Dos incendios en 9 días en un piso de Sevilla: el inquilino alquilaba la casa de su madre a drogadictos y prostitutas

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David García de Lomana

El quinto piso de un bloque de viviendas de Montequinto (Sevilla) ha sufrido dos incendios en apenas nueve días. El primero, el pasado día 11, quemó algunas dependencias de la casa y tuvo más humo que fuego. El segundo, este lunes, fue más serio y calcinó por completo la vivienda. En ninguno de los dos se han tenido que lamentar heridos de importancia, a excepción de algunos vecinos que fueron atendidos en el hospital por inhalación de humos o subidas de tensión.

Algunos de ellos siguen sin poder dormir. Si cierran los ojos, escuchan ¡fuego, fuego! Muchos sobresaltos en poco tiempo. Por allí han desfilado peritos, bomberos, policía, prensa, policía judicial… Pero esperan sobre todo una visita: la del Ayuntamiento, que tiene orden de, una vez limpio el piso y apuntalados los techos, tapiar puertas, ventanas y balcón para que el inquilino no pueda volver a entrar. Un hombre con un 35% de discapacidad, toxicómano y que no estuvo presente en el domicilio en ninguno de los dos incendios.

El problema, dicen sus vecinos, son sus compañías. Él nunca ha dado problemas, más allá de pedir alguna moneda o cigarrillo. No es un okupa, aunque tampoco es propietario: la casa es de su madre. Su paso por la cárcel le hizo engancharse a la droga y cuando volvió a ese quinto piso, empezó a alquilar las habitaciones para pagarse la dosis. Por allí comenzó a acumularse cada vez más gente, prostitutas, drogadictos, algunos de paso, otros como compañeros de piso. Y con ellos los problemas. Su casa se convirtió en un «fumadero de heroína». Charcos de sangre en el rellano («un apuñalamiento», dicen), macetas por la ventana y algunos actos dementes que se vuelven obvios: el propio inquilino llegó a retirar el aluminio y los cristales de sus ventanas para venderlos por droga.

Reunión de vecinos

Este martes, en el portal, hubo una forzosa junta de vecinos. Se citaron con la administradora de la comunidad para debatir sobre los asuntos que ahora han de tratar: qué cubre y qué no cubre el seguro, cuándo vienen a tapiar la casa, qué hacer hasta entonces… Tras casi dos horas de debate, han acordado varios puntos: se denunciará al hombre del quinto por daños y perjuicios y esperarán tres días a que el Ayuntamiento tapie la entrada a la vivienda. De no suceder, contratarán a un particular para que ejecute la obra.

Al principio, de broma, se propone la idea de turnarse en el portal para hacer guardia de noche y evitar que nadie entre al inmueble. Finalmente, más en serio, se debate la opción de contratar seguridad privada. Todo con tal de poder dormir sin más sobresaltos, aunque finalmente se desecha la idea.

Mientras, en el quinto piso, tres tiras de plástico precintan el acceso a la vivienda: «Línea de Policía, no pasar». Dentro, el silencio y la calma que siguen al humo y al fuego.

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