Neil Young triunfa en Madrid con un soberbio concierto
Lo de Neil Young, principal valedor del primer festival Mad Cool, podría haber sido un fiasco de cumplirse los pronósticos que apuntaban a un repertorio básicamente acústico, pero ha sido encender la eléctrica y conectar con la historia a los 35.000 asistentes de hoy a esta cita madrileña. Setenta años adornan al canadiense legendario, el único capaz de mirar cara a cara la trascendencia de Bob Dylan. De ellos, casi 50 los ha dedicado a la música, pero en muy pocas ocasiones ha pasado por la ciudad (la última, en el Rock in Rio de 2008).
La expectación por disfrutar una vez más (¿quizás la última?) de este genio esquivo con nuestro país ha arrastrado a un importante sector de público tan veterano como él a mezclarse con la chavalería, absorta ante ese hombre que toca la guitarra con la naturalidad con la que otros respiran y que, peinando canas, les ha puesto a brincar y a «roquear en un mundo libre».
No pintaban así las cosas al inicio, cuando aún no había remitido del todo la luz del día y al escenario saltaban dos granjeras esparciendo grano, en una alusión a su último disco, «The Monsanto years» (2015), alegato contra el uso de químicos en la agricultura. El primer tema, «After the gold rush», uno de los primeros de su carrera, subrayaba esa preocupación constante por el destino de la «madre tierra» y confirmaba que al menos el arranque se desarrollaría en formato acústico, con Young a solas, ya fuese al piano o a la guitarra y siempre prendido a la armónica.
Así han llegado cortes como «Heart of gold», «Out on the weekend» o «From Hank to Hendrix», ya con la banda, no la mítica Crazy Horse, sino The Promise of the Real, liderada por uno de los hijos de Willie Nelson. Bajo el formato semiacústico han seguido sonando «Human highway», «Unknown legend» y «Someday», así hasta alcanzar una decena de canciones que a los profanos podría parecerles un único corte prolongado.
Y entonces, cuando parecía que iba a condenar a Madrid a un concierto desenchufado, el rugido eléctrico se ha hecho presente con «Alabama» y, sobre todo, con una fantástica interpretación de «Words», en el que ha dado muestras de que esta iba a ser noche de largos y chisporroteantes coloquios guitarreros con la banda. Ni el viento frío que de vez en cuando cruzaba el escenario principal de la Caja Mágica podía ya helar del todo los oídos y corazones de unos asistentes templados primero por «Winterlong» y, después, por una interpretación de más de 15 minutos de «Down by the river».
Ya lo cantaba él en «Mansion on the hill»: su concierto había puesto rumbo «por la autopista hacia el sol», dejándose agitar por el camino por el ciclón de «Like a hurricane», impulsando miles de brazos al aire. Young conocía perfectamente la respuesta cuando ha preguntado al público cómo se lo estaban pasando, cosa bastante insólita en este artista pétreo, parco en palabras, que podría interpretarse como un signo de que él mismo estaba disfrutándolo como un niño.
Y eso que lo mejor estaba por llegar en forma de «Rocking in the free world», un regalo para Madrid que no había tocado en sus conciertos previos y que ha alargado hasta el infinito, extrayéndole todo el jugo roquero y redentor. Ahí podría haber concluido un concierto monumental, pero el autor de «Ohio» ha querido volver al escenario para regalar temas como «Love and only love» a un público volcado, firmando una página en la ciudad que, de ser la última, será difícil de borrar.
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