Palo a los dueños de perros: el impuesto a las mascotas ya es oficial y nadie está preparado
Los dueños de perros en una zona de Italia tendrán que pagar una tasa de 100 euros anuales
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En Italia han decidido dar un paso realmente trascendental en su particular cruzada contra el turismo de masas. Lo que empezó con tasas más altas y entradas para acceder a ciertos lugares, ahora ha terminado señalando a un colectivo inesperado: los dueños de perros. Y es que en Bolzano, una ciudad alpina que sirve de puerta de entrada a los Dolomitas, el ayuntamiento ha aprobado un nuevo impuesto que afectará tanto a vecinos como a visitantes que viajen con mascotas.
La noticia ha sorprendido mucho a familias y asociaciones animalistas. Hasta ahora, las medidas contra la masificación turística habían tenido como foco principal a los visitantes de paso, pero esta vez la factura la pagarán también quienes conviven con animales. La iniciativa pretende cubrir el gasto de limpieza y mantenimiento de las calles, pero muchos ven detrás un mensaje equivocado: convertir a los perros en contribuyentes y trasladar un problema cívico a quienes no son responsables directos. El anuncio ha generado un debate intenso no solo en la región del Tirol del Sur, sino en toda Italia. Los que apoyan la medida hablan de justicia social y de mantener la ciudad limpia sin que lo sufran quienes no tienen mascotas. Los detractores, en cambio, denuncian que la norma estigmatiza a los dueños responsables y rompe con la hospitalidad que caracteriza a la zona. La pregunta está sobre la mesa: ¿es justo que los animales se conviertan en una nueva fuente de recaudación? ¿es bueno para el turismo y para quienes viven en Bolzano tener que pagar un impuesto por sus perros?.
Cómo funciona el impuesto a las perros en Bolzano
La normativa, que entrará en vigor a partir de 2026, establece dos formas de pago. Por un lado, los visitantes con perro deberán abonar una tasa diaria de 1,50 euros por animal. Por otro, los residentes tendrán que hacer frente a un impuesto anual de 100 euros por mascota. El dinero, según las autoridades locales, se destinará a financiar espacios verdes exclusivos para perros y mejorar la limpieza de la vía pública.
La medida llega después de que el consistorio intentara implantar un registro de ADN canino para identificar a quienes no recogían los excrementos de sus mascotas. Aquel plan fracasó por falta de resultados y ahora se apuesta por trasladar directamente el coste a los bolsillos de dueños y turistas. El consejero provincial Luis Walcher lo resume con una frase que ha levantado ampollas: “La única suciedad de nuestras calles es la de los perros».
Críticas y oposición al impuesto
No todas las voces están de acuerdo. La ENPA, una de las asociaciones animalistas más influyentes de Italia, ha denunciado que se trata de una norma injusta que castiga tanto a los vecinos responsables como a los visitantes que cumplen las reglas. Para ellos, la administración ha optado por un camino punitivo en lugar de invertir en campañas de educación cívica o en reforzar el control de quienes realmente incumplen.
Además, alertan de un posible efecto perverso: el aumento de abandonos de mascotas. Si tener perros supone un impuesto de 100 euros al año, sumado a las tasas veterinarias y de alimentación, algunas familias podrían verse tentadas a prescindir de sus animales. Una consecuencia que, según las asociaciones, sería mucho más dañina que el problema inicial de la limpieza de las calles.
Italia y la lucha contra el turismo masivo
El impuesto a los perros no es un hecho aislado. Forma parte de una batería de medidas que Italia ha ido desplegando en los últimos años para contener la presión del turismo. Venecia, por ejemplo, se convirtió en la primera gran ciudad del mundo en implantar un ticket de acceso diario para los visitantes de un solo día. Florencia prohibió nuevos alquileres turísticos en su centro histórico, Patrimonio de la Humanidad, para frenar la expulsión de vecinos. Y en la costa de Cerdeña ya existen límites diarios de acceso a playas como La Pelosa o Cala Goloritzé.
Roma y Milán han optado por otro tipo de restricciones: multas por bañarse en fuentes históricas o por arrastrar maletas con ruedas en zonas arqueológicas. El patrón se repite: los ayuntamientos buscan fórmulas para equilibrar el derecho de los residentes a vivir en un entorno habitable con el interés turístico que genera ingresos pero también tensiones.
Convivencia, turismo y mascotas
Más allá de Bolzano, la medida abre un debate incómodo en Europa. ¿Hasta qué punto es legítimo cargar sobre los animales un problema que tiene que ver con la convivencia y la responsabilidad individual? Para muchos críticos, el riesgo está en que se rompa la confianza entre turistas y destinos, y que los dueños responsables se sientan perseguidos pese a cumplir con las normas.
Otros creen que la tasa es un mal necesario. Los municipios, argumentan, no pueden seguir asumiendo gastos crecientes sin buscar vías de financiación alternativas. Y, aunque sea impopular, el impuesto a las mascotas se presenta como una solución rápida y directa. Lo cierto es que el debate refleja las tensiones de fondo que atraviesan el turismo europeo: cómo proteger la calidad de vida de los vecinos sin ahuyentar a quienes visitan, acompañados, o no, por sus perros.