Crítica de ‘Los que quedan’, nominada a mejor película en los Oscar 2024
La nueva película de Alexander Payne es ya un clásico instantáneo del cine navideño.
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No ha hecho tanto ruido mediático como el resto de sus competidoras, pero el último trabajo de Alexander Payne es una de las mejores películas del año. Un ejercicio de género que bebe, desde su propia estética y ruido visual, de ese cine de los 70 que tan valorado en el circuito. Nominada a 5 estatuillas, Los que quedan parece que en las quinielas sólo aspire al Oscar para Da’Vine Joy Randolph en la categoría de Mejor actriz de reparto. No obstante, su nivel está muy por encima de la mayoría de los largometrajes, consiguiendo que la forma y el sentido de su narrativa rivalicen, directamente con el trabajo final de otras propuestas igualmente redondas, como pueden ser Anatomía de una caída u Oppenheimer.
¿De qué trata ‘Los que quedan’?
La sinopsis oficial de Los que quedan nos pone en la piel de Paul Hunham (Paul Giamatti), un profesor cascarrabias que imparte historia antigua en un colegio americano para familias acaudaladas. Habiendo dedicado la mayor parte de su vida al estudio y a la docencia, Hunham no ha querido abrirse socialmente y crear relaciones duraderas con sus allegados y así, siendo altamente inflexible, es odiado por todos en el centro. Con ello, es obligado a permanecer en el centro con un grupo de estudiantes que no tienen a dónde ir en estas fechas y así, comienza a labrarse una especie de amistad íntima entre Hunham, un inteligente joven con traumas y una jefa de cocina que acaba de perder a su hijo en la guerra de Vietnam.
El reparto, encabezado por Giamatti, vuelve a recordarnos que Payne es un gran director de actores. Entre copas, Los descendientes, Nebraska…con sólo echar un vistazo a su filmografía, encontramos grandes interpretaciones comandando sus historias. Es por eso que no es de extrañar que Los que quedan sea un gran filme coral, en el que el trabajo conjunto de su elenco brille, gracias en parte a un guion cuidado y preciso que deja frase y momentos para enmarcar en la mente de los espectadores. Además del trabajo de Joy Randolph, destaca el debutante Dominic Sessa. Nombre que deberemos grabar a fuego en nuestras mentes, pues lo vamos a escuchar mucho en el futuro.
La película llegó a principios de enero a los cines de nuestro país, por lo que resulta muy complicado encontrarla todavía en cines. Al estar distribuida en España por Universal Pictures , lo normal es que termine llegando en algún punto de las próximas semanas a la plataforma de SkyShowtime.
Un clásico navideño instantáneo
Mucho se ha comparado ya, el trabajo del cineasta estadounidense con el del mejor Frank Capra que nos brindó, historias tan humanas como ¡Qué bello es vivir! Relación verosímil e instantánea, fruto de lo que es a todas luces un filme que respira ese sentimiento navideño que representó a la perfección James Stewart en los años 40. El drama de Hunham y su soledad es la mismo la de su brillante pero problemático alumno y el de la cocinera. Estos tres, sólo se tienen los unos a los otros, en unas fechas donde la abundancia y la compañía son tan simbólicas y reconfortantes.
Un sentimiento que los hace evolucionar y crecer, estrechando su relación y sacando lo mejor de cada uno de ellos. Los que quedan es una carta abierta al amor por un cine que desgraciadamente, ya no se ve con tanta asiduidad. Un tesoro del pasado que viene a recordarnos con cierta melancolía, cómo el séptimo arte puede llegar a ser tremendamente cálido y acogedor en un paraje lleno de nieve y frío.
Un Sócrates moderno
No encontraremos en Hunham la figura inspiradora de otros docentes de la gran pantalla. No es el señor Keating de Robin Williams en El club de los poetas muertos, ni el Clément Mathieu de Los chicos del coro. En Los que quedan no existe una influencia directa de cambio hacia los alumnos por parte de un gran motivador. Sino que es el propio profesor el que se transforma y aprende. El desarrollo del protagonista está tan bien descrito que todo lo que acontece en su recorrido resulta enormemente fluido y natural.
Resulta imposible no encontrar en el rol de Giamatti a una especie de Sócrates moderno. Un maestro un tanto ermitaño, bizco y con joroba que terminó siendo acusado de asebeia (impiedad) y de corromper a los jóvenes. Como bien muestra el desenlace de la historia, Hunham miente para proteger a su alumno y después bebe de esa “cicuta”, representada en la cara bebida alcohólica que le roba al rector de la institución. Por su puesto, nuestro maestro la escupe, en un gesto de desprecio instantáneo, porque no hay mejor sabor que el saber haber hecho lo correcto.
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