Inversión

La economía china sigue decreciendo

Guerra comercial de aranceles de Donald Trump
Donald Trump

Aunque muchos no lo preveían, la guerra comercial vuelve a sacudir a la economía china. El gigante asiático, el cual lleva luchando en una interminable guerra comercial con Estados Unidos, comienza a notar los efectos de la desaceleración económica en un entorno donde las tensiones geopolíticas aumentan, mientras su comercio exterior y su presencia en los principales mercados internacionales pierde fuelle.

Y es que la economía china, aunque los esfuerzos del Gobierno iban orientados a revertir la situación y contrarrestar los posibles efectos negativos que causaría la guerra arancelaria con los Estados Unidos y la reducción de las exportaciones con el que, antaño, era sus principal socio comercial, muestra un menor dinamismo en sus ritmos de crecimiento, los cuales arrojan unos registros del 6,3%.

Unos registros que, como digo, aunque a priori se preveían menores, pronosticando crecimientos inferiores o similares al 6%, finalmente se cumplieron como se estipuló. Una decepción, en parte, para la economía asiática, que preveía unos mejores registros, un mayor dinamismo en los crecimientos, tras los repuntes pronosticados por el Gobierno chino tras la masiva rebaja de impuesto que planteaban los líderes políticos para paliar con la guerra comercial.

Como digo, la economía asiática sigue notando la desaceleración económica que vive el planeta. Una desaceleración de la que, como comentaba en el párrafo anterior, el Gobierno asiático preveía salir airoso, pues las políticas aplicadas han ido orientadas a evitar una desaceleración. Finalmente, aunque los repuntes muestren un avance, en comparación con el mismo mes del 2018, la economía muestra una desaceleración de 0,5 puntos.

Aunque un crecimiento del 6,3% nos pueda parecer una barbaridad, más aún si tenemos en cuenta que la economía española, por ejemplo, prevé crecer a ritmos del 2,3%, para la economía China, un crecimiento por debajo del 6% es un completo fracaso. Para hacernos una idea, para China, un crecimiento del 4%, podría equivaler a crecimientos del 0,8% en países europeos como España o Italia. La necesidad de China de crecer a ritmos elevados es superior que en otros países.

Esto viene dado por la propia Ley de Okun, una ley que debe su nombre al economista norteamericano Arthur Okun. Esta teoría consiste en una observación empírica que señala la correlación existente entre las alteraciones en la tasa de desempleo y el crecimiento de una economía. Esta teoría ha servido, desde su creación, para medir el ritmo al que debía crecer una economía para crear puestos de empleo en el país.

Según Okun, una economía desarrollada debía crecer a ritmos de entre el 2,5% y el 3,2% para generar nuevo empleo en el país. Sin embargo, en muchos países eto ha ido cambiando por la propia estructura de la economía y los modelos productivos y de crecimiento. En el caso de España, el país ha llegado a vivir situaciones en las que con un 0,8% de ritmo en los crecimientos, las empresas en el país generaban empleo.

En el caso de China el caso es bien distinto. La economía China, por su estructura y los objetivos del Gobierno Chino, ha sido siempre una economía que ha adaptado su modelo económico a unos crecimientos muy superiores. Unos crecimientos que han llegado a alcanzar las dos cifras, registrando tasas de crecimiento vertiginosas para algunos países, por ejemplo, de la zona del euro. Ritmos de crecimiento superiores, pero difícil de mantener.

Ahora, ante la desaceleración de la economía, el mayor miedo para China era la de crecer a ritmos inferiores al 6%. Un umbral en el que, según las estimaciones de los macroeconomistas en el país, cualquier ritmo de crecimiento inferior al 6% podría derivar en una destrucción de empleo en el país, elevando las tasas de desempleo y empeorando la economía en el país.

Para China, el objetivo de doblar su Producto Interior Bruto (PIB) en 2020 le lleva a la necesidad de crecer a ritmos superiores al 6,5%. Unos ritmos de crecimiento que, para el Gobierno chino, entra dentro de sus objetivos de poder lograr el doblar el PIB para el próximo año, pudiendo generar nuevos empleos que saquen de la pobreza a más de 70 millones de personas que viven en el país y que se encuentran en situación de pobreza.

La situación que empieza a vivir el país le está complicando la vida a los líderes en Pekín, que ven como su economía comienza a desacelerarse, creciendo a niveles inferiores a los previstos y por debajo del umbral de crecimiento óptimo que fijaba el objetivo del Gobierno chino. En un rango histórico, los crecimientos recogidos por el Gobierno suponen el crecimiento más bajo de los últimos 27 años, lo que comienza a alertar al gigante asiático de que su economía se encuentra bajo amenaza.

Una situación que, por el otro lado, celebraban líderes como Donald Trump, el cual compartía los registros de crecimiento de la economía asiática, a la vez que se atribuía lo ocurrido en el país por la aplicación de su política comercial y arancelaria con el país asiático. Para el Presidente Trump, el deseo de China de formalizar un acuerdo comercial era, desde el principio, salvaguardar los ritmos de crecimiento en el país y no llegar a la situación que hoy vive el país.

Una situación que, observando los datos económicos y el histórico de crecimientos de la economía asiática, no da la razón al Presidente Trump, pues la economía asiática lleva desde hace 9 años acentuando su desaceleración económica, la cual mostraba, en el 2010, registros superiores al 10% y que, con el paso del tiempo han ido desacelerándose. Desde entonces, China no ha parado de aplicar estímulos económicos que traten de revertir la situación, sin éxito alguno.

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