Los gurús de Silicon Valley recurren al LSD para potenciar su creatividad: el café ya no es suficiente

Silicon Valley
Silicon Valley (Foto: Istock)
María Villardón

La presencia de litros de café en vena entre los gurús tecnológicos de Silicon Valley ya no es suficiente, algunos de estos empresarios de la Bahía de San Francisco, han asegurado que el consumo de LSD minuciosamente planificado de manera semanal estimula su creatividad y productividad. Esta nueva generación ha tomado la sustancia estrella del movimiento hippie de los años 60 ligado a la fiesta para intentar cambiar la visión de la sociedad con respecto al consumo de ácido en la actualidad.

“No consumo café, consumo ácido”, comenta una de las empresarias tecnológicas del campus Silicon Valley a Financial Times. Tiene 29 años y consume microdosis semanales de LSD desde el mes de enero porque, asegura, “mejora su productividad, su creatividad y la “ayuda a concentrarse”. Comenta que, lejos de tener alucinaciones propias del consumo de esta droga psicodélica, es capaz de definir más nítidamente la estrategia de la compañía y brilla haciendo nuevos contactos.

Cuando estoy en reuniones, soy capaz de estar más concentrada en aquello que me están contando, aumenta mi empatía y mejora la comunicación”, afirma. Diane, así se llama la empresaria, forma parte de una nueva generación de consumidores de LSD que toma el ácido como si fuera un hábito inofensivo para su actividad diaria. Este colectivo, según el periódico estadounidense, tiene un plan de consumo meticulosamente planificado semanalmente con un consumo de entre 10 y 20 microgramos cada tres días.

Un consumo planificado de 10/20 microgramos

Amaya Terrón, psicóloga clínica, señala que «en ningún caso la necesidad de ser creativo y/o productivos en un ambiente laboral justifica el uso de estas sustancias». Argumenta que, por experiencia en consulta, el uso y abuso de estas sustancias suponen «un detrimento de las capacidades cognitivas en las personas que las han consumido tanto de forma regular como puntual y estas consecuencias se extienden tanto en el corto como en el largo plazo». Y añade: «Además, afectan a todas las áreas de la vida».

Terrón cree que las ganancias (mayor energía, productividad, deshinibición, etc..) son «efímeras y engañosas, ya que quedamos a merced de las sustancias para volver a experimentarlas por lo que el enganche o dependencia está a un solo paso».

Cree Diana que el consumo de LSD “es una señal de los tiempos” y es una sustancia muy “flexible que aumenta todo lo que está dentro del cerebro y la sociedad”. Cree, además, que el ácido, al campar por el campus de Silicon Valley, podría establecerse como una sustancia tan aceptable socialmente como el café.

Ciertamente, el LSD no es una droga desconocida para los gurús tecnológicos de California. Steve Jobs, fundador de Apple, confesó que el consumo de ácido de 1972 a 1974 fue «una de las cosas más importantes” que había hecho en su vida. A lo largo de ese periodo de dos años, aseguró, “tomé LSD y no tengo palabras para explicar el efecto que tenía sobre mí, solo puedo decir que fue una experiencia positiva y me alegro de haber pasado por ella”.

Summer is Love en San Francisco en 1967.

Pero los casos de Jobs y Diane no son aislados, Tim Ferriss, inversor tecnológico, ha afirmado que casi todos los multimillonarios que él conoce “toman regularmente alucinógenos”.

La mayoría de los consumidores de LSD son propietarios y fundadores de sus propias start ups y trabajan en la industria de la tecnología, un sector, según aseguran algunos de ellos a Financial Times, que exige productividad bajo presión, inventar ideas novedosas sin parar, así como centrar el tiro ante multitud de distracciones.

“Tomar LSD ayuda a mantener la calma, como empresario te expones de manera continua al rechazo de los inversores”, explica otra empresaria tecnológica. Otro de ellos señala que, desde que consumen este ácido en pequeñas dosis, “tanto él como sus empleados están menos estresados”, aunque no descarta que una mayor planificación haya ayudado al día a día.

Terrón no expone, desde luego, un escenario tan positivo como estos empleados y empresarios de Silicon Valley. Los cuadros patológicos que se pueden desencadenar pueden ir, explica, desde paranoicos, obsesiones, delirios, cuadros maniaco-depresivos, cuadros psicóticos en general, depresiones mayores, ansiedad y demencias precoces, entre otros.

La psicóloga, ante este escenario, rechaza rotundamente el uso de cualquier sustancia que provoque «un cambio en la conciencia como en el estado de ánimo en cualquier contexto en el que se circunscriba el uso».

Otros, en lugar de tomar medicación prescrita por psiquiatras, decidió recurrir al LSD para tratar problemas de salud mental, como comenta otra empresaria al rotativo norteamericano. Afirman, además, que muchos de estos gurús del mundo tecnológico están haciendo viajes express a América del Sur para tomar ayahuasca, una bebida usada por los pueblos amazónicos, para estimular la creatividad.

Del Summer of Love a Silicon Valley

A pesar de imitar el consumo de LSD del movimiento hippie de los años 60, los nuevos consumidores tecnológicos rechazan el uso que los hippies hacían del ácido. Creen que los participantes del Summer of Love en San Francisco (1967) hicieron un uso tan poco ético de esta sustancia, que lo único que consiguieron fue un rechazo social hacia ella.

Festival Summer of Love 1967 (Foto: Flickr)

Paul Austin, líder de la organización The Third Wave para la aceptación de las drogas psicodélicas, señala que estas drogas las usaron los pueblos indígenas durante miles de años y el movimiento de contracultura de los años 60/70, cuando “los padres estaban aterrorizados” con el hecho de que sus retoños se sumergieran en el mundo del LSD.

Albert Hofmann, un científico suizo, descubrió de manera accidental las propiedades del LSD, estaba desarrollada a partir de compuestos del ergot, un hongo que ataca al centeno. Pero, explican, que debido a la criminalización hay pocos estudios y evidencias de qué daños a largo plazo puede producir.

Cree Austin que los nuevos consumidores, como el caso de los empresarios tecnológicos de Silicon Valley, es una oportunidad para cambiar la visión de la sociedad con respecto al ácido y legalizarlo. Es más, la Dra. Molly Maloof, médico de muchos de los inquilinos del campus californiano, afirma que muchos de éstos creen que “la mejor versión de sí mismos es un cóctel de vitaminas, ejercicio y drogas”.

Afirma que las sustancias psicodélicas tienen gran futuro y cree que podrían ser legales en 10 ó 15 años. “La generación hippie 2.0 está llevando el LSD a un estadio distinto al de las personas que solo lo consumen para salir de fiesta”, explica.

La psicóloga concluye explicando que si le preguntásemos a la mayoría de personas que caen en adiciones qué harían si pudieran volver al momento donde empezó su adición, «estoy segura que responderían que harían más trabajo personal para respetarse a sí mismas y resolverían los conflictos personales que les empujaron a caer en el círculo de las drogas».

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