Energía

El desplome del precio de la luz por la solar obliga a los españoles a pagar 740 millones en subvenciones

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Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

La obsesión del Gobierno por la energía solar ha llevado al desplome del precio de la luz muchos días, con gran cantidad de horas de precios cero o negativos. Como la mayoría de estas instalaciones tienen una rentabilidad garantizada, cuando este precio no la cubre, se debe complementar con subvenciones de dinero público, que ascendieron a 737 millones entre enero y marzo.

Así se recoge en el informe de liquidación provisional del sector eléctrico en el primer trimestre, publicado por la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia), el organismo encargado de la regulación de este mercado. Así, la solar fotovoltaica es la fuente de energía que se llevó más subvenciones con diferencia en ese período, 500,555 millones, seguida por la solar térmica con 236,926 millones. Les sigue la cogeneración, con 207,209. Por contra, la eólica sólo recibió 132.000 euros públicos.

Sólo en el mes de marzo, las subvenciones ascendieron a 138,453 millones para la solar fotovoltaica y a 60,557 para la térmica. Y dado que en los meses posteriores ha proseguido esa tendencia de precios bajos -incluso después del apagón pese al coste extra para estabilizar la red-, es de esperar que estas subvenciones sean incluso superiores en el segundo trimestre.

Estas subvenciones proceden de la época en que era ministro Miguel Sebastián con Zapatero, posteriormente corregidas a la baja por Alberto Nadal cuando era secretario de Estado de Energía con Mariano Rajoy. Con ese sistema, se garantiza una rentabilidad a las instalaciones renovables que actualmente se sitúa en el 7,1%, mediante un sistema llamado Recore. Cuando el precio de la luz no es suficiente para alcanzar esa rentabilidad, el erario público se hace cargo de la diferencia mediante subvenciones.

Las subastas de Teresa Ribera cambiaron el sistema, ya que las instalaciones tenían que pujar a un precio fijo, pero la lógica es la misma: si un parque solar pujó a 24 euros el MWh y el precio un día dado es de 2 euros, los 22 de diferencia se pagan como subvención. El neto de todo esto son los 740 millones citados en el caso de la solar. Finalmente, en los últimos tres años las nuevas instalaciones van a puro mercado, es decir, no tienen esa rentabilidad garantizada.

Ahora bien, para cobrar la subvención, las centrales tienen que verter a la red un número mínimo de horas. Por eso, pujan en las subastas diarias de electricidad a precios muy bajos o incluso cero, ya que lo que importa es colocarla para cobrar la subvención. Las centrales nuevas lo aceptan porque esperan que aparezcan las centrales de gas (ciclos combinados) y marquen un marginal más alto; como es sabido, ese marginal se aplica a todas las tecnologías y es el que paga el cliente en el recibo. Las subvencionadas, por su parte, reaccionan pujando aún más bajo para que no las expulsen y alcanzar las horas. En definitiva, se genera un círculo vicioso que lleva los precios a terreno negativo.

Estallido de la burbuja

De esta forma, las subvenciones a la solar se disparan, como confirma el informe de la CNMC. Y aun así, el exceso de capacidad renovable instalada es tal que hay centrales que no cubren el mínimo de horas necesario para cobrar la subvención. Según el mismo informe, 58.758 instalaciones cumplieron esas horas, pero otras 2.491 se quedaron fuera y otras 1.021 se quedaron en el límite, con lo que cobran menos ayudas públicas.

Estas instalaciones, así como las más recientes (las más modernas y eficientes) que van a pulmón sin dinero público, son las que están al borde de la quiebra porque es imposible rentabilizarlas con los precios de la electricidad tan bajos. Se trata del estallido de la burbuja renovable del que ya alertó OKDIARIO el año pasado y que se ha confirmado a lo largo de este ejercicio, y cuya causa es la obsesión del Gobierno por instalar renovables sin tener en cuenta la capacidad de la red, su estabilidad (como quedó claro con el apagón) o el funcionamiento del mercado.

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