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La ciudad fantasma que han encontrado dentro de un bosque que deja a todos sin palabras: lleva desde los 90 deshabitada

Ciudad fantasma
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Alrededor del mundo existen lugares fascinantes que pocas personas se atreven a explorar. En los últimos años, ha surgido un interés creciente por visitar sitios abandonados por la curiosidad que despiertan. A menudo olvidados como «cápsulas del tiempo», ofrecen una perspectiva única y misteriosa de la historia que resulta muy atractiva para algunos viajeros. En este contexto, surge Kinugawa Onsen, una ciudad termal de Japón que quedó atrapada en los años 90. En su día fue sinónimo de lujo y descanso en el país asiático, pero hoy permanece completamente abandonado como una ciudad fantasma.

Durante los años 80 y principio de los 90, Kinugawa Onsen se convirtió en uno de los destinos más exclusivos de Japón, con balnearios, hoteles exclusivos y centros de ocio. Hoy en día, no queda nada del esplendor de aquella época; todos los edificios permanecen cerrados, aunque muchos espacios interiores se mantienen intactos. Algunos consideran que son ruinas que deberían desaparecer para siempre, mientras que para otros son un patrimonio cultural que merece ser conservado antes de que la naturaleza y el tiempo lo borren por completo.

Kinugawa Onsen: la ciudad fantasma en Japón

Durante uno de sus viajes por el país asiático, Luke Bradburn no imaginaba que, tras adentrarse en una zona boscosa, descubriría un complejo turístico abandonado. En un principio, quería conocer zonas cercanas a Fukushima y documentar restos de poblaciones afectadas por el desastre nuclear. Sin embargo, al adentrarse por carreteras poco transitadas, se encontró con Kinugawa Onsen.

Lo primero que le llamó la atención fueron lo edificios cubiertos de musgo y ramas, con ventanales rotos y carteles oxidados que aún anunciaban promociones y paquetes de alojamiento de hace más de 30 años. Pero al abrir puertas y ventanas desvencijadas, el ambiente cambiaba por completo: las habitaciones y los salones e mantenían casi como el día en que se cerraron para siempre, con camas hechas y televisores antiguos. La sensación, según describió Bradburn, era la de caminar por un escenario detenido en la década de 1990.

Origen y auge 

El origen de Kinugawa Onsen se remonta a principios del siglo XX, cuando se empezaron a explotar las aguas termales del río Kinugawa con fines turísticos. Mucho viajeros se sintieron atraídos por los baños públicos y las primeras posadas (ryokan), y como la ciudad se encontraba a sólo dos horas de Tokio en tren, se convirtió en el destino más popular para escapadas de fin de semana.

El verdadero auge llegó en los años 80, durante la burbuja económica japonesa. La prosperidad general permitió a muchas familias viajar con mayor frecuencia, y las empresas organizaban viajes de convivencia para sus empleados. En respuesta a esta demanda, se construyeron hoteles de gran capacidad, algunos con más de 10 plantas, salones para banquetes multitudinarios, spas de lujo y centros recreativos con salas de karaoke, pachinkos y máquinas arcade.

La localidad se transformó en un hervidero de actividad. Durante los fines de semana, las calles se llenaban de turistas, y los hoteles competían por ofrecer mejores cenas kaiseki, espectáculos culturales y baños con vistas panorámicas al río o a las montañas.

Crisis y abandono

Sin embargo, el esplendor llegó a su fin con el estallido de la burbuja financiera a principios de los años 90. La fuerte inversión en infraestructura que había marcado la década anterior se convirtió en una carga insostenible para los propietarios. Muchos hoteles empezaron a operar con pérdidas y, en poco tiempo, se vieron obligados a cerrar su puertas.

En Japón, para demoler un edificio es obligatorio contar con la autorización del propietario o de sus herederos. En algunos casos, los dueños fallecieron sin dejar sucesores claros, dejando las propiedades atrapadas en un limbo jurídico. Así, muchos de los hoteles no fueron demolidos, sino que permanecieron de pie, y su interior conservado tal y como estaba el último día de funcionamiento.

Un recorrido por el pasado congelado

Bradburn, fascinado por lo que veía, pasó más de seis horas explorando al menos cinco de los 10 edificios que vio en esta ciudad fantasma. Acceder a ellos no era tarea sencilla, ya que la maleza había invadido mucha de las entradas y había tramos derrumbados en los pasillos interiores. Dentro, en uno de los vestíbulos encontró animales disecados, mientras que una sala recreativa aún albergaba máquinas de premios con peluches intactos.

En uno de los comedores, las mesas conservaban botellas y vasos servidos, y en algunas habitaciones, las camas seguían hechas, con papeleras llenas y calendarios abiertos en el año 1997. La escena resultaba tan inquietante como fascinante.

A pesar de  la imagen que ha conquistado las redes sociales, Kinugawa Onsen no está completamente vacío; aún subsisten algunos hoteles en funcionamiento que reciben visitantes interesados en sus famosas aguas termales. Sin embargo, el verdadero magnetismo del lugar proviene de los edificios cerrados que, cubiertos de maleza y óxido, han inspirado leyendas locales y atraído a exploradores urbanos de todo el mundo.

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