadas en diversas localidades iraquíes a principios del mes de octubre, en las que murieron 157 personas. Marchas que solicitaban también lo mismo que se vuelve a exigir ahora: exigencia de unos buenos servicios básicos ante la falta agua potable, electricidad, sanidad y educación, más empleo y la erradicación de la corrupción política.
Todas estas marchas ocurridas en las últimas fechas han intentado avanzar con decisión sobre la conocida como Zona Verde, donde se localizan embajadas e importantes edificios gubernamentales, algo que ha ido frenando a toda costa el Gobierno iraquí a través de la Policía y el Ejército, incluso, como ya se ha resaltado, enviando a las fuerzas especiales militares, unidades que han llegado a utilizar masivamente gas lacrimógeno y granadas aturdidoras para disuadir a la turba de manifestantes. Se especula con que algunos sectores de los focos de protesta han llegado a denunciar el uso de fuego real por parte del aparato de seguridad estatal.
Irán en la sombra
Irán ha venido estrechando lazos últimamente con Irak y aumentando su influencia en la esfera política iraquí de cara a sus intereses en la región. De hecho, a finales del mes de septiembre pasado, Hasan Rohaní, presidente de Irán, y su homólogo iraquí Barham Saleh se reunieron en Nueva York dentro del marco de la pasada cumbre anual de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para “reforzar” y “desarrollar” las relaciones bilaterales en un momento de tensión regional en el golfo Pérsico que se vive por el enfrentamiento experimentado entre parte de la comunidad internacional y árabe en particular con el régimen de los ayatolás a cuenta de los episodios que han atentado contra la seguridad marítima en aguas del Golfo, de los que se responsabiliza a los iraníes.
Problemas derivados del enfrentamiento surgido a raíz de las sanciones políticas y económicas que impuso Estados Unidos a Irán tras abandonar la Administración Trump el acuerdo nuclear suscrito con el Estado iraní en 2015, el conocido como Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés), por el que se limitaba el programa atómico persa, bajo acusaciones de incumplimiento de los términos de este.
En esa cita neoyorquina, Saleh reivindicó la necesidad de garantizar “la cooperación entre los dos vecinos para preservar la estabilidad regional y enfrentar el extremismo y el terrorismo”. Ya en su discurso ante la Asamblea General remarcó que a Irak le interesa “tener buenas relaciones con el país vecino Irán”, con quien tiene “vínculos religiosos y culturales”.
Pero desde la población iraquí se entiende que Irán utiliza a Irak como plataforma para sus propios intereses y que se está descuidando lo más importante, que es la falta de sustento ante las urgentes necesidades de base por las que atraviesa la sociedad.
Irán, por su parte, quiere tener la ‘situación bajo control’ y, según informaciones de la agencia Reuters, milicias respaldadas por el régimen persa llegaron a desplegar francotiradores en las partes altas de diversos edificios en Bagdad durante las protestas antigubernamentales acaecidas.
Según dos oficiales iraquíes consultados por la agencia Reuters, los líderes de estos comandos decidieron “por su cuenta” ayudar a contrarrestar las protestas ciudadanas contra el Gobierno de Abdul-Mahdi, llegando a disparar contra los manifestantes. “Pertenecen a un grupo que está muy cerca de los iraníes”, aclaró una de estas fuentes.
Los francotiradores podrían haber obedecido órdenes de Abu Zainab al-Lami, jefe de Seguridad de las Fuerzas de Movilización Popular, una formación paramilitar de tendencia chií respaldada por Irán, según estas fuentes.
Figura destacable también en este escenario es la del líder chií Muqtada al-Sadr, quien realizó llamamientos a sus seguidores para llevar a cabo una huelga general para fomentar la paralización del país y que es un personaje próximo al socio chií iraní.
Precisamente, la rama esta rama del islam es la que representa principalmente Irán, país que ha extendido sus tentáculos diplomáticos en Irak, algo que ha potenciado aún más el descontento entre la población iraquí.
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