Volcán de La Palma

Sanidad alerta de que los gases de La Palma aumentan la mortalidad por dolencias cardiorrespiratorias

volcán La Palma
Imagen del volcán de La Palma.
Pelayo Barro

Si hay un asunto que preocupa especialmente a los servicios de emergencia respecto a la salud de la población de La Palma es el impacto de los gases emanados del volcán de Cumbre Vieja. Sustancias gaseosas naturales que si son inhaladas en exceso y de forma crónica pueden producir reducción del caudal respiratorio, sensación de ahogo e «incluso incremento de la mortalidad por enfermedades cardíacas y respiratorias», según alerta el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).

El aire de La Palma obsesiona a los expertos. No es para menos: sus efectos sobre un organismo humano pueden ir desde pequeñas molestias al respirar hasta poner en peligro la vida de las personas que viven en los alrededores del volcán.

Un equipo del Centro Nacional de Sanidad Ambiental (CNSA) y del Instituto de Salud Carlos III trabajan sobre el terreno -y con relevos- para evaluar las consecuencias que tiene la contaminación ambiental derivada del volcán de La Palma. Estos equipos están instalando una serie de aparatos medidores para tener conocimiento casi instantáneo de los parámetros químicos del aire que afecten directamente a los seres humanos. El estudio comenzó este mes de octubre.

Incremento de la mortalidad

El principal riesgo que analizan es la presencia en el aire de pequeñas partículas en suspensión, de tamaños microscópicos, que pueden entrar en las vías respiratorias y asentarse en ellas. Se denominan «partículas de interés sanitario». Preocupan especialmente los metales pesados como el hierro, cromo, mercurio, plomo, arsénico y cadmio, presentes habitualmente en el aire tras erupciones volcánicas.

El ISCIII, en sus análisis técnicos, advierte que «la exposición crónica a concentraciones medias incrementa el uso de urgencias hospitalarias en personas asmáticas e incluso incremento de la mortalidad por enfermedades cardíacas y respiratorias».

Esas partículas, explica el organismo, «atraviesan las mucosas de la garganta y/o nariz y entran en el sistema respiratorio. Las principales se definen como PM10 (fracción torácica) y PM2,5 (respirables de alto riesgo)».

«Reducen años de vida»

«Estas fracciones poseen un poder de penetración pulmonar y pueden alcanzar tanto las vías altas respiratorias/bronquios como bronquiolos/alveolos pulmonares respectivamente, lo que puede suponer un importante riesgo para la salud de la población dado que alcanzan el torrente sanguíneo», advierte el Carlos III.

Entre los elementos en suspensión está el llamado carbono elemental, «cada vez más reportado como uno de los principales causantes de los efectos pulmonares adversos de estas partículas». Los efectos de este material varían «desde cambios en las funciones pulmonares, a incrementos en el uso de broncodilatadores, entradas en urgencias, e incrementos de la mortalidad, cuantificable como reducción en años de vida del individuo».

Emisión de gases

Además de esas partículas en suspensión, indetectables al ojo humano y que sólo se pueden advertir mediante el uso de equipos técnicos especializados, el aire de La Palma también lleva semanas sufriendo una gran concentración de gases tóxicos para el ser humano. Hasta el momento no se dan en concentraciones alarmantes, pero el ISCIII advierte que la exposición prolongada, aunque sea a dosis reducidas, puede provocar reacciones graves.

Por ejemplo, el dióxido de azufre (SO2) «es un gas que inhalado produce reducciones en el caudal de aire expirado o modificaciones de otros indicadores respiratorios, incrementa la resistencia de las vías respiratorias, produce tos y sensación de ahogo», indica el ISCIII.

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