Las dos trampas con las que Gabilondo justificará su hachazo fiscal a los madrileños
En febrero pasado, el PSOE registró en la Asamblea de Madrid una proposición para subir los impuestos. Sin embargo, el ahora candidato Ángel Gabilondo dice que «en estos dos años no hay que tocar la fiscalidad». O bien miente, o bien muestra un criterio inestable; ninguna de las dos cosas es una característica aconsejable para alguien que aspira a presidir una autonomía.
En cualquier caso, la probabilidad de gobernar de Gabilondo pasa necesariamente por un acuerdo con los dos partidos comunistas (Podemos y Más Madrid). Y esos partidos, dado que aspiran a demoler nuestro sistema económico y de libertades, solo apoyarían a Gabilondo si se ponen de acuerdo en subir los impuestos. Por lo tanto, la opinión del candidato del PSOE es irrelevante: si gobierna la izquierda, los impuestos subirán en Madrid. La única duda es cuánto.
Los socialistas de todos los partidos justifican su intención de subir los impuestos en dos trampas. Una es que el sistema tributario debe ser «suficiente». La trampa radica en que, como para la izquierda el gasto público siempre debe crecer, los impuestos nunca serían suficientes. Aceptar ese argumento-trampa es abrir la puerta a una confiscación siempre creciente de los salarios y los ahorros de los madrileños.
El otro timo es el de la «justicia», comodín con el que pretenden justificar una progresividad exagerada de los tributos y una redistribución de la renta. Progresividad y redistribución son dos las dos caras de una moneda llamada confiscación. Por eso, aceptar este otro argumento-trampa es dar un cheque en blanco a los políticos para que dispongan de una creciente porción de lo que es nuestro (de los ciudadanos) como si fuera suyo.
Una subida fiscal en Madrid tendría repercusiones negativas para todos los españoles. Por ejemplo, un aumento del IRPF dificultaría la captación de talento y reduciría la rentabilidad esperada de cualquier proyecto de inversión, de manera más directa en el caso de los autónomos. Más en general, la mayor presión tributaria reduciría la competitividad de Madrid como centro de atracción de inversiones y, así, debilitaría la creación de empleo. Aunque se diga que los incrementos tributarios solo afectarían a los «ricos», son precisamente estos quienes deciden si invertir o no y, en su caso, donde. Espantar a los «ricos» es castigar al parado y al mileurista, que se quedan con menos alternativas laborales.
Si Madrid, cuyas rebajas fiscales obligaron a otras autonomías a seguir el mismo camino, cambia su política tributaria, las demás comunidades también podrían hacerlo, extendiendo a todo el territorio español el debilitamiento de la inversión y la generación de puestos de trabajo. Hoy, Madrid es un refugio fiscal al que acuden, por ejemplo, asturianos y catalanes que quieren protegerse de la voracidad de sus gobiernos. Si Madrid deja de ser tal refugio, el siguiente paso es irse a tributar al exterior, porque es difícil que la gente acepte pasivamente el saqueo de su propiedad.
La izquierda se presenta a las elecciones prometiendo un Madrid más equitativo y solidario. Pero lo cierto es que haría lo mismo que ha hecho en todos los sitios donde gobernó: descuadrar las cuentas públicas y limitar la libertad individual. Sí, limitar la libertad. Porque subir los impuestos significa entregar al gobierno una mayor porción del fruto de nuestro trabajo. Y eso reduce nuestras posibilidades de elegir y de hacer: nos hace menos libres.
Un Madrid más venezolano o más europeo. Un Madrid con más o con menos oportunidades de trabajo. Un Madrid que lidere al resto de España hacia la libertad o hacia un aumento del tamaño del estado, que asfixie la iniciativa privada. Un Madrid del que den ganas de marcharse o que siga siendo un lugar donde muchos creen poder concretar sus sueños y proyectos. Eso es lo que de verdad está en juego en las elecciones del 4 de mayo.
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