Sánchez ordena una reorganización entera de los hospitales para aislar los focos vivos de contagio

Pedro Sánchez este domingo en La Moncloa. (Foto: Moncloa)
Pedro Sánchez en La Moncloa. (Foto: Moncloa)
Carlos Cuesta

Sanidad sabe que los hospitales siguen albergando focos de contagio del coronavirus. El Ministerio sabe igualmente que, pese a que afirmen oficialmente que ya están cribadas las profesiones sanitarias con test, no es cierto que se hayan efectuado los test necesarios: lo sabe y lo reconoce hasta el punto de que ha encargado un reorganización entera de los hospitales para evitar rebrotes de los contagios.

Todo ello aparece recogido en un informe del Ministerio de Sanidad del 16 de mayo. Donde se plasman las ‘Recomendaciones para la actividad quirúrgica programada durante el proceso de transición’. En ese documento se señala que se deben “establecer circuitos COVID-19 y No-COVID-19, libre de infección por SARS-CoV2, diferenciados en el hospital, para evitar la infección entre pacientes, de pacientes a profesionales y de profesionales a pacientes”. Es más, “estos circuitos se irán adaptando según las características de los hospitales y los escenarios de alerta en las que se encuentren y las características epidemiológicas del área donde se encuentran”.

Todo ello se controlará por medio de una “comisión quirúrgica en fase de transición”. De ese modo, “durante la fase de transición de la pandemia COVID-19, y muy especialmente en aquellos centros que se encuentren en los escenarios II-III de la pandemia, recomendamos que en la comisión quirúrgica se incluyan, además de los habituales, asesores expertos en COVID-19. Esta comisión comprobará, aparte de sus funciones habituales, la idoneidad de la indicación en cada caso, la verificación del estatus COVID19 y la disponibilidad de recursos materiales y humanos”.

El plan recoge, de hecho, la creación de “circuitos generales del hospital”, porque “recomendamos independizar áreas específicas en la medida de lo posible en los escenarios I a III, basándose en los siguientes criterios: “Espacios físicos con circuitos independientes dentro del bloque quirúrgico que garanticen en todo momento la circulación de pacientes y profesionales en un entorno libre de COVID-19. Para ello se usará, en la medida de lo posible, los espacios existentes libres de COVID-19, incluyendo en el circuito la entrada al hospital, área de preoperatorio, ascensores y pasillos de acceso a quirófanos, quirófanos, áreas de recuperación postanestésica y unidades de cuidados críticos postoperatorios”.

En caso de imposibilidad técnica, especialmente en hospitales de tamaño medio o pequeño, “se optará por la atención no simultánea con las medidas de desinfección correspondientes”.

También se prevén “áreas de hospitalización específicas que minimicen la posibilidad de infección de los pacientes que van a ser intervenidos en todo el periodo perioperatorio. Áreas de consultas externas que eviten la aglomeración de pacientes. Recomendamos la adecuada señalización y, si es posible, panelización para la separación física del circuito de modo semejante a la que se realiza durante la ejecución de obras”.

Sanidad admite que los sanitarios son foco de contagio

Lo cierto es que el Gobierno sabe que sigue habiendo riesgo de contagio. Lo sabe, y sabe igualmente que no quiere ni oír hablar de que se conozca públicamente toda la realidad de esta situación. Por ello, ese documento oficial del pasado 16 de mayo admite todo lo mencionado y exige «la elaboración de informes para conocer la situación de cada servicio y detectar exposiciones no controladas». Pero, eso sí, también exige que «los resultados deben ser confidenciales». Que no trasciendan.

El informe donde se plasma esta realidad -negada por los cargos políticos, pero admitida por los técnicos- es precisamente un «documento técnico» titulado ‘Recomendaciones para la programación de cirugía en condiciones de seguridad durante el periodo de transición de la pandemia COVID-19’.
De hecho, se señala expresamente que «el personal sanitario tiene una exposición de riesgo repetida a pacientes con COVID-19 o a muestras positivas para SARS-CoV-2 por lo que la realización de despistaje mediante test serológicos nos podrá aportar información sobre el estado inmunológico en relación al SARS-CoV-2».

Lo más llamativo de esta frase es que lo expone como un reto a futuro, porque, efectivamente, y lejos de lo que se afirma públicamente, aún no se ha realizado ese cribado con tests.

El documento, de hecho, señala, también a futuro, que «se podrá valorar la repetición del despistaje en función de la evolución de los escenarios y el conocimiento de la respuesta inmune al SARS-CoV-2, sin perjuicio de mantener las medidas recomendadas y protocolizadas por el Ministerio de Sanidad».

Pero es en otro de los puntos del informe donde esta improvisación y tardanza en adoptar medidas que se suponía que estaban ya realizadas en los hospitales, se convierte directamente en ocultismo. Porque se reclama «la elaboración de informes para conocer la situación de cada servicio y detectar exposiciones no controladas» y se puntualiza que «los resultados deben ser confidenciales, dentro del plan de salud laboral de cada centro hospitalario». Nunca públicos.

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