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La NASA investigó un tsunami en Rusia y lo que han encontrado es muy extraño: nadie da crédito

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Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
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En septiembre, la NASA, en colaboración con el Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia (CNES), logró capturar por primera vez con una precisión inédita la evolución completa de un tsunami en pleno océano abierto. Esta observación, realizada por el satélite SWOT (Surface Water and Ocean Topography), supone un antes y un después en la comprensión de cómo se comportan las grandes ondas generadas por terremotos submarinos.

El fenómeno analizado estuvo vinculado a un potente seísmo de magnitud 8,8 ocurrido en la región de Kuril-Kamchatka, una zona sísmica muy activa del extremo oriental de Rusia. Hasta ahora, los tsunamis se habían estudiado sobre todo a partir de modelos teóricos, registros cercanos a la costa o datos puntuales obtenidos en alta mar mediante boyas. Pero con SWOT, la NASA ha logrado ver el proceso con suma nitidez.

Un satélite capaz de ver lo que antes era invisible

El satélite SWOT fue diseñado para medir la altura del agua en mares, lagos y ríos con gran exactitud. Sin embargo, su capacidad tecnológica ha permitido ir más allá de sus objetivos iniciales. Según el análisis publicado en la revista The Seismic Record, el satélite logró capturar una franja de 120 kilómetros de ancho en pleno océano Pacífico mientras avanzaba el tsunami, revelando un patrón sorprendente: la ola principal no se desplazaba sola, sino acompañada de ondulaciones secundarias que modificaban su forma mientras viajaba. La imagen satelital mostró que la energía del tsunami se dispersaba de manera más compleja de lo que sugerían los modelos predictivos.

Aunque SWOT logró capturar la forma completa de la onda, los expertos destacan que las mediciones de las boyas DART (Deep-ocean Assessment and Reporting of Tsunamis) también cumplieron un papel muy importante. Estas plataformas distribuidas en océanos profundos proporcionan datos temporales que permiten reconstruir la llegada y el comportamiento de las ondas con una precisión sorprendente.

Las boyas registraron diferencias de tiempo significativas entre la detección de una estación y otra, lo que permitió ajustar mejor los modelos numéricos con los que los científicos evaluaron la magnitud del deslizamiento del fondo marino. La combinación de ambas fuentes (visión satelital y datos directos) permitió confirmar que la ruptura tectónica que originó el tsunami abarcó unos 400 kilómetros, es decir, bastante más que los aproximadamente 300 que estimaban los modelos iniciales.

Esta ampliación de la zona de ruptura no es un detalle menor. La magnitud del área afectada por la fractura del suelo oceánico determina cuánta energía se libera y, por tanto, la forma, altura y alcance del tsunami resultante. Contar con mediciones más exactas mejora tanto la reconstrucción de los eventos pasados como la capacidad de prever el impacto de eventos similares en el futuro.

«Para comprender este proceso, hay que recordar cómo se genera un tsunami. Cuando se produce un terremoto submarino o un deslizamiento de tierra bajo el agua, la energía liberada puede llegar a ser tan grande que desplaza por completo la columna de agua desde el fondo hasta la superficie. Esto genera una onda inicial que se propaga a gran velocidad por el océano. El mecanismo es muy similar al efecto que se observa cuando una piedra cae en un estanque: el impacto provoca una serie de ondas concéntricas que se alejan del punto de origen», explica la NASA.

Un tsunami distinto a lo que predecían los modelos

Los resultados de esta investigación obligan a replantear una de las creencias más extendidas en relación con los tsunamis: la idea de que son ondas no dispersivas. Durante décadas, los modelos asumieron que, una vez generada, la onda principal mantenía su estructura a medida que se movía por el océano profundo. Pero los datos de SWOT muestran lo contrario: los tsunamis pueden ser dispersivos. Esto implica que su forma cambia a medida que avanzan, deformándose y generando ondulaciones adicionales.

Los investigadores ajustaron sus modelos numéricos para incorporar esta dispersión y observaron que encajaban mejor con las observaciones reales. Es decir, los tsunamis reales son más complejos y heterogéneos de lo que se pensaba.

Para los científicos que han participado en este estudio, la importancia del hallazgo va mucho más allá del tsunami de Kamchatka. La capacidad de observar un tsunami completo en alta mar mediante tecnología satelital abre una vía que podría transformar los sistemas de alerta de los que dependen millones de personas en zonas costeras.

«Las amplias franjas que SWOT captura sobre el océano tienen un poder enorme: proporcionan una validación esencial basada en datos reales, permiten descubrir nueva física oceánica y representan un avance decisivo hacia sistemas de alerta temprana más precisos y, en consecuencia, hacia futuros más seguros», comenta Nadya Vinogradova Shiffer, responsable de NASA Earth y científica del programa SWOT/FODA en la sede de la NASA.

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