La durísima lección que aprendió Simeone como jugador y que no quiere volver a vivir
En la temporada 96-97, tras ganar el doblete en la anterior, se encontró en una situación similar a la actual
Las eliminatorias ante el Barça en Copa y ante el Ajax en Liga dejaron muy tocado al Atlético
Las dos decepciones que vivió el Cholo en sólo siete días provocaron su decisión de irse al Inter
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El destino es muchas veces caprichoso. El Simeone entrenador se enfrenta ahora a una situación que ya vivió el Simeone jugador. Fue una lección durísima para el Atlético y para él mismo y sin duda influyó en su evolución como técnico. Hace ahora 28 años las eliminatorias de Copa ante el Barça y de Champions ante el Ajax dejaron muy tocado al equipo y fueron decisivas para que el Cholo abandonara el club al final de la temporada y emprendiera una larga aventura en Italia. Todo sucedió en el escaso margen de siete días. Siete horribles e inolvidables días.
Un año después de ganar el doblete, en el curso 96-97, el Atlético se enfrentó a dos eliminatorias muy cercanas en el tiempo que le causaron una profunda herida por la forma en la que transcurrieron y por el resultado final. El Barcelona primero y el Ajax después acabaron con los sueños rojiblancos en un lapso de tiempo muy breve de una forma tan cruel como inesperada. En el imaginario rojiblanco nunca ha podido olvidarse lo que sucedió.
El 26 de febrero de 1997, con Simeone como titular, Atlético y Barça empataron a dos en el Calderón en la ida de los cuartos de final de la Copa del Rey. Un resultado ajustado que lo dejaba todo pendiente del choque de vuelta, programado para el 12 de marzo en el Camp Nou, el mismo estadio que los rojiblancos habían asaltado de manera contundente en la temporada anterior para firmar un 1-3 que les llevó directos al título de Liga.
El arranque de partido no pudo ser mejor para el Atlético, que al paso por la primera media hora ganaba 0-3 gracias a tres goles de Milinko Pantic, uno de penalti. El Barcelona, desarbolado, no parecía tener respuesta. El sistema de tres centrales dispuesto por Radomir Antic, con López, Santi Denia y Prodan, era inabordable para el equipo de Bobby Robson pese a contar arriba con la presencia de Ronaldo Nazario.
Pero el brasileño, recién llegado a España aquella temporada, y que ya había destrozado al Atlético en la Supercopa, decidió que aquello no podía ser. En los cinco primeros minutos de la segunda parte marcó dos goles y dejó el marcador en un estrecho 2-3. Pantic respondió al minuto siguiente con su cuarta diana de la noche. 2-4. Un margen que parecía suficiente para el Atlético ya que el Barcelona necesitaba tres goles para superar la eliminatoria.
Lo que sucedió ayer fue la peor pesadilla posible para los rojiblancos. En 16 minutos -del 67 al 83- el Barcelona marcó tres goles por medio de Figo, de nuevo Ronaldo y Pizzi, que a los 83 minutos culminó una remontada histórica. De nada valieron los cuatro tantos de Pantic. El Atlético quedó eliminado y Simeone, que ese día no jugó, como tampoco lo había hecho en el 1-3 de la temporada anterior, quedó hundido.
Lo peor, sin embargo, estaba aún por llegar. En el intervalo entre los partidos de ida y vuelta de la Copa se había disputado la ida de los cuartos de final de la Champions y el Atlético había logrado un valiosísimo empate en el Amsterdam Arena ante el Ajax de Van Gaal. Un 1-1 que le permitía convertirse en favorito para acceder a las semifinales de la competición. Sólo faltaba rematarlo en el Calderón.
El 19 de marzo de 1997, siete días después de los cuatro estériles goles de Pantic en el Camp Nou, el Atlético descendió al siguiente círculo en su camino a la fosa infernal descrita por Dante. Lo hizo todo, absolutamente todo, para ganar el partido con suficiencia. Sin embargo el destino le golpeó con la mayor dureza y crueldad posibles. Kiko marcó el 1-0 a los 29 minutos, pero Ronald de Boer empató a los 49 en una jugada de la máxima desgracia porque el que luego sería jugador del Barça consiguió rematar al aprovechar que a Aguilera se le había caído una lentilla y tuvo que salir del campo, permitiendo a Overmars efectuar la jugada que culminaría su compañero. Con el 1-1 el Atlético empujó, empujó y empujó, pero Van der Sar fue un valladar inexpugnable. Lo fue hasta el punto de pararle un penalti a Esnáider a los 75 minutos, a sólo 15 del final.
Obligado a ir a la prórroga, el equipo siguió creando ocasiones, pero no era su noche. Definitivamente no lo era. A los 100 minutos el portugués Dani, que había sustituido a Litmanen, soltó un chutazo tremendo desde una distancia sideral que acabó alojándose en la escuadra de Molina. Un disparo inverosímil que por supuesto no repitió en su etapa posterior en el Atlético, pero que significó el 1-2. El estadio se quedó helado.
Ni siquiera así se entregó el equipo. A los 106 minutos el árbitro suizo Muhmentaler señaló un segundo penalti que, esta vez sí, convirtió Pantic -nadie se explica todavía por qué Antic permitió que Esnáider lanzara el primero-, dejando paso a un zafarrancho de ataque total sobre la meta holandesa que se prolongó durante lo que quedaba de prórroga, pero no sólo fue infructuoso sino que además, en el último minuto, con todos los jugadores lanzados sobre la meta del coloso Van der Sar, el nigeriano Babangida aprovechó un contragolpe para marcar el 2-3.
Esa noche Simeone jugó 113 minutos. Vio una tarjeta amarilla a los 90 y fue sustituido por López en la recta final ya totalmente agotado. Fue la segunda herida mortal en sólo siete días, y esta vez no hubo marcha atrás. El Cholo abandonó la plantilla al final de la temporada irse al Inter y con él lo hicieron también jugadores como Esnáider y Solozábal. El Atlético no sólo no volvió a pelear por títulos, sino que inició una lenta pero imparable degradación que le llevaría en 2000 al descenso a Segunda División.
A Diego Pablo Simeone esos siete días le marcaron a fuego. Sabe que el reto de enfrentarse en Copa al Barça y en Champions al Real Madrid es apasionante, pero también es consciente del riesgo que supone. Sin embargo existe un dato que le avala y que le diferencia de lo sucedido en la temporada 96-97. En aquella ocasión el Atlético encajó 11 goles en las dos eliminatorias. Ahora llega a la semifinal de Copa como el menos batido de Primera y con Oblak a las puertas de su sexto Zamora. El Cholo aprendió la lección y sabe que, para ganar cualquier cosa, es esencial partir de una gran defensa.