LA VOZ DE LOS EMPRESARIOS DE LOS POLÍGONOS DE SON CASTELLÓ Y CAN VALERO

Especias Crespí, 77 años ofreciendo productos de la más alta calidad y frescura

Coloma Crespí y su marido están al frente de esta empresa familiar que fundaron sus abuelos en 1945

“Si no sacas el trabajo, los empleados no tendrán su trabajo y las tiendas no tendrán tus productos, es una cadena”

El libro 'Empresarios con Valor II', editado por ASIMA, recoge la trayectoria de Especias Crespí

Grúas Pol, una empresa familiar con gran arraigo en Mallorca

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Coloma Crespí y su marido están al frente de Especias Crespí. ASIMA

Albahaca, azafrán, curry, cayena, anís, tomillo y un sinfín de olores impregnan la nave de Especias Crespí en el polígono Son Castelló. La empresa, fundada en 1945 por la familia Crespí, inició su andadura con la venta de pimentón y especias para la elaboración de la sobrasada por todos los pueblos de Mallorca.

Esta compañía, que suma ya 77 años de historia, apuesta por el producto local y de producción ecológica y su trayectoria queda plasmada en el libro Empresarios con Valor II, editado por ASIMA.

En la actualidad, la tercera generación de la familia Crespí gestiona la empresa, que ha ido heredando las tradiciones de antaño y se ha renovado hasta comercializar especias de todo el mundo.

Coloma Crespí representa a esta tercera generación que está al frente de Especias Crespí. Cuenta en el libro que con ocho años ya iba con su padre a la fábrica y, mientras él trabajaba, ella jugaba. «Me subía por los sacos», recuerda. Desde entonces ha estado metida en este mundo de las especias, pero explica que entrar en el negocio familiar no fue una obligación, sino ver que sus padres, Juan e Isabel, necesitaban un apoyo: «Nunca nos han dicho que teníamos que estar en el negocio, terminamos de estudiar y empezamos a venir, coger práctica y hasta el día de hoy aquí estamos».

Se refiere a ella, sus hermanos y sus primos. Sus abuelos levantaron la empresa y después sus hijos, Juan, padre de Coloma, y su tío Jorge Crespí, siguieron con el legado familiar.

Al entrar en el negocio, Coloma quería aprenderlo todo. Por eso, relata en el libro, pasó unos cinco años detrás de su padre, «mirando, aprendiendo, haciendo mis apuntes, envasando…».

Años más tarde, empezó a dirigir toda la parte de fabricación, pero cuando tuvo a sus hijos, no podía ir a la fábrica por la tarde. «Me sentí agobiada y tuve que hacer otros horarios para compatibilizar», afirma. Coincidió también que uno de sus primos se fue de la empresa y se produjeron cambios. «Mi padre y mi tío se hacían mayores, había que tomar una decisión y entró mi marido, Juan Velasco. Él es ingeniero informático, trabajaba en una gran empresa en un puesto de directivo muy importante, pero decidió dejarlo todo y venir a ayudarme», cuenta con gran satisfacción.

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Coloma representa a la tercera generación de esta empresa familiar que fundó su abuelo. ASIMA

Coloma apunta que su marido tenía otro enfoque porque en la empresa se hacía todo muy mecánico. «Le expliqué los cuatro puntos más importantes de la parte de fabricación y con lo que sabe de informática empezamos de nuevo. Empezamos y dijimos: vamos a abrir una tienda en Santa Catalina, otra en el Olivar. Y yo pensaba: ¡Ay madre mía!… Vamos a innovar, vamos a pasar a lo ecológico, vamos a empezar a sembrar nosotros en vez de comprar las aromáticas a la Península que las traían de otros países».

Era el año 2006 y pasaron a encargarse ellos de todo: producción local, km.0, ecológico. Coloma y su marido supieron dar un vuelco a la empresa. Cambiaron el formato de los productos y ahora venden «lo que se puede sin plásticos, en cajitas de cartón».

Dar a conocer el ‘tap de cortí’ fuera de Mallorca

Además, han dado a conocer el tap de cortí fuera de Mallorca. «Todo el mundo se piensa que solo hay turistas y que estamos todo el día en la playa. ¡Y me da una rabia!», explica para añadir que se recorren los mercados y ferias ecológicas de toda España. «Nos vamos con nuestros productos, montamos el chiringuito y damos a conocer nuestros productos. Hace tiempo que tenemos clientes que nos compran de la Península», afirma esta empresaria.

Coloma es la encargada de hacer todas las mezclas y señala que los extranjeros también quieren especias de sus países. Para lograrlas, ha ido buscando las fórmulas en libros antiguos que tenía su padre y que conserva.

Tuvieron que hacer una gran inversión en maquinaria, como la adquisición de una etiquetadora para poner en los productos las etiquetas con toda la información necesaria para el consumidor. Además, se van expandiendo con nuevos productos y uno de los últimos en salir al mercado es una mezcla de especias con algas y frutos secos, como un potenciador del sabor natural, junto al reputado cocinero Andreu Genestra.

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Esta empresaria es una persona comprometida con los trabajadores y los clientes. ASIMA

Coloma Crespí recuerda en el libro que la crisis del 2008 fue muy dura: «Mucha gente dejó de pagar, cerraban restaurantes, pero lo pudimos sobrellevar porque la gente seguía cocinando». La más reciente crisis sanitaria del coronavirus ha obligado a la empresa a reestructurarse en los procesos y dimensionar en número de trabajadores. No obstante, destaca que han seguido trabajando «tanto en el campo, como en la fábrica, como en la parte comercial y de marketing para salir lo antes posible y volver a coger el ritmo de producción».

Una empresaria comprometida

Y es que esta empresaria, comprometida con su trabajo, sabe que «no es lo mismo trabajar para uno mismo que para otros. Es diferente, tú sabes que si no lo sacas, ellos (los empleados) no tendrán trabajo y las tiendas no tendrán tus productos, es una cadena».

Especias Crespí cuenta con una veintena de trabajadores en plantilla, entre ellos su hermana Isabel, que lleva toda la parte de contabilidad. Coloma se encarga de la parte de fabricación y su marido lleva la gestión y los pedidos.

Preguntada acerca de si le gustaría que hubiese una cuarta generación al frente de la empresa familiar, responde: «No lo pienso. Nuestro trabajo es el día a día, vivimos de esto».

Se define primero como trabajadora y luego como empresaria. «Al final tienes la empresa, pero es más difícil tener la empresa que trabajar en la empresa. Te vas a casa, pero no desconectas», manifiesta. Y admite que la empatía es algo fundamental para que un negocio funcione: «Si quieres tener un negocio y que a la gente le guste venir has de ser empático». Por ello, habla con los clientes, les cuenta recetas y les involucra.

En Especias Crespí hacen la recogida manual, el producto es natural, local y ecológico. «Nuestra misión es la de tratar sólo con productos de la más alta calidad y frescura, siendo exigentes y rigurosos para garantizar al cliente la mejor selección», apostilla.

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