Atlético de Madrid

Simeone, 500 partidos de una leyenda

Simeone
El Cholo Simeone en el último partido en el Vicente Calderón. (Getty)

Aunque la cosmogonía rojiblanca es pródiga en estrellas rutilantes, son pocas las que permanecen orbitando a su alrededor. La historia del Atlético es brillante, pero escasa en símbolos perpetuos. Por eso es tan importante la figura de Luis Aragonés, mito como jugador y como entrenador. Por eso adquiere todavía mayor realce la gesta que esta tarde consumará el Cholo Simeone ante el Getafe. 500 partidos sentado en el banquillo. Y algo aún más significativo: medio millar de presencias consecutivas, completando una serie de nueve temporadas inmaculadas.

Desde el 23 de diciembre de 2011 (aunque su primer partido fue el 7 de enero de 2012 en Málaga) hasta el 30 de diciembre de 2020, Simeone no sólo ha alcanzado un récord de permanencia en el banquillo rojiblanco sin precedentes, sino que también ha derrumbado todos los registros históricos del club: a falta de lo que suceda esta tarde presenta una hoja de ruta con 300 victorias, 118 empates y 81 derrotas. Luis Aragonés necesitó 87 partidos más para llegar a los tres centenares de triunfos.

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Una imagen de Luis Aragonés desplegada en el Calderón. (AFP)

Con Simeone el Atlético ha recuperado la grandeza que perdió durante la primera década del nuevo siglo, cuando la intervención judicial de la que fue objeto Jesús Gil arrastró al club a Segunda División y le condenó a un papel secundario en Primera durante muchas temporadas. Aunque la llegada de Quique le permitió volver a saborear un título en 2010, la Europa League, su dimensión en España le alejaba de las esferas de poder que acaparaban Real Madrid y Barcelona. Fue en esa época cuando el Valencia llegó a adelantarle en la clasificación histórica de la Liga. Los tiempos gloriosos de Vicente Calderón y del incipiente Luis Aragonés que pasó en un solo día de jugador a entrenador parecían haber terminado definitivamente.

La llegada del ‘cholismo’

Todo cambió con la aparición del Cholo. Aquel empate a cero en Málaga fue el arranque de una resurrección sin precedentes que culminó ese mismo año con la segunda Europa League y con un quinto puesto en la Liga que le dejó a un solo peldaño de la Champions. Fue la primera y única vez en la que el Atlético de Simeone quedó por debajo de los cuatro primeros clasificados. Desde entonces y hasta ahora la Liga de Campeones ha sido siempre un objetivo cumplido. Y eso significa dinero. Y el dinero permite comprar buenos jugadores y mantenerse competitivos.

El Cholo Simeone celebra la Europa League que ha ganado con el Atlético de Madrid. (AFP)

El balance desde ese momento es increíble: un título de Liga, otro de Copa, una Supercopa de España, dos Supercopas de Europa y dos Europa League. La única espina que tiene clavada el Cholo es por supuesto la Liga de Campeones, con el amargor de las dos finales perdidas ante el Real Madrid, la última de las cuales, en Milán, estuvo a punto de suponer un punto y aparte en su trayectoria como rojiblanco. Simeone meditó durante varias semanas la posibilidad de marcharse. Acabó quedándose, pero a cambio le pidió a Miguel Ángel Gil que rebajara la extensión de su contrato. Por fortuna para el club no sólo no dio el paso definitivo, sino que volvió a ampliar su compromiso y ahora está en vías de comprometerse por lo menos hasta 2024.

A Simeone se le puede discutir el estilo, las formas e incluso el trato a algún jugador en concreto, pero es absurdo poner en duda sus estadísticas y, en definitiva, el fútbol no vive de las buenas intenciones, sino de los resultados, y esos los garantiza el Cholo. Bajo su dictadura defensiva, que ha llevado a Oblak a ganar cuatro trofeos Zamora consecutivos, el club ha crecido no sólo deportiva, sino sobre todo económicamente. El Atlético de Madrid que recibió Simeone era un cadáver. El Atlético de Madrid que hoy despide 2020 disfruta del tercer tope salarial de la categoría y, aunque sigue lejos de Madrid y Barcelona, ya es capaz de pelear con argumentos por los mejores jugadores del mundo. Ese es el legado que enarbola un argentino que llegó del Sevilla para formar con Caminero, Pantic y Vizcaíno el que posiblemente haya sido el mejor centro del campo de la historia rojiblanca, y que ahora como entrenador ha derrumbado todas las murallas y persigue sin descanso la última frontera que le queda por conquistar: la Champions.

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