Florentino, queremos otro Figo

Neymar-Cristiano-Messi
El Balón de Oro que se entregará en Zúrich el próximo 11 de enero. (AFP)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Que Neymar va a heredar el trono del fútbol en el que se han turnado los reyes Messi y Cristiano es algo tan a evidente y rotundo como la taleguilla de un torero. Nadie duda de que el brasileño tiene varios Balones de Oro en sus botas. Su juventud –23 años–, su talento, su descaro y su capacidad para decidir partidos él solito le convierten en el primero en la línea sucesoria de los dos grandes monarcas que han regido el planeta fútbol en la última década.

Vale que hay otros principitos aspirantes –James, Reus, Hazard, Bale…– a ser algún día los que partan el bacalao en el juego del balón redondo, pero como Neymar, ninguno. Convenido entonces que el brasileño va a ser el mejor jugador del mundo de aquí a un par de años, la pregunta que yo le haría a Florentino Pérez sería: ¿Por qué no convertir a Neymar en el nuevo Figo?

Hagamos cuentas. La cláusula del brasileño es de 190 millones de euros. Así, a bote pronto, parece una suma inasumible salvo que seas un jeque que nade en petróleo. Su sueldo en el Barça está en torno a los 10 millones netos, que tampoco es moco de pavo. Aceptamos Neymar como un fichaje imposible en términos financieros absolutos.

Como necesitamos dinero, hagamos caja. Puede que sea impopular, incluso un sacrilegio, pero si queremos comprar a Neymar hay que vender a Cristiano. El luso se ha ganado a goles un lugar de privilegio en la historia del Real Madrid, pero su edad –cumplirá 31 años en febrero– y su tremendo desgaste –juega todos los partidos completos– hacen más que previsible que su rendimiento sea decreciente en los próximos años. Le ocurrió a Di Stéfano, a Butragueño y a Raúl, sencillamente porque, al revés de lo que decía aquel anuncio de Fontvella, los años pesan un huevo.

Pongamos que el acuerdo con el PSG por Cristiano se cierra en 130 millones, una cifra inferior a lo que Al-Khelaifi estaba dispuesto a poner sobre la mesa el verano pasado. El traspaso de Ronaldo, además, liberaría 21 millones netos por temporada de las arcas del Bernabéu que a día de hoy se destinan al salario del portugués. El panorama empieza a cambiar.

Con el traspaso de Cristiano, el coste neto de Neymar pasaría de 190 a 60 millones, una cifra que puede parecer elevada, pero cuantificada en jugadores del Madrid sería diez millones menos que un Danilo (35) más un Coentrao (36). ¿A que ya les empieza a parecer barato?

Evidentemente, los 21 millones que liberaría Cristiano serían para Neymar, con quien habría que negociar duramente compartir los derechos de imagen. Si el Madrid consiguiera asegurarse la mitad de los ingresos que percibe el brasileño por la explotación de su imagen, amortizaría esos 60 millones netos de su traspaso en una sola temporada. Florentino conoce de sobra que los futbolistas brasileños –Ronaldo o Kaká, sin ir más lejos– han sido para el Real Madrid, al menos en lo económico, una mina de oro.

Si en lo deportivo no hay ninguna duda de que el futuro del fúbol será de Neymar y en lo económico los números cuadran –siempre que se traspase a Cristiano–, ¿por qué no intentar convertir al brasileño en el nuevo Figo? También entonces decían que era imposible que nadie pagara 10.000 millones de aquellas pesetas por un futbolista. Y decían que era imposible que Figo se fuera del Barcelona porque estaba encantado en el club y en la ciudad y con los compañeros. Decían que era una bola electoral de Florentino. Que era imposible. Que no se podía hacer. Pero el presidente del Real Madrid siempre tachó la palabra imposible de su diccionario.

Sólo es cuestión de recordar las sabias palabra el maestro Yoda a Luke Skywalker en El imperio contraataca: «Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes».

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