Protestas antigubernamentales en Irak dejan ya 18 muertos y centenares de heridos

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Acampada de seguidores del clérigo chií Muqtada al Sadr en Bagdad, donde se ha producido el ataque suicida. (AFP)

El descontento popular en Irak contra el Gobierno sigue creciendo y la situación se está descontrolando a pasos agigantados. La población se manifiesta mayoritariamente contra el Gobierno de Adil Abdul-Mahdi por los casos de corrupción ocurridos y por la falta de oportunidades sociales y la degradación de servicios públicos. Subyace también en las protestas la actitud popular contraria al régimen de la República Islámica de Irán y su influencia política en el propio país iraquí.

Por el momento, 18 personas han muerto y centenares han resultado heridas en los enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad iraquíes. Los arrestos se han ido sucediendo en diversas zonas del territorio nacional junto a diferentes choques que han terminado con varias víctimas mortales y heridos, tras el uso incluso de munición real por parte de la Policía. La violencia ha llevado aparejada la destrucción de mobiliario en las calles y la quema de edificios en hasta tres provincias y de oficinas de partidos y milicias proiraníes.

En la mañana del miércoles, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado protagonizaron un fuerte despliegue en las calles de Bagdad y aislaron la capital para evitar la llegada de elementos de otras zonas del país, cortando incluso en Puente Republicano, el cual conduce a la Zona Verde fortificada, que acoge departamentos de la Administración, embajadas y misiones diplomáticas.

De esta manera, el Ejecutivo ha cerrado la citada Zona Verde, mediante bloques de cemento y vehículos blindados y a través del despliegue de un mayor número de militares y efectivos policiales.

Toque de queda

La Administración también ha decretado el toque de queda en la propia capital de Bagdad, en Naseriya (al sur del país) y en la ciudad santa de Najaf, lo que significa la prohibición de la libre circulación por las calles y hasta de la presencia de vehículos en las vías públicas.

Además, grupos antiterroristas de élite tomaron el control del aeropuerto internacional capitalino. Los funcionarios públicos tampoco darán servicio este jueves debido a la paralización pública generada por las hostilidades sociales desatadas.

Las revueltas fueron instigadas a través de las redes sociales, en donde fue retroalimentándose el descontento de gran parte de la población contra la corrupción institucional, la crisis (que deja ya una tasa de desempleo del 16%) y la falta de servicios públicos; todo ello junto a la corriente contraria a la influencia iraní en el territorio. El tema de la difusión del descontento a través de internet no ha sido menor y ha provocado que el Gobierno haya interrumpido en todo el país el servicio de sitios web que alojan estas redes sociales, como Facebook, Twitter, Instagram o Whatsapp. Varias asociaciones critican duramente la imposición de este aislacionismo social y comunicativo. Por ejemplo, la ONG NetBlocks ha querido denunciar en Twitter que el 75% del país está ‘offline’ con “varios proveedores afectados”.

Por su parte, el líder chií Muqtada al-Sadr ha hecho un llamamiento a sus seguidores a llevar a cabo una huelga general para fomentar la paralización del país. Precisamente, la rama chií es la que representa principalmente Irán, país que ha extendido sus tentáculos diplomáticos en Irak, lo que ha potenciado aún más el descontento entre la población iraquí.

También en el sur

Las muestras sociales de descontento comenzaron de manera pacífica en la Plaza Tahrir de Bagdad y se fueron expandiendo por otras zonas de la capital y del país, ya con la inclusión de acciones violentas que complicaron la situación, con la proliferación de ataques a edificios públicos y barricadas en las calles; ante lo que la Policía y el Ejército intervinieron con dureza. El sur de la nación también se ha visto impregnado por esta conflictiva situación. Precisamente, esta zona está copada por una mayoría chií que también ha mostrado su oposición al Gobierno favoreciendo las manifestaciones, aunque de manera pacífica, según solicitó el clérigo Al-Sadr.

Queda claro que uno de los principales factores del descontento popular tiene que ver con el deseo de eliminar la influencia política persa en Irak. Sobre todo, en un escenario de acercamiento entre las Administraciones iraquí e iraní, puesto de manifiesto durante la pasada cumbre por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, donde Hasan Rohaní, presidente de Irán, y Barham Saleh, presidente de Irak, se reunieron para reforzar la cooperación bilateral, algo que se entendía necesario a tenor de la creciente situación de inestabilidad que se vive en Oriente Medio, protagonizada sobre todo por el régimen de los ayatolás, al cual se acusa de poner en cuestión la seguridad regional tras los episodios de operaciones contra petroleros y contra la navegación marítima comercial y de ataques a intereses de Arabia Saudí, tras los cuales estaban los rebeldes hutíes, milicias chiíes que actúan en la guerra de Yemen para socavar el Gobierno establecido y que son sustentados por Irán.

Estados Unidos tiene un papel también que jugar en esta situación. Sigue manteniendo tropas en suelo iraquí y pide moderación a las partes enfrentadas para evitar una escalada mayor de tensión y violencia. Desde la invasión militar de Irak en 2003 para desalojar a la dictadura de Sadam Hussein, Washington no ha terminado de retirarse del país, donde operan influyentes milicias chiíes respaldadas por Irán, que se suman a otros grupos paramilitares.

En este escenario, Irak se ve sacudido por una situación de crisis social e institucional grave. El primer ministro Abdul-Mahdi gobierna desde octubre de 2018, tras la derrota de Daesh (grupo terrorista que asoló durante tres años el país), gracias a una frágil coalición que se está viendo desbordada por la oposición creciente dentro del seno de la sociedad iraquí, ante los problemas económicos, sociales y políticos registrados.

Con motivo del difícil panorama socioeconómico y político que atraviesa la nación y de esta situación de fuertes manifestaciones populares, el primer ministro iraquí convocó recientemente una reunión extraordinaria del Consejo Nacional de Seguridad, entidad que se pronunció a favor del “derecho a protestar y de libertad de expresión” y que reconoció “las legítimas demandas de los manifestantes”, aunque condenando “los actos de vandalismo que han acompañado a las diversas protestas”.

Abdul-Mahdi ha querido lamentar en las últimas horas el goteo de víctimas mortales y heridos derivado de los choques sufridos y espera que las aguas vuelvan a su cauce y se de comienzo a una pacificación social, la cual no tiene visos de aparecer a corto plazo.

 

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