Numancia, la ciudad que se enfrentó a Roma
Los numantinos contuvieron las escaramuzas romanas durante veinte años
Siempre se dice, en fútbol principalmente, que un equipo hace una defensa numantina cuando son capaces de acometer los ataques de los rivales. Esta frase tiene una larga historia detrás, y es que en la historia de España no se recuerda una gesta parecida a la que vivieron los habitantes de Numancia en el siglo II a.C. contra la gloriosa República Romana.
Durante esta época dorada de Roma, la República había logrado reducir a la nada Cartago, por lo que decidieron adentrarse en la Península para seguir extendiendo su territorio más allá de las costas españolas. Con lo que no contaban los romanos es que un pequeño reducto situado en la meseta norte de España les causaría tantos problemas, a pesar del enorme ejercito y valerosos soldados co los que contaba el Imperio.
Cuentan los escritos de la época y después estudiados por arqueólogos e historiadores de nuestro país, que el fin de las guerras celtíberas llegó con esta cruenta batalla entre Numancia y Roma. Bastaron un par de piedras y una fortificación pensada para la defensa para que Roma pasara veinte años intentando someter a un millar de díscolos numantinos.
Se cuenta que una de las causas de estos años de asedio comenzó cuando un grupo de segedanos decidieron fortificarse, algo que enfureció a los romanos. Estos segedanos se refugiaron en Numancia y el conflicto comenzó. Lo sromanos acudieron con sus enormes tropas que incluían hasta diez elefantes de 5 toneladas que Julio César tenía.
Pero tal y como expresó el historiador Apiano en su ‘Historia de Roma. Sobre Iberia’, «esto es lo que les suele ocurrir siempre a los elefantes cuando están irritados, que consideran a todos como enemigos». Y es que los numantinos ante el primer asedio en sus murallas no pensaron otra cosa que lanzar piedras contra los elefantes. Salió bien la estrategia ya que los animales se volvieron enfadados contra todo legionario romano que encontraron a su paso.
El resultado fue una legión romana destruída y los numantinos atacando sin piedad a sus enemigos. Aquí comenzó el mito de Numancia.
Escipión El Africano llega a la península
Ante los numerosos intentos fallidos de los romanos por hacer caer los muros de Numancia, el propio emperador tuvo que mandar a uno de sus soldados más punteros: Publio Escipión El Africano, que tuvo que ordenar sus tropas para conquistar Numancia.
Lo primero que hizo El Africano fue arrasar con los contactos de los numantinos y así mermar su capacidad de tener comunicación del exterior y, sobre todo, abastecimiento. Pero El Africano se encontró un panorama desolador entre sus tropas. Tuvo que expulsar a magos, prostitutas, confiscó objetos de lujo e hizo dormir a sus hombres en el suelo.
Cuando estos estaban preparados, les hizo construir una muralla alrededor de la ciudad con un foso de nueve kilómetros de perímetro para que nadie pudiera escapar de Numancia. Catapultas y unas trescientas torres de vigilancia custodiaban día y noche la ciudad, que se había convertido en un gran quebradero de cabeza para la República de Roma.
Solo una vez fueron capaces de burlar el cerco creado por Escipión, pero ya estaba todo destinado a la caída de Numancia. Tras once meses de aslato, las fuerzas numantinas estaban tan mermadas que en el año 133 a.C. tuvieron que rendirse.
Algunos numantinos prefirieron morir y matar a sus familias, además de incendiar Numancia antes de que cayera en manos de los romanos. Los supervivientes fueron sometidos a la esclavitud.
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