Caso Óscar Puente

Puente sabe de yates pero no de transatlánticos: no acierta con la botella en una ‘botadura’ del ‘Titanic’

En el plena polémica sobre el yate que alquiló Sergio Zaitegui para sus vacaciones, Puente abre una exposición sobre el Titanic.

El alcalde de Valladolid sigue sin acreditar que pagara el alquiler del yate como sostiene.

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El alcalde de Valladolid, Óscar Puente, ha acudido este viernes a inaugurar una exposición sobre el hundimiento del Titanic en plena polémica por el alquiler del yate en el que pasó sus vacaciones en Ibiza. Puente ha acudido al Museo de la Ciencia de Valladolid para, simbólicamente, botar el Titanic y dar por inaugurada la exposición. La anécdota se ha producido cuando el alcalde ha agarrado la botella para la botadura y ha tenido que lanzarla hasta tres veces para que se rompiera cumpliendo la tradición. Puente no ha acertado, esta vez, con la botella.

Esta semana OKDIARIO desvelaba que el empresario Sergio Zaitegui pagó el alquiler del yate en el que Puente y su hija pasaron sus vacaciones en Ibiza en septiembre. Lo hizo mediante transferencia bancaria a través de la sociedad Zaiglobal Services SL de la que Zaitegui es administrador único y apoderado. Esta empresa logró en mayo del ayuntamiento de Valladolid, sin publicidad y por contratación directa, un contrato de 195.178,20 € para proveer de material anti Covid al ayuntamiento.

Pero la cosa, este viernes, en Valladolid, no iba de yates, sino de trasatlánticos. Iba de la historia del hundimiento de aquel gigante, que no lo era tanto, mientras la orquesta seguía tocando. La botadura simbólica era el momento cumbre del acto de inauguración de la exposición. «Es genial», se oye por debajo mientras Óscar Puente agarra la botella con la mano. «¿Ya?», pregunta para saber si la foto va a salir bien. «Un poco más para atrás», le responden. La foto ha de salir perfecta. Es uno de esos actos propagandísticos diarios con los que nos obsequian los políticos para mayor gloria propia.

Sin haber explicado aún lo del yate, Puente intenta botar un trasatlántico. «3,2,1… ¡Ya!» y Óscar Puente deja caer la botella. La botella rebota varias veces sobre el casco del barco sin romperse y desaparece por detrás. Momento de incertidumbre general. A Puente se le queda la mano colgada en el aire a la altura donde abandonó la botella, que da un bote tras otro sin romperse. «¡Joder con Rueda!», exclama en referencia al vino. Los asistentes se ríen.

«¿Hay que darle más fuerte?», pregunta el alcalde. «Sí, alcalde», le responden. «Pues trae pa cá», le dice Puente decidido a demostrar que una botella y él no son incompatibles y mucho menos para botar un trasatlántico si antes has surcado el Mediterráneo en un yate de lujo. El público especula cuál es el lado bueno por donde atizarle con la botella. «Ese es el lado bueno», le recomiendan. «Ni un yate ni una botella van a poder conmigo» parece pensar el alcalde, que está tan dispuesto a romperla, que la agarra, ahora ya, con las dos manos. «¡Cuidao!», advierte. Óscar Puente va a romper la botella y el propio Titanic si es necesario.

Puente eleva esa botella de vino como si de una ofrenda se tratase y ¡la lanza!. Mientras la botella vuela, Puente da un pasito pá trás (que diría él) y se queda con las manos encogidas en su pecho esperando una gran explosión de vino y barcos. Pero la botella vuelve a rebotar y desaparece por detrás. «¡Joder con Rueda!», vuelve a exclamar. «Y luego en casa se me cae y se me hace ciscos», dice la voz de la experiencia mientras ya el cachondeo empieza a ser general. El alcalde se lo toma con humor como no puede ser de otra manera. La botella de Rueda «con lo que se ha meneao» (Puente dixit) va camino de convertirse en un cóctel molotov. «Sería más práctico bebérsela» debe de estar pensando y con razón. Porque, efectivamente, esa botella ya es, casi, un arma de destrucción masiva de la agitación interior que sufre. Casi como la del propio Puente desde que OKDIARIO desveló lo del ‘yatazo’.

Puente agarra la botella con destreza y, esta vez, le falta coger carrerilla para no fallar. La cosa empieza a ponerse peligrosa y la gente se echa para atrás. Óscar Puente lanza con todas sus fuerzas y la botella no es que se rompa, es que estalla en mil pedazos. El vino de Rueda sale convertido en metralla que puede beberse al vuelo. El vino pone perdido los paneles de la exposición. El desaguisado es tal que Puente comenta: «Vamos a tener que rehacer un poquito la exposición…». Mientras lo dice, los churritones de vino siguen cayendo por las paredes y ya han embriagado las fotos.

Puente se da la vuelta y se va. Y ahí deja al Titanic hundiéndose mientras toca la orquesta. «¿Cómo lo hizo señor alcalde?», podrían haberle preguntado. «¿El qué?», hubiera respondido él. «Lo del barco», le hubieran podido aclarar. «Fue fácil. Pensé en un pseudomedio y la lancé con todas mis fuerzas». Pero del yate, nada de nada.

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