Las dos caras del Mallorca

Las dos caras del Mallorca
Tomeu Maura

Se cumple el primer tercio del calendario de liga y el Mallorca de Arrasate soporta un análisis que podríamos calificar de desconcertante. Sus dos últimos partidos fuera de casa, contra el Espanyol y el Alavés, desfiguran la imagen de un equipo que parecía reconocible tanto en su retaguardia como en su atrevimiento ofensivo. Con una espina dorsal indiferente respecto al portero, vertebrada en Raillo, Samu, Sergi Darder y Muriqi, con interesantes terminaciones nerviosas en Mojica, Robert Navarro y, ocasionalmente, Dani Rodríguez, el esqueleto parecía consistente y avalado por los 18 puntos que figuran en su casillero clasificatorio.

Sin embargo, esas dos salidas a Cornellá y Vitoria han reconducido las dudas que se presentaron al principio en relación a la solidez de la plantilla. Cuando parecía que el semáforo de la autopista por la que discurre la competición se había fijado en la luz verde para una travesía tranquila, al margen de la trampa tendida por la euforia, la caída de energía provocada por las rotaciones impuestas a raíz de la acumulación de partidos en pocos días y los parones, siempre inoportunos, que inciden en el irregular ritmo de preparación, nos han invitado a reflexionar de nuevo. Trabajar durante tres meses y reencontrarnos con el viejo y único recurso de lanzar pelotazos a Muriqi para que articule lo mismo un barrido que un fregado, frena un optimismo excesivo. Eso si está el kosovar que, por un momento, dejó de parecer imprescindible y ahora regresa inexorable debido al vacío que sus sustitutos, sean cuales sean, no logran cubrir.

Si nos centramos exclusivamente a los desplazamientos, a día de hoy no sabemos si este equipo es el de Leganés, Benito Villamarín y Valladolid o el de El Prat y Mendizorroza. La diferencia entre uno y otro no es mínima, sino abismal. Dejamos fuera de toda lectura la visita al Osasuna por tratarse de la segunda jornada y por lo tanto exenta de valoración rigurosa. Pero cerradas 12 actuaciones, seis de ellas en campo ajeno, deberíamos tener una idea de aquello con lo qué quedarnos.

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