Calviño confirmó al Gobierno la semana pasada que Bruselas da el «OK» a los Presupuestos
El Gobierno ha mantenido conversaciones previas para asegurar las cuentas
La Comisión tumbará los Presupuestos de Italia y eso facilita el camino a Sánchez
Calviño no ha ocultado la escalada del gasto, subrayando el aumento de ingresos
El Gobierno acaba de remitir este lunes a la Comisión Europea el plan presupuestario de 2019. Pero las conversaciones para allanar el camino de las primeras cuentas públicas de Pedro Sánchez se han mantenido previamente. Las ha protagonizado Nadia Calviño. Y se han saldado con éxito para la ministra de Economía que, de hecho, confirmó ya la semana pasada al presidente del Gobierno que la Comisión Europea pondrá objeciones, pero no tumbará los Presupuestos.
La explicación es simple. Bruselas quiere el compromiso de que si los ingresos no evolucionan como es debido o los gastos se disparan con respecto a la capacidad de financiación prometida, la cartera de gasto se bloqueará. Es decir, que en el momento en el que el déficit despegue por encima de lo comprometido, el Gobierno deberá paralizar la ejecución del gasto y dejar sin materializar partidas.
Con ese control, Bruselas no tumbará las cuentas. Básicamente porque, aunque le puedan gustar o menos los Presupuestos, no es su función cuestionar los criterios de política económica, sino garantizar que el plan de estabilidad cumple con una senda de reducción del déficit. Y si hay compromiso de cumplir ese punto, la Comisión Europea no debería decir nada más.
Calviño no oculta la escalada del gasto
Por eso ya en la rueda de prensa del pasado viernes, la ministra de Hacienda Montero insistió en que se prevé una recaudación de 5.678 millones de euros con las medidas de la reforma fiscal y lucha contra el fraude acordada con Podemos para los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de 2019. Es más, subrayó que ese dato se ha calculado sin incluir los ingresos por cotizaciones.
Y por eso mismo los responsables económicos han subrayado que el gasto asociado sólo a la Administración General del Estado (AGE) crecerá en 2.082 millones de euros, sin incluir por tanto los gastos asociados a las comunidades autónomas, que manejan Educación o Sanidad, ni el gasto relativo a la Seguridad Social.
El Gobierno, de ese modo, no ha ocultado nunca la escalada del gasto. Y, de hecho, ha reconoció que las cifras totales referidas al acuerdo alcanzado con Podemos “se aproximarán” a las dadas por el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, que eleva el gasto a 5.729 millones de euros y los ingresos a 7.240 millones de euros, incluyendo todas las partidas.
Pero siempre han acompañado esas cifras de una supuesta justificación en crecimiento de ingresos. Es decir, que han dejado el camino preparado para que, si no se cumple el avance de la recaudación, decaiga el esquema que soporta los gastos. Y eso, para Bruselas es suficiente por el momento.
Rebaja el crecimiento esperado
El Gobierno, además, ha acompañado sus cuentas de una rebaja de su previsión de crecimiento para España al 2,6% este año y al 2,3% en 2019: una décima menos para cada año con respecto a lo contemplado en su último escenario macroeconómico de julio de 2018.
Además, el plan remitido a la Comisión Europea recoge un objetivo de déficit del 1,8% para el próximo año, pese a que el Congreso no ha validado este objetivo. Un objetivo superior al 1,3% que había pactado el anterior Ejecutivo del PP con Bruselas, pero que Bruselas puede aceptar a la vista de la evolución económica.
De hecho, la ministra de Economía, Nadia Calviño, ha insistido en que ese aumento del gasto en un contexto de menor crecimiento será compatible con una reducción importante de la deuda pública.
Nadie en los mercados oculta ya que en Bruselas se observa con preocupación la evolución de España. Especialmente, después de que Italia haya enviado unas cuentas que la Comisión podría tumbar por falta de rigor y por saltarse los compromisos de déficit.
Pero son precisamente esas cuentas italianas uno de los factores que pueden ayuda a España: tumbar dos presupuestos sería excesivo. Especialmente cuando los remitidos por España, más menos creíbles, asumen un compromiso de control del déficit.