Crónica de campaña

Rivera amortizado, Sánchez a dentelladas con Casado

Pedro Sánchez
Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Casado

Por encima o por debajo de las encuestas, el fin de semana pasado ha dejado tres evidencias: el fracaso clamoroso de Sánchez en el triunfal Foro La Toja, la depauperación creciente de Rivera, y la exigencia social de una  estabilidad política que aleje a este país de esta provisionalidad repleta de ocurrencias más o menos desafortunadas. Sobre el fiasco del presidente, sólo transmito la opinión de un asistente que parangonaba la intervención de Sánchez con el diálogo entre Felipe González y Rajoy o el muy aplaudido cierre de Piqué. Dice este observador: «Fue, con perdón, como comparar a Dios con un gitano». Tremenda sentencia sobre un discurso repleto de lugares comunes, repentizado y carente del mínimo rigor intelectual. Vamos, que Sánchez se creyó que estaba en una reunión de sus socialistas de Onteniente, pongamos por ejemplo.

Sánchez fue tomado a chacota y sólo le salvó que Rivera le echara una mano, puesto que casi a la misma hora en que el presidente aburría al distinguido personal con su esquelético mensaje, el presidente de Ciudadanos anunciaba que, en otra pirueta que ni los caballos de Hermoso de Mendoza, se ponía horcajadas a disposición del llamado «jefe de la banda», del mismísimo Sánchez. Como dice un observador de la realidad nacional que escribe para el extranjero. «Este hombre (Rivera) no puede ser más inoportuno». Ni siquiera la moción de censura contra Torra le ha valido para sacar pecho. En Cataluña, a decir de los que saben, el hombre de moda es Marchena, no Rivera desde luego o el voluntarioso Carrizosa, al que Arrimadas ha dejado espectacularmente solo o mínimamente acompañado de una constitucionalista conversa: Lorena Roldán.

En ese Foro que ha alimentado el más grande filántropo del país, Amancio Ortega, el común de los asistentes coincidía en que Rivera esta amortizado, incluso muchos de ellos se atrevían a especular con su sucesor, sucesor que no sucesora porque la fuga catalana de Arrimadas le ha dejado fuera de juego. Garicano se perfila, silente, para recibir una herencia que empieza a parecer a beneficio de inventario, mientras Rivera se esfuerza en sorprender cada día mas a su gente con propuestas históricamente incompatibles con su trayectoria. «En política se puede hacer todo menos al ridículo», parece ser que dijo en una célebre ocasión Tarradellas y eso es exactamente, según reflejan las encuestas, lo que está haciendo el todavía líder ciudadano.

Persistencia milonguera

De Rivera se denuncia esta penosa actitud y de Sánchez su persistencia milonguera de televisión en televisión. Una pertinacia que no le de para parecer siquiera interesante en foros como el citado, pero que está diseñada exactamente para esto: para en esta primera fase de campaña presentarse ante el distinguido público como una víctima de la intransigencia de los demás que le han obligado, ¡pobrecito!, a convocar elecciones, para en una segunda etapa, justo cuando se conozca la sentencia de los sediciosos catalanes, aparecer revestido de estabilidad patriótica y del único liderazgo posible en España. Ya verán cómo esto va a ser así.

Así  y junto con una parafernalia homicida que intentará destrozar a sus enemigos, que es como  les concibe este individuo. Quien crea que los resultados que aventan las encuestas son invariables para Sánchez es que ni le conoce a él, ni recuerda exactamente de qué son capaces los socialistas en campaña electoral. El doberman del añorado Rubalcaba («En este país, escribió Jardiel, sólo salen a hombros los toreros y los muertos») es un caniche para las dentelladas que prepara la factoría tóxica de Moncloa a mayor honra y gloria del jefe. El jefe ya constata a estas alturas que el rival a batir es Casado, que Rivera está más amortizado que los bonos del Popular, y que Iglesias es un zombi que deambula de acá para allá rumiando su odio contra el muñeco diabólico Errejón, como él mismo le llamó. Casado vende gobernabilidad lo que explica la composición de sus listas. Nada le puede venir peor a Sánchez.

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