Una imagen vale más que mil palabras: la derrota en los rostros de Podemos
Una imagen vale más que mil palabras. Y la de los diputados de Unidos Podemos abandonando sus escaños tras el debate de este martes-captada por las cámaras de OKDIARIO- lo dice absolutamente todo.
Con Irene Montero a la cabeza, los gestos de abatimiento son evidentes. La moción de censura ha dejado un sabor agrio en el partido podemita, que veía en el debate en el Congreso una ocasión para reivindicar el liderazgo de la oposición y mejorar las opciones de Pablo Iglesias como candidato al Gobierno.
Las intenciones de Iglesias se vieron frustradas transcurridas dos horas de sesión, cuando, tras la intervención de su portavoz, Irene Montero-larga y tediosa incluso para sus compañeros de bancada-el presidente hizo uso, por sorpresa, de su derecho a la palabra.
La intervención-que avanzó en exclusiva OKDIARIO- estaba prevista, aunque la incógnita era el ‘cuando’, y Moncloa lo ideó al detalle: justo antes de la intervención del líder de Podemos y con la única finalidad de obligarle a postergar su discurso y replegarle a la defensiva.
Sin ningún lucimiento, a Iglesias no le quedó otra que emplear parte de su intervención de aspirante a replicar al propio presidente, quien, en una retahíla de acusaciones, le reprochó el presentar una moción fallida, a sabiendas. Una «farsa» contra la «estabilidad de España», un «trampantojo». «Para perder cualquier candidato vale, incluso usted señor Iglesias», le espetó finalmente Rajoy, haciendo gala de la habitual retranca.
La sensación de que ese giro había descompuesto al partido podemita fue general en todo el hemiciclo. Compartida en las bancadas del Gobierno-donde la estrategia era conocida por muy pocos, y, por los que sí, llevada en absoluto secreto-y de la oposición. En el patio del Congreso, los socialistas compartían el diagnóstico de que Iglesias salía «muy tocado» del debate. «Rajoy le ha puesto en su sitio», admitían varios diputados en privado.
El propio líder de Podemos se limitó a contestar con un esforzado «muy bien» cuando, en el receso de media tarde, los periodistas le preguntaron por sus sensaciones. Mientras, Montero se quejaba en los pasillos de la actitud de los diputados ‘populares’ y de sus comentarios voz bajini en los escaños.
Los parlamentarios reprochaban, además, que Iglesias y Montero se hubiesen solapado en sus discursos y que el secretario general no hubiese comenzado a enumerar sus propuestas hasta bien avanzada la hora de intervención. Discursos largos que provocaron el sopor en las bancadas, desde el Gobierno, al propio Podemos. Incluso el alcalde de La Coruña, Xulio Ferreiro, mató el tiempo jugando una partida de Candy Crush.
Una moción «de doble filo»
Desde que anunció una moción de censura contra el Gobierno, Podemos admitió que se trataba de una estrategia arriesgada. Un arma de doble filo, en la que, lo de menos, era conseguir la mayoría para que prosperase.
La finalidad era otra muy alejada del interés de gobernar ya el país. En fuentes internas se reconocía que la intención de Iglesias no era más que reforzarse ante sus propias bases, y, sobre todo, dinamitar al PSOE y obligar a su líder, Pedro Sánchez, a retratarse.
El revés, sin embargo, está claro: la votación, este miércoles, evidenciará el absoluto fracaso del partido para lograr apoyos, más allá de ERC, Compromís y Bildu, lo que, según fuentes críticas con la iniciativa, trasladará una imagen de absoluta soledad parlamentaria. En definitiva, de que, a día de hoy, no existe una mayoría alternativa a Mariano Rajoy.
El partido se ha llevado así el segundo revés en apenas una semana, tras la moción, también fallida, contra la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes. Entonces, el resultado fue prácticamente idéntico: la candidata, Lorena Ruiz-Huerta, tampoco destacó como presidenciable. La suma de apoyos también resultó insuficiente.