El arma del engaño

Mucho antes de su retirada Rafael Nadal escribió que «mi enemigo no es perder, sino el miedo a perder». El temor no es de cobardes, vencerlo es la tarea de los valientes. Por eso, no podemos confundir las alegres burbujas de los tres puntos sumados por el Mallorca este pasado sábado sin distinguir las del agua con gas de las del cava. No es lo mismo, cantaba Alejandro Sanz hace años, que en estos momentos lanza un nuevo trabajo: ¿Y ahora qué?.
De un análisis más sosegado por la calma que se impone el día después se deduce que el esfuerzo colectivo destacado por Arrasate en la rueda de prensa posterior a la visita del Alavés solamente es una mota de polvo en el enrarecido juego de un equipo sin ideas, lento, descoyuntado y medroso que ganó mediante Asano en el único tiro a puerta ensayado en más de una hora y media, como contraste a los desaprovechados en ocasiones no menos claras por Rebach, primera parte, y Aleñá, en la segunda, que habrían obligado a reflexiones más certeras.
El Mallorca atesoró la pelota en el último cuarto de hora de la batalla, lo que no supo hacer el miércoles en San Sebastián. Este toque de serenidad y concentración apagó la ansiedad e impaciencia de su rival para cerrar una victoria analgésica cuyos efectos está por ver cuánto duran, pero el virus no ha abandonado ni mucho menos al enfermo.
Ha dicho el técnico que habla casi todos los días con Pablo Ortells, Aritz Aduriz y Sergio Moya, pero nos gustaría saber de qué. El desahogo del director deportivo no conoce reparos y defiende su penosa labor de mercado, con la aquiescencia de la propiedad y el director financiero, imputándose las renovaciones como fichajes. Colijamos entonces que los grandes refuerzos de la plantilla no han sido los que ocuparon el banquillo, Pablo Torre (¡5 millones¡) o Joseph, sino Abdón, Dani Rodríguez y Maffeo, repescado a última hora.