Rodri da la Champions a Guardiola
Más de doce años y más de 1.200 millones después, Pep Guardiola vuelve a ganar una Champions. Si las dos anteriores se las entregó Messi, con algún empujoncito arbitral, esta se la dio Rodri, que marcó el gol del triunfo en la final ante un Inter que se mereció por lo menos la prórroga. El Manchester City ganó con más sufrimiento que fútbol. Jugó miedoso y bloqueado, demasiado presionado por un papel de favorito que en esta competición el que soporta como nadie es el Real Madrid.
Una final de Champions sin el Real Madrid es como un concierto de U2 sin Bono, como una playa sin Chiringuito, como una Nochevieja sin el vestido de la Pedroche o como una tortilla de patata sin cebolla: una cosa rara y triste. La que nos ocupa la jugaban el Manchester City, ejemplo de uno de esos clubes sin historia ni tradición pero con todo el dinero de un estado árabe detrás, y el Inter de Milán, un clásico que se plantó en Estambul por el lado amable del cuadro.
Guardiola tenía ante sí el reto de ganar una Champions sin Messi, empresa en cuyo intento había fracasado año tras año desde hace más de una década. Su Manchester City, sin discusión el mejor equipo de Europa, era favorito, requetefavorito, ante un Inter que llegaba a la final casi como convidado de piedra, por mucho que los italianos nunca son invitados de fiar. Jugar una final contra un equipo italiano, sea el deporte que sea, es como cortarle las uñas a un león: cuanto menos arriesgado.
Haaland lideraba sobre el verde las huestes del Manchester City en las que no faltaba nadie, de Ruben Días a Bernardo Silva, pasando por los Rodri, De Bruyne o Grealish. En el Inter, Inzaghi, técnico que estuvo medio despedido en enero, planteaba un once blindado con tres centrales con Brozovic y Barella como principales estandartes del centro del campo y Lautaro con el viejo Dzeko como referentes arriba. Por armamento el City era Rusia y el Inter Ucrania.
La final del respeto
La final nació timorata. Con decirles que el Inter parecía más atrevido que el City con una presión que sombreaba la salida de balón del equipo de Guardiola. Eso sí, a los dos minutos Haaland enseñó sus credenciales con un desmarque al que sucedió un trallazo al larguero. Menos mal para la salud de los interistas que la jugada había sido anulada por fuera de juego. Luego Bernardo Silva hizo una jugada individual en la que su par reculó hasta el área pequeña y el disparo del luso se marchó fuera por poco. Segundo aviso citizen en cinco minutos.
Resistió el Inter, sabedor que era una final para sufrir, los dos fogonazos de un City menos descarado que otras veces. Incluso Lautaro rondó el gol en una cantada de Ederson, que salió a por uvas en un balón llovido. Se salvó el City porque el delantero argentino no anduvo atento.
La resistencia del Inter tenía su mayor premio en el cronómetro. Los de Inzaghi llegaron vivitos y coleando a la media hora. Para ellos el 0-0 era casi ganar la Champions. Fue entonces cuando De Bruyne se echó al suelo tieso. Parecía una lesión muscular. Le atendieron y volvió, pero se le veía muy mermado. No duró ni cinco minutos en el campo. La clásica lesión de un veterano que llega pasado de partidos a una final. Le suplió Foden, que no es manco. Ni cojo.
Cuando más tiempo pasaba, mejor plantado estaba el Inter y menos temible parecía el City. El partido estaba más en lo que había diseñado Inzaghi que en la idea de Guardiola. Rodri estaba completando un primer tiempo canalla y su equipo le echaba en falta. Los nerazzurri alcanzaron el descanso ilesos y apenas se inmutaron.
Rodri abre la lata
Del intermedio volvimos con un Inter desmelenado y un City entre el miedo y el bloqueo. En el 54 entró Lukaku por un fundido Dzeko y, dos minutos después, Lautaro tuvo un mano a mano que sacó con el cuerpo el meta Ederson. Era la ocasión más clara de los interistas en la final.
El susto hizo espabilar un poco al Manchester City, que aculó al Inter. Tanto que al final acabó llegando el gol de Rodri, que estaba perpetrando una final canalla. Fue un pase filtrado por Akanji a Bernardo Silva. El portugués se giró en el área y asistió hacia atrás en busca de la llegada del mediocentro español desde segunda línea. Rodri sorprendió a la defensa interista y la puso tocadita ante la estatua de Onana.
Cuando parecía que el City encarrilaba la final y que Guardiola podía dejar los lexatines llegó la ocasión más clara del Inter. Dimarco, solito en el área pequeña cabeceó primero al larguero y después al tobillo de Lukaku. Inzaghi no se lo podía creer. Unos minutos después la falló Lukaku, que se plantó solo en el área y resolvió con un tiro raso que sacó abajo Ederson.
Se estiró el City, ya con el Inter echado al monte y con espacios a su espalda. Foden hizo una ruleta maravillosa, aceleró, se metió en el área pero su remate le salió blandito y lo paró Onana. Era el 2-0 que habría resuelto la final, pero se salvó el Inter.
Lo intentaron los de Inzaghi hasta el final, pero resistió el Manchester City, mas cholista que nunca. Los de Guardiola se replegaron y el balón fue para el Inter, que lo intentó hasta el final con tanto orgullo como desacierto. Acabó ahogado en la orilla y con una ocasión postrera y clamorosa de Lukaku, que cabeceó a bocajarro ante Ederson, pero su testarazo le salió al muñeco y lo repelió el meta del City. Fue la última intentona de un Inter que cayó con honor ante el equipo de Guardiola, que ganó con más sufrimiento y mucho menos fútbol del esperado.