Real Mallorca: las razones de una crisis autodestructiva
Lo sucedido en Son Moix el domingo es el broche de plomo a una segunda vuelta de descenso
La Supercopa fue el detonante de un desencuentro entre todos los sectores del club
El Mallorca tiene dueños que, lamentablemente, han delegado en dos directivos de pobre pedigrí futbolístico

El temor de Arrasate a la autodestrucción, un término inquietante, responde al divorcio, plasmado en lo ocurrido este pasado domingo en Son Moix, como broche de plomo a una segunda vuelta de descenso como contraposición a una primera de UEFA. Las rupturas, casi sin excepciones, subyacen durante un período de tiempo como los síntomas de no pocas enfermedades. Luego, de repente, una leve chispa las hace estallar y reconducir la separación exige un reparto de culpas que no todas las partes admiten sin caer en que sin ellas no es posible la expiación.
La Supercopa
La Supercopa fue el detonante de un desencuentro entre todos los sectores del club que hemos ido contando mes tras mes, semana tras semana y dia tras día. El club, representado por sus primeros ejecutivos antes que la propiedad, la plantilla del primer equipo, con el cuerpo técnico además del fútbol formativo y la afición, han seguido caminos diferentes.
Alfonso Díaz
El Mallorca tiene dueños que, lamentablemente, han delegado en dos directivos de pobre pedigrí futbolístico. Alfonso Diaz, procedente de una multinacional del electrodoméstico, ejerce más de presidente, en ausencia de Andy Kohlberg, que de consejero delegado y, en su afán de protagonismo, se ve sentado en el palco de cada estadio ocupando el sillón que el americano ha dejado vacío, e invade como y cuando quiere el área deportiva que en esta bicefalía imperfecta no le corresponde.
Maffeo y la Kings League
El fallido contrato con el Presuntuoso, su pésima gestión en el desplazamiento de jugadores, familiares y aficionados a Arabia, su peor respuesta ante las críticas, la reiteración de los fallos ya cometidos en la final de la Copa del Rey, la cesión de entradas, los problemas constantes de las campañas de abonados, la promoción de la payasada autorizada a Maffeo por su aparición en la Kings League a cambio de millonarias menciones inútiles en las redes sociales, las declaraciones en el digital El Español comparando al club con una empresa de servicios, la ida y venida de los responsables de comunicación, en un departamento tan sobrevalorado como los emolumentos de los cargos de confianza, acumulan motivos suficientes para aconsejar su salida. Mucho autobombo para tan mala gestión.
Pablo Ortells
Pablo Ortells no compensa desde su departamento el déficit anterior. Si algo no puede fallar en la dirección deportiva de un club de fútbol es una estrecha conexión con los distintos cuerpos técnicos. No la tuvo con Javier Aguirre y mucho menos con Jagoba Arrasate. La discreción de ambos ha impedido desnudar la simpleza de sus conocimientos y su concepto funcionarial del trabajo que desempeña. Ha dilapidado el capital obtenido en su única operación de éxito: el traspaso de Kang in Lee. Ha destrozado, dejadez tras dejadez, la fábrica de futbolistas radicada en Son Bibiloni, fundamental para el progreso y la solidez de un proyecto de futuro cuyo fondo y forma nunca se ha explicado más allá de la palabrería manifestada en entrevistas redactadas y emitidas por y en sus propios medios.
Ahora se encontrará con una nómina imposible de incrementar, hipotecada por contratos de larga duración a jugadores de corto recorrido o renovaciones absurdas de cara a la galería para simular un mallorquinismo que jamás han sentido y nunca han conocido. Los fichajes a última hora de Valery y Chiquinho, prueba de incapacidad para reforzar al equipo en puestos clave, fueron una broma hacia el técnico y un insulto al espectador. Otro relevo inexcusable.
Arrasate y jugadores
También es preciso imputar a los profesionales del balón y a una parte del público. Las reivindicaciones públicas de algunos jugadores que, con una sola excepción, la de Leo Román, parece justa, que tampoco es lo mismo que justificada, han debido obtener respuestas igualmente claras. La frase no es mía, creo que de Juanan Martorell y pido perdón si me equivoco, pero, en efecto, «jugar en primera división no equivale a ser un jugador de primera división». Algunos de los veinticinco que forman el plantel no solo no lo tienen claro, sino que elevan el nivel de su autoestima por encima dela del resto de los mortales. Por su parte el entrenador todavía no ha procesado que Palma no es Pamplona, los dirigentes de Osasuna no son los de aquí y su afición tampoco.
Afición
Hablando de ello. Más allá de los desmanes de Maffeo, Larin o algunos más en la última jornada del año ante eso que llaman «nuestra gente», se impone más de une reflexión sino acto de contrición. La discriminación de trato entre jugadores, la exigencia de la grada con el canadiense contrasta con la benevolencia hacia Abdón, por ejemplo, caretas incluidas. Crear ídolos forma parte de este juego, pero al menos que no se modelen con pies de barro. El mallorquinismo es un sentimiento arraigado que no nace solamente del corazón y cuya defensa tampoco consiste únicamente en aplaudir, pitar, organizar cenas y eventos. Por el contrario necesita una actitud firme y severa contra quienes lo reducen a una coartada para sus negocios, no una sumisión incondicional ante todas sus decisiones. Pitar al palco antes que al terreno de juego, es un sano ejercicio de vez en cuando. Tomen nota del Valencia.
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